RESIGNACIÓN
D. PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA
Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?;
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó.
Ha venido hoy a mi el recuerdo, dentro de este encierro involuntario, que torpedean a diario las televisiones, sobre todo las subvencionadas, con noticias contradictorias, dolorosas morbosas y hasta engañosas, que al final nos llevan a unos números nada halagüeños, ni alentadores porque nos muestran millares de muertos, conciudadanos nuestros, vecinos, amigos o familiares que además ni siquiera podemos ver, acompañar, despedir ni enterrar dejando nuestro ánimo en el más doloroso de los trances y que en momentos nos abocan a la depresión.
Pero luego te fijas en todas esa personas que están mucho peor que tú, porque su profesión: médicos. enfermeros, trabajadores de los hospitales y centros sanitarios, policías, guardias civiles, ejército, y todo tipo de personas que tienen que permanecer trabajando por luchar contra el virus y en favor de nuestra salud, estando expuestas de forma más directa a ser atrapadas por esta enfermedad.
Piensa también en los más necesitados, en los que carecen de vivienda, de comodidad, de trabajo, de medios económicos que le ayuden a afrontar esta crisis con cierta tranquilidad.
Y entonces uno siente como el de la fábula de Calderón, una resignación y una aceptación casi afortunada pero al mismo tiempo dolorosa, porque deja detrás nuestro a otros muchos pisanos y ciudadanos del mundo que de alguna forma tiene que vivir esta desgracia con más sufrimiento y pena que nosotros.
Por eso hemos de seguir luchando, cada uno desde su sitio, nosotros en casa, ellos en su trabajo que es en bien nuestro, y todos unidos pedir, desear y conseguir, que esto acabe cuanto antes y que nos sirva de enseñanza para hacer después un mundo más humano, más unido y más justo
D. PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA
Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?;
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó.
Ha venido hoy a mi el recuerdo, dentro de este encierro involuntario, que torpedean a diario las televisiones, sobre todo las subvencionadas, con noticias contradictorias, dolorosas morbosas y hasta engañosas, que al final nos llevan a unos números nada halagüeños, ni alentadores porque nos muestran millares de muertos, conciudadanos nuestros, vecinos, amigos o familiares que además ni siquiera podemos ver, acompañar, despedir ni enterrar dejando nuestro ánimo en el más doloroso de los trances y que en momentos nos abocan a la depresión.
Pero luego te fijas en todas esa personas que están mucho peor que tú, porque su profesión: médicos. enfermeros, trabajadores de los hospitales y centros sanitarios, policías, guardias civiles, ejército, y todo tipo de personas que tienen que permanecer trabajando por luchar contra el virus y en favor de nuestra salud, estando expuestas de forma más directa a ser atrapadas por esta enfermedad.
Piensa también en los más necesitados, en los que carecen de vivienda, de comodidad, de trabajo, de medios económicos que le ayuden a afrontar esta crisis con cierta tranquilidad.
Y entonces uno siente como el de la fábula de Calderón, una resignación y una aceptación casi afortunada pero al mismo tiempo dolorosa, porque deja detrás nuestro a otros muchos pisanos y ciudadanos del mundo que de alguna forma tiene que vivir esta desgracia con más sufrimiento y pena que nosotros.
Por eso hemos de seguir luchando, cada uno desde su sitio, nosotros en casa, ellos en su trabajo que es en bien nuestro, y todos unidos pedir, desear y conseguir, que esto acabe cuanto antes y que nos sirva de enseñanza para hacer después un mundo más humano, más unido y más justo