EL ACEITE...

EL ACEITE

Es obvio que el aceite ese tan bien llamado oro líquido que constituye, sin lugar a dudas, nuestra señas de identidad es tan importante para todos nosotros los andaluces de Jaén y, por tanto, para todos los fuensanteños que aunque uno no tenga olivos, siempre es un referente muy importante en nuestro entorno y en nuestra vida y una fuente de ingresos que ayuda, de alguna manera a todas las- familias, a incrementar sus ingresos y a mejorar su situación económica.
Porque no solo los productores sino que los jornaleros, los transportistas, los comercios y todo el pueblo, se benefician de los ingresos de cada campaña.

Yo obtuve mi primer sueldo de la Cooperativa Nuestra Señora de la Fuensanta cuando tenía 21 años y me contrataron para hacer vales en el año 1961 cuando acababa de terminar mi carrera y estaba preparando oposiciones, conmigo estaba también Eduardo Sánchez, (al gobernador), antes de ingresar en la Guardia Civil.

Eran aquellos unos tiempos difíciles en los que los aceituneros trabajaban de sol a sol, en los que el transporte hasta el lugar de trabajo no existía y donde la criba, la piqueta, la espuerta, el capacho, el refajo y las manos eran rodas las maquinarias que servían para recoger millones de kilos de aceituna. Gracias a la evolución, la técnica y, sobretodo, al esfuerzo y el trabajo de todos esto ha cambiado y se ha superado de manera que hoy el trabajo se realiza con medios y con un esfuerzo más justo para todos los trabajadores.

Yo recuerdo que en aquella época había en Fuensanta al menos 5 fábricas de aceite 4 eran de particulares y de familias que se dedicaban a moler sus propias cosechas y solo la Cooperativa, entonces recién formada, era la que se dedicaba a molturar las cosechas de todos sus afiliados.
Con el tiempo las demás fábricas desaparecieron y solo la Cooperativa persiste siendo en la actualidad la una de las dos fábricas de aceites del pueblo.

Entonces la jamila iba a parar al río que se ponía negro y que durante toda la campaña circulaba revuelta con el agua, sin ningún reparo ni protección para para la salud de las personas o de los animales que vivían en ella. Cuando llegaba el buen tiempo el olor del alpechín recalentado era insoportable en todo el pueblo.
A pesar de esas penalidades y deficiencias, nuestros olivos siguen brindando cada año a nuestro pueblo millones de kilos de aceituna y de aceite, muchos miles de jornales, y millones de euros para que repartidos por el pueblo permitan a los fuensanteños afrontar con cierta tranquilidad, los gastos de todo el año en espera de que el siguiente venga también acompañado de una buena cosecha que asegure el bienestar general. Es para todos un orgullo y una bendición nuestro incomparable ACEITE DE OLIVA.