LA HUERTA...

LA HUERTA
Me he acordado hoy, que es un día muy otoñal, cuando las lluvias, gracias a Dos, han venido a visitarnos con generosa abundancia después de una muy larga ausencia de varios meses, que por esta época en todas las huertas de nuestra tierra, se recogían las granadas, las nueces, los melocotones, los melones, amen de otros frutos y hortalizas que existían en la huerta porque ya terminaba el periodo de cultivo y había que arrancarlo todo de cara al invierno.
Mis padres tenían un trozo de huerta, en el paraje de la Atalaya, hoy de mi hermana Carmela, y allí íbamos por estas fechas a recogerlo todo, que pasaba a ocupar las dependencias de nuestra cámara convirtiéndola en una especie de frutería particular que nosotros iríamos consumiendo en la medida que iban alcanzando su maduración.
Estoy hablando de hace 60 años cuando no existían los supermercados y Almería no había inventado aún sus intensivos cultivos hortícolas. Entonces sucedía que cuando llegaba la recogida de la aceituna ya no había tomates en el mercado y el hoyo se hacía con la ausencia de este fundamental ingrediente. Una fruta que no faltaba en todo el año eran los plátanos que venían de las Canarias.
Nos íbamos toda la familia al campo, comíamos allí, y todos ayudábamos a la recogida de lo último de la cosecha. Lo más laborioso era la recogida de la noguera porque era muy grande y había que subirse a varear la con una piqueta de las de la aceituna, luego había que ir a recoger las nueces por el suelo y a muchas de ellas quitarle la cáscara verde que venía pegada a la nuez. Los granados tenían unas ramas con pinchos que había que tener cuidado al coger las granadas para no hacerse daño.
Yo recuerdo los olores característicos de los árboles, las plantas y sus frutos del campo, que son muy agradables y muy diversos, difíciles de imaginar e imposibles de copiar o reproducir.
A la vuelta cargábamos todo en la caballería (entonces ni coches, ni motos y mucho menos de vehículos todo terreno) y nos volvíamos a casa contentos y felices con aquel cargamento de aprovisionamiento para esos meses venideros donde el campo iba a permanecer inactivo hasta que llegase la primavera y pudiera de nuevo brindarnos sus generosos y sabrosos alimentos.
Y sobretodo habíamos pasado una jornada plena de sentimientos gratificantes, de trabajo en equipo, de colaboración y ayuda y de orgullo por formar parte de una familia que pensaba en un futuro mejor en el que todos unidos y con nuestro esfuerzo lo podíamos conseguir.