A DON JOSÉ
Una vez que aprendí a leer y escribir, cuando tenía ocho años, pasé a la clase de otro Maestro, se llamaba Don José Olmo Luque, era de Martos y quiero dedicar unas líneas,, al que fue mi Maestro durante la etapa más importante de mi vida en la escuela, porque no solo fue la etapa en la que yo más aprendí como alumno, fue cuando yo empecé a enamorarme de la enseñanza y de la docencia, y fue a él y a sus insistentes consejos a mi familia para que me permitiesen seguir estudiando, a quien debo el haber llegado a ser Maestro y la vocación que para esta carrera es necesario sentir, llegó a mi, sin duda, como consecuencia de su ejemplo profesional, como profesor singular y como un revolucionario de la enseñanza.
Fue mi segundo y último maestro en la enseñanza primaria. Fue un magnifico profesor, un innovador, polifacético, le gustaba la pintura y la música, componía sus propias canciones, hacía poesías, fue un incomprendido en Fuensanta, en aquella época, pero fue un gran hombre. Un instigador de aquella rutina y de aquella incultura, que la guerra había hecho todavía mas patente y mas profunda. Formó una rondalla en Fuensanta enseñó a tocar laúdes y guitarras a medio pueblo, a él se debe el himno de Fuensanta, suyos son también unos villancicos maravillosos que él preparó para que se cantasen en la iglesia por Navidad, allá por los años, cincuenta, y que se han venido cantando muchos años con orgullo por esas fechas, como algo nuestro.
Uno de los logros de este profesor, (hablo de los años 50). era explicarnos todos los temas a modo de esquemas, muy simples, que nosotros copiábamos en media cuartilla, y que incluíamos en unas carpetas, también fabricada por nosotros, y ordenadas según materias. Era nuestra particular enciclopedia. Cada sábado, pues entonces íbamos a clase los sábados por la mañana, hacíamos un examen oral de todos los conocimientos que habíamos ido recogiendo en nuestras carpetas, a lo largo del curso. El nos ponía de pie,. colocados según el orden académico de la semana anterior, del primero al último puesto. Entonces iniciaba una serie de preguntas, sacadas todas ellas de nuestras particulares carpetas de esquemas, y empezando por el primero, lanzaba la pregunta, y muy rápidamente, exigía la respuesta, respuesta que si no era resuelta por el número 1, iba retrocediendo hacia atrás, hasta que se obtenía la respuesta correcta, automáticamente el que la respondía pasaba a ocupar el primer puesto de la clase. Seguía a continuación por el que ocupaba el segundo puesto y hacía lo mismo, y así con una rapidez que lo que pretendía era agilizar la mente iba repitiendo pregunta y pregunta, de Historia, Geografía, Matemáticas, Religión, Lenguaje y Ciencias e incluso arte. Para esta última tenía repartidas, por todas las paredes de la clase, cientos de postales de obras de grandes pintores en las que se nos pedía el nombre del cuadro y el autor del mismo. No me negarán que en aquellos años eso era una forma nueva de concebir la enseñanza. Tal vez alguien pueda pensarque tuviera sus defectos esta forma de enseñar por cuanto a los alumnos más torpes o más retrasados estarían siempre en la cola. Pero, él lo tenía todo resuelto, porque como las preguntas eran muy cortas y las respuestas muy simples, y además se repetían semana tras semana, no era difícil ver de vez en cuando al más torpe colocado de número 1, momento que a lo mejor utilizaba D. José para dar por terminado el examen, siempre oral, y dar una gran satisfacción, por lo menos semanal, a ese alumno que con solo un momento de atención y de lucidez mental consiguió ser, aquel día, el primero en responder aunque solo fuese una pregunta. Y lo que nadie me puede dudar es que era una manera de obligarnos a todos a estudiar, cada semana, para tratar de permanecer en un buen puesto en clase, o para conseguir uno bueno aunque solo fuese de vez en cuando.
Este profesor llegó a tocar con gran perfección un instrumento musical totalmente raro que el denominaba el serrucho, y era efectivamente una espacie de sierra como la que se utilizaba antiguamente para cortar troncos grandes, que el iba doblando a su antojo para obtener el sonido deseado, ayudado de una especie de arco de los que se emplean para tocar el violín
Este fue mi profesor, este fue un profesor con visión de futuro en un presente donde el futuro se veía totalmente incierto. No me extrañaría que en el Cielo siga dando su clase magistral. Gracias D. José.
