LOS NIÑOS....

LOS NIÑOS.
No hay nada en el mundo más grande, más limpio, más frágil y más puro que un niño.
Un niño es la alegría de una casa, el fruto bendito de un acto de amor, le continuidad de una estirpe, la ilusión del futuro y ese regalo maravilloso que Dios nos da.
Para todos los que seamos madres o padres el nacimiento de un hijo es el hecho más grande y sublime que un ser humano puede esperar en el mundo. Esa sensación se repite inexorablemente con la misma intensidad, con la misma felicidad y con la misma alegría, cada vez que se recibe un nuevo hijo, no importa las veces por muchas que sean.
Pero tener un hijo es algo muy serio, algo, para lo que muchos de los padres, cuando llega ese feliz momento, no estamos preparados y que exige de nosotros un dedicación especial, un tacto, una sensibilidad y una mesura muy difícil de alcanzar porque la educación de un ser humano es muy complicada y porque no hay una sola forma o método de educar, cada hijo necesita una educación distinta y particular.
Por eso es normal que haya enfrentamientos entre los padres y los Maestros porque la imposibilidad de muchos padres de conseguir una educación correcta y adecuada para sus hijos culpa del fracaso escolar a los educadores en vez de reconocer que la educación es obra de la familia y que un enfrentamiento entre el colegio y la familia es el mayor error que unos padres pueden cometer, la familia educa, la escuela instruye y colabora en esa educación familiar si no se va unidos y a la par, en esa difícil tarea, el fracaso es inminente. Los padres tienen que procurar que sus hijos vean en el educador a un segundo padre que se preocupa por él, por su formación integral, que quiere lo mejor para su futuro y al que debe respetar, obedecer y apreciar, como si fuese alguien más de su familia.
Si en el plano educativo y escolar hay que mantener ese entendimiento total entre padres, escuela y alumnos, en el plano familiar y social los padres tenemos una labor no menos importante que llevar a cabo con nuestro hijos.
Hemos de inculcar desde pequeños a nuestros hijos unos valores que les harán después relacionarse con los demás con unas garantías de integración y de educación que le faciliten su paso por la vida con un cierto respeto por los demás y con una aceptación de las normas y obligaciones que la sociedad exige. Por ello hay que enseñarlos a ser obedientes, generosos, humildes, ordenados, respetuosos y que aprendan a ser moderados en el gasto y resignados a disfrutar los regalos que sus padres les puedan comprar.
Muy importante que tengan a sus abuelos siempre a su lado, los abuelos enseñan muchísimo a sus nietos, son los auxiliares de los padres y los que además de cariño le ponen a la educación un mucho de dulzura y de complicidad con ellos con los que se identifican porque un anciano es un niño con muchos años.
Y lo más importante de todo en la educación, todos los que intervienen tienen que interpretar la misma partitura, que los niños vean que todos les dicen las mismas cosas, les piden los mismos comportamientos y les exigen los mismos esfuerzos, ellos no tienen más remedio que obedecer y reconocer cual es el camino correcto que deben seguir. Y lo esencial y lo más difícil cada hijo necesita su propia educación, no lo olvidemos nunca.