LOS MANTECADOS
Ahora que se acerca la Navidad este dulce tipicamente navideño irrumpe en los hogares españoles acompañado, claro está, con otras variantes de este tipo de pastelitos cono el rosco, hojaldre, polvorón y mazapán, todