PRACTICO DE GAFAS
Era antiguamente una costumbre muy habitual en nuestro pueblo, y yo creo que en todos pueblos, que por las mañanas los hombres iban a la taberna a tomar una manzanilla y una o más copas de anís. Lo primero creo que lo hacían como una manera de regular el estómago y lo segundo era la forma más común de lavarse los dientes. Claro que lo primero no está mal pero lo segundo y el tabaco, ya que entonces fumaban todos los hombres, no creo yo que fuera la mejor forma de velar por los dientes. Eso unido a la necesidad de encontrar un jornal, pues allí se hacía también la contratación de obreros para el campo, era lo que hacía que la mayoría de los varones amaneciesen en los bares o tabernas cada día. Había un bar que era muy famoso por su situación, en el cruce de calles que desembocaban todas en el Chorrillo y que por ser el centro neurálgico de Fuensanta hacía que fuese uno de los bares más visitados a esas horas de la mañana. Eso y que su dueño Eduardo Sánchez, el Caracol, un hombre muy simpático, muy agradable y muy gracioso, el siempre tenía una broma o un chiste preparado para hacer reir al personal.
Este Sr. que era el padre de Manolo el Caracol, tan querido y tan famoso en nuestro pueblo era familia mía, era primo de mi padre y nosotros siempre hemos tenido una relación entrañable de respeto y de amistad.
Estuvo primero de barman en el Casino muchos años y luego se estableció por su cuenta en el local que les digo que es donde vive su hija la también conocida por Mercedes, la Caracola.
Mi padre solía visitar con mucha frecuencia el bar de su primo Eduardo y me contó que un buen día en aquella especie de tertulia mañanera aparece el maestro electricista Fuentes, el último encargado de la luz eléctrica que vivió en Fuensanta, y que era el padre de Manolo Fuentes también conocido por el electricista.
Fuentes venía preguntando que si alguno sabía donde podía arreglar unas gafas a las cuales se le había roto una patilla y mi padre, que era buen amigo suyo le dice: Trae maestro, tú no sabías que yo de esto se un rato y las gafas te las voy a arreglar ahora mismo. Coge mi padre un mechero, une los dos trozos de patilla con la mano, le acerca el mechero, lo enciende y “plaff” se prende el plástico, aparece una llamarada, mi padre que se quema, tira las gafas al suelo, y luego recoge los trozos, todo parsimonioso, y se las entrega a Fuentes diciendo: Eh, maestro aquí las tienes. Allí se lió un escándalo, todo el mundo riendo y el maestro coge las gafas y cuando salía por la puesta, se vuelve y le dice a mi padre: Adiós practico de gafas.
Era antiguamente una costumbre muy habitual en nuestro pueblo, y yo creo que en todos pueblos, que por las mañanas los hombres iban a la taberna a tomar una manzanilla y una o más copas de anís. Lo primero creo que lo hacían como una manera de regular el estómago y lo segundo era la forma más común de lavarse los dientes. Claro que lo primero no está mal pero lo segundo y el tabaco, ya que entonces fumaban todos los hombres, no creo yo que fuera la mejor forma de velar por los dientes. Eso unido a la necesidad de encontrar un jornal, pues allí se hacía también la contratación de obreros para el campo, era lo que hacía que la mayoría de los varones amaneciesen en los bares o tabernas cada día. Había un bar que era muy famoso por su situación, en el cruce de calles que desembocaban todas en el Chorrillo y que por ser el centro neurálgico de Fuensanta hacía que fuese uno de los bares más visitados a esas horas de la mañana. Eso y que su dueño Eduardo Sánchez, el Caracol, un hombre muy simpático, muy agradable y muy gracioso, el siempre tenía una broma o un chiste preparado para hacer reir al personal.
Este Sr. que era el padre de Manolo el Caracol, tan querido y tan famoso en nuestro pueblo era familia mía, era primo de mi padre y nosotros siempre hemos tenido una relación entrañable de respeto y de amistad.
Estuvo primero de barman en el Casino muchos años y luego se estableció por su cuenta en el local que les digo que es donde vive su hija la también conocida por Mercedes, la Caracola.
Mi padre solía visitar con mucha frecuencia el bar de su primo Eduardo y me contó que un buen día en aquella especie de tertulia mañanera aparece el maestro electricista Fuentes, el último encargado de la luz eléctrica que vivió en Fuensanta, y que era el padre de Manolo Fuentes también conocido por el electricista.
Fuentes venía preguntando que si alguno sabía donde podía arreglar unas gafas a las cuales se le había roto una patilla y mi padre, que era buen amigo suyo le dice: Trae maestro, tú no sabías que yo de esto se un rato y las gafas te las voy a arreglar ahora mismo. Coge mi padre un mechero, une los dos trozos de patilla con la mano, le acerca el mechero, lo enciende y “plaff” se prende el plástico, aparece una llamarada, mi padre que se quema, tira las gafas al suelo, y luego recoge los trozos, todo parsimonioso, y se las entrega a Fuentes diciendo: Eh, maestro aquí las tienes. Allí se lió un escándalo, todo el mundo riendo y el maestro coge las gafas y cuando salía por la puesta, se vuelve y le dice a mi padre: Adiós practico de gafas.
Yo que a los palacios subí y a las cabañas baje, en todos sitios deje recuerdos tristes de mi.
Esta estrofa de un poema bien podría ser parte de la respuesta a la historia vivida por D. Manuel Lara. Mi olfato me recuerda, cuando estoy cerca de una botella de anís, a las tabernas de mi pueblo. Las mañanas soleadas de mi Andalucía natal, las plazas abarrotadas de obreros del campo mendigando una peonada al manigero, este era el encargado de llevarse a los hombres mas fuertes para realizar el duro trabajo de la tierra de su amo. Los demás quedaban allí, con la esperanza puesta en el dia siguiente, sin mas pan que el que el panadero le fiaba. Es verdad que el olor a anís, o mejor aguardiente, perfumaba las plazuelas y las esquinas de los bares mi pueblo. Con mucha tristeza lo viví y por ese motivo deje, recuerdos tristes de mi.
Esta estrofa de un poema bien podría ser parte de la respuesta a la historia vivida por D. Manuel Lara. Mi olfato me recuerda, cuando estoy cerca de una botella de anís, a las tabernas de mi pueblo. Las mañanas soleadas de mi Andalucía natal, las plazas abarrotadas de obreros del campo mendigando una peonada al manigero, este era el encargado de llevarse a los hombres mas fuertes para realizar el duro trabajo de la tierra de su amo. Los demás quedaban allí, con la esperanza puesta en el dia siguiente, sin mas pan que el que el panadero le fiaba. Es verdad que el olor a anís, o mejor aguardiente, perfumaba las plazuelas y las esquinas de los bares mi pueblo. Con mucha tristeza lo viví y por ese motivo deje, recuerdos tristes de mi.