LOS CABALLICOS.
En esta zona de Jaén, en la de Murcia y en la de Almería es muy corriente emplear en el lenguaje coloquial la terminación ico así aquí decimos bonico o caballico en vez de bonito o caballito.
Hoy me ha venido a la mente el recuerdo de mi niñez cuando esperábamos impacientes a que llegaran las fiestas del pueblo para poder montarnos en los caballicos, en el sube y baja o en las voladoras que eran las atracciones que venían entonces a la feria de Septiembre.
Entonces los pueblos eran el único escenario de diversión y de atracción para todos, incluidos los más pequeños, porque no existía la tele, la radio solo se limitaba a dar informativos y canciones, y el transporte era casi inexistente para poder salir a otros pueblos mayores donde busca esa tan escasa diversión.
Por este motivo era para nosotros un acontecimiento extraordinario la llegada de los feriantes al pueblo, el montaje de todos sus aparatos, que nosotros presenciábamos entusiasmados e ilusionados porque aquello significaba que la feria pronto iba a empezar. Me acuerdo de una manera especial de de la precariedad de las casetas que utilizaban para vivir durante esos días porque era penoso ver como niños como nosotros andaban revueltos en el barro, en la humedad de aquellas lonas mojadas y chorreando goteras que les servían de techo y de cobijo, pues de todos es sabido que las fiestas de Fuensanta, por la fecha avanzada últimos de Septiembre suelen ser pasadas por agua. A veces hacías amistad con alguno de esos niños, porque cada año venían los mismos feriantes y ya éramos casi de la familia, y daba mucha pena ver como padecían penalidades en aquella vida ambulante que les hacía cambiar cada semana de pueblo y de ambiente careciendo de esa calidad de vida que, aunque con limitaciones, te daba un hogar estable y fijo y un techo de tejas no de tela.
Las atracciones en mi infancia eran tan primitivas que no tenían ni motores para moverlas todo se hacía con fuerza humana tanto en lose caballitos, como en la noria (o sube y baja), los columpios e incluso las voladoras. Concretamente los caballicos los movían niños que el feriante contrataba para que estuviesen empujando, desde un círculo central, para que la atracción alcanzase la velocidad deseada y en ese momento los aquellos niños motor, se podían subir de ven en cuando en la plataforma y ese era el pago a su esfuerzo y a su trabajo. No obstante siempre había niños dispuestos a realizar aquel trabajo con tal de que no les costara nada montar en los caballicos.
Otras limitaciones de aquellas ferias eran la música, los altavoces y ese ruido característico, molesto pero también agradable, que se produce en un ferial de nuestros días cuando múltiples sonidos se mezclan en el ambiente cada uno intentando hacer llegar al cliente su propia publicidad, en aquella época hasta eso era manual, el de los caballicos tenia un bombo como el de una orquesta y unos platillos arriba que el movía con los pies haciéndolos sonar y una porra que con la mano iba haciendo sonar al golpes el bombo produciendo un sonido de clásico chin chin pum que era el que nos anunciaba que los caballicos ya estaban funcionando.
De cualquier forma aquellos caballicos, los puestos de turrón y golosinas hacían las delicias de los menores que habíamos esperado todo un año aquel acontecimiento maravilloso que eran las ferias de nuestro pueblo. Qué tiempos aquellos.
En esta zona de Jaén, en la de Murcia y en la de Almería es muy corriente emplear en el lenguaje coloquial la terminación ico así aquí decimos bonico o caballico en vez de bonito o caballito.
Hoy me ha venido a la mente el recuerdo de mi niñez cuando esperábamos impacientes a que llegaran las fiestas del pueblo para poder montarnos en los caballicos, en el sube y baja o en las voladoras que eran las atracciones que venían entonces a la feria de Septiembre.
Entonces los pueblos eran el único escenario de diversión y de atracción para todos, incluidos los más pequeños, porque no existía la tele, la radio solo se limitaba a dar informativos y canciones, y el transporte era casi inexistente para poder salir a otros pueblos mayores donde busca esa tan escasa diversión.
Por este motivo era para nosotros un acontecimiento extraordinario la llegada de los feriantes al pueblo, el montaje de todos sus aparatos, que nosotros presenciábamos entusiasmados e ilusionados porque aquello significaba que la feria pronto iba a empezar. Me acuerdo de una manera especial de de la precariedad de las casetas que utilizaban para vivir durante esos días porque era penoso ver como niños como nosotros andaban revueltos en el barro, en la humedad de aquellas lonas mojadas y chorreando goteras que les servían de techo y de cobijo, pues de todos es sabido que las fiestas de Fuensanta, por la fecha avanzada últimos de Septiembre suelen ser pasadas por agua. A veces hacías amistad con alguno de esos niños, porque cada año venían los mismos feriantes y ya éramos casi de la familia, y daba mucha pena ver como padecían penalidades en aquella vida ambulante que les hacía cambiar cada semana de pueblo y de ambiente careciendo de esa calidad de vida que, aunque con limitaciones, te daba un hogar estable y fijo y un techo de tejas no de tela.
Las atracciones en mi infancia eran tan primitivas que no tenían ni motores para moverlas todo se hacía con fuerza humana tanto en lose caballitos, como en la noria (o sube y baja), los columpios e incluso las voladoras. Concretamente los caballicos los movían niños que el feriante contrataba para que estuviesen empujando, desde un círculo central, para que la atracción alcanzase la velocidad deseada y en ese momento los aquellos niños motor, se podían subir de ven en cuando en la plataforma y ese era el pago a su esfuerzo y a su trabajo. No obstante siempre había niños dispuestos a realizar aquel trabajo con tal de que no les costara nada montar en los caballicos.
Otras limitaciones de aquellas ferias eran la música, los altavoces y ese ruido característico, molesto pero también agradable, que se produce en un ferial de nuestros días cuando múltiples sonidos se mezclan en el ambiente cada uno intentando hacer llegar al cliente su propia publicidad, en aquella época hasta eso era manual, el de los caballicos tenia un bombo como el de una orquesta y unos platillos arriba que el movía con los pies haciéndolos sonar y una porra que con la mano iba haciendo sonar al golpes el bombo produciendo un sonido de clásico chin chin pum que era el que nos anunciaba que los caballicos ya estaban funcionando.
De cualquier forma aquellos caballicos, los puestos de turrón y golosinas hacían las delicias de los menores que habíamos esperado todo un año aquel acontecimiento maravilloso que eran las ferias de nuestro pueblo. Qué tiempos aquellos.