ANTONIO EL ANDARIN
Había en Fuensanta en los años 50 una familia muy conocida y muy destacada dentro del tejido social de nuestro pueblo. Era la familia de Pepe el Andarín un tratante que gozaba de reconocido prestigio en el ramo y que llegó a poseer, fincas, casas, coches y otras propiedades convirtiéndose en un empresario muy solvente. Ere este hombre además muy campechano y muy caritativo y generoso con sus clientes, menos pudientes, a los que daba toda clase de facilidades para pagar lo que él les vendía. Mi padre era muy amigo suyo y a él le agradeció siempre que le hubiera alquilado un trocito del cine de verano para poner nuestro incipiente negocio y además las facilidades que le dio para pagarle el solar, donde tengo yo mi casa, que se lo compró a Pepe para ampliación posterior de aquel negocio, su precio fue de 5000 pesetas.
Tuve yo siempre una gran amistad con esa familia Pepe, Heminia, su mujer y sus hijos e hijas: Lola, Carmela Antonio Pepe, Manolo y Esperanza, Carmela, Antonio y Manolo ya fallecidos. Recuerdo que mis primeros contactos con ellos fueron en la la finca de los Álamos que entonces poseían en el Cerro Viento, muy cerca del cortijo de mi abuelo Pablo y que cuando yo iba por allí me iba a bañarme y a comer con ellos y estábamos juntos todo el día.
Sucedió que Pepe murió en un accidente cuando un tren los arrolló su coche, en un paso a nivel, acompañado por un chófer que el llevaba con él siempre, pues no sabía ni leer, ni escribir, ni por supuesto conducir. El chófer resultó ileso. Fue un duro golpe para todo el pueblo, y sobre todo fue la ruina para la familia porque los que tenían que cobrar vinieron todos pero los que tenían que pagar, como muchos tratos no se hacían con documentos sino de palabra, no vinieron nunca a saldar la deuda.
Después yo tuve siempre una amistad muy grande con Antonio el Andarín, hijo mayor de Pepe, que así le conocíamos todos en el pueblo, una gran persona, un amigo fiel, que por desgracia falleció hace varios años.
Antonio se quedó sin trabajo y yo lo coloqué con nosotros en el negocio repartiendo material con un camión y posteriormente se hizo celador de la S. S. En el Hospital Clínico de Jaén, donde yo puse también mi ayuda, siempre estuvo haciendo favores por todos los paisanos que pasaban por allí de enfermos o de acompañantes.
Todo el pueblo de Fuensanta tiene un gran recuerdo de este personaje por su simpatía, por su generosidad, y por su talante que era querer mucho a su pueblo, desvelarse por todos los fuensanteños y ser un buen padre y un buen amigo.
Allá donde estés, que estoy seguro no será mal sitio, amigo Antonio mi recuerdo y mi cariño.
Había en Fuensanta en los años 50 una familia muy conocida y muy destacada dentro del tejido social de nuestro pueblo. Era la familia de Pepe el Andarín un tratante que gozaba de reconocido prestigio en el ramo y que llegó a poseer, fincas, casas, coches y otras propiedades convirtiéndose en un empresario muy solvente. Ere este hombre además muy campechano y muy caritativo y generoso con sus clientes, menos pudientes, a los que daba toda clase de facilidades para pagar lo que él les vendía. Mi padre era muy amigo suyo y a él le agradeció siempre que le hubiera alquilado un trocito del cine de verano para poner nuestro incipiente negocio y además las facilidades que le dio para pagarle el solar, donde tengo yo mi casa, que se lo compró a Pepe para ampliación posterior de aquel negocio, su precio fue de 5000 pesetas.
Tuve yo siempre una gran amistad con esa familia Pepe, Heminia, su mujer y sus hijos e hijas: Lola, Carmela Antonio Pepe, Manolo y Esperanza, Carmela, Antonio y Manolo ya fallecidos. Recuerdo que mis primeros contactos con ellos fueron en la la finca de los Álamos que entonces poseían en el Cerro Viento, muy cerca del cortijo de mi abuelo Pablo y que cuando yo iba por allí me iba a bañarme y a comer con ellos y estábamos juntos todo el día.
Sucedió que Pepe murió en un accidente cuando un tren los arrolló su coche, en un paso a nivel, acompañado por un chófer que el llevaba con él siempre, pues no sabía ni leer, ni escribir, ni por supuesto conducir. El chófer resultó ileso. Fue un duro golpe para todo el pueblo, y sobre todo fue la ruina para la familia porque los que tenían que cobrar vinieron todos pero los que tenían que pagar, como muchos tratos no se hacían con documentos sino de palabra, no vinieron nunca a saldar la deuda.
Después yo tuve siempre una amistad muy grande con Antonio el Andarín, hijo mayor de Pepe, que así le conocíamos todos en el pueblo, una gran persona, un amigo fiel, que por desgracia falleció hace varios años.
Antonio se quedó sin trabajo y yo lo coloqué con nosotros en el negocio repartiendo material con un camión y posteriormente se hizo celador de la S. S. En el Hospital Clínico de Jaén, donde yo puse también mi ayuda, siempre estuvo haciendo favores por todos los paisanos que pasaban por allí de enfermos o de acompañantes.
Todo el pueblo de Fuensanta tiene un gran recuerdo de este personaje por su simpatía, por su generosidad, y por su talante que era querer mucho a su pueblo, desvelarse por todos los fuensanteños y ser un buen padre y un buen amigo.
Allá donde estés, que estoy seguro no será mal sitio, amigo Antonio mi recuerdo y mi cariño.