Una vez que aprendí a leer y escribir, cuando tenía ocho años, pasé a la clase de otro Maestro, se llamaba Don José Olmo Luque, era de Martos y quiero dedicar unas líneas,, al que fue mi Maestro durante la etapa más importante de mi vida en la escuela, porque no solo fue la etapa en la que yo más aprendí como alumno, fue cuando yo empecé a enamorarme de la enseñanza y de la docencia, y fue a él y a sus insistentes consejos a mi familia para que me permitiesen seguir estudiando, a quien debo el haber llegado a ser Maestro y la vocación que para esta carrera es necesario sentir, llegó a mi, sin duda, como consecuencia de su ejemplo profesional, como profesor singular y como un revolucionario de la enseñanza.
Fue mi segundo y último maestro en la enseñanza primaria. Fue un magnifico profesor, un innovador, polifacético, le gustaba la pintura y la música, componía sus propias canciones, hacía poesías, fue un incomprendido en Fuensanta, en aquella época, pero fue un gran hombre. Un instigador de aquella rutina y de aquella incultura, que la guerra había hecho todavía mas patente y mas profunda. Formó una rondalla en Fuensanta enseñó a tocar laúdes y guitarras a medio pueblo, a él se debe el himno de Fuensanta, suyos son también unos villancicos maravillosos que él preparó para que se cantasen en la iglesia por Navidad, allá por los años, cincuenta, y que se han venido cantando muchos años con orgullo por esas fechas, como algo nuestro.
Uno de los logros de este profesor, (hablo de los años 50). era explicarnos todos los temas a modo de esquemas, muy simples, que nosotros copiábamos en media cuartilla, y que incluíamos en unas carpetas, también fabricada por nosotros, y ordenadas según materias. Era nuestra particular enciclopedia. Cada sábado, pues entonces íbamos a clase los sábados por la mañana, hacíamos un examen oral de todos los conocimientos que habíamos ido recogiendo en nuestras carpetas, a lo largo del curso. El nos ponía de pie,. colocados según el orden académico de la semana anterior, del primero al último puesto. Entonces iniciaba una serie de preguntas, sacadas todas ellas de nuestras particulares carpetas de esquemas, y empezando por el primero, lanzaba la pregunta, y muy rápidamente, exigía la respuesta, respuesta que si no era resuelta por el número 1, iba retrocediendo hacia atrás, hasta que se obtenía la respuesta correcta, automáticamente el que la respondía pasaba a ocupar el primer puesto de la clase. Seguía a continuación por el que ocupaba el segundo puesto y hacía lo mismo, y así con una rapidez que lo que pretendía era agilizar la mente iba repitiendo pregunta y pregunta, de Historia, Geografía, Matemáticas, Religión, Lenguaje y Ciencias e incluso arte. Para esta última tenía repartidas, por todas las paredes de la clase, cientos de postales de obras de grandes pintores en las que se nos pedía el nombre del cuadro y el autor del mismo. No me negarán que en aquellos años eso era una forma nueva de concebir la enseñanza. Tal vez alguien pueda pensarque tuviera sus defectos esta forma de enseñar por cuanto a los alumnos más torpes o más retrasados estarían siempre en la cola. Pero, él lo tenía todo resuelto, porque como las preguntas eran muy cortas y las respuestas muy simples, y además se repetían semana tras semana, no era difícil ver de vez en cuando al más torpe colocado de número 1, momento que a lo mejor utilizaba D. José para dar por terminado el examen, siempre oral, y dar una gran satisfacción, por lo menos semanal, a ese alumno que con solo un momento de atención y de lucidez mental consiguió ser, aquel día, el primero en responder aunque solo fuese una pregunta. Y lo que nadie me puede dudar es que era una manera de obligarnos a todos a estudiar, cada semana, para tratar de permanecer en un buen puesto en clase, o para conseguir uno bueno aunque solo fuese de vez en cuando.
Este profesor llegó a tocar con gran perfección un instrumento musical totalmente raro que el denominaba el serrucho, y era efectivamente una espacie de sierra como la que se utilizaba antiguamente para cortar troncos grandes, que el iba doblando a su antojo para obtener el sonido deseado, ayudado de una especie de arco de los que se emplean para tocar el violín
Este fue mi profesor, este fue un profesor con visión de futuro en un presente donde el futuro se veía totalmente incierto. No me extrañaría que en el Cielo siga dando su clase magistral. Gracias D. José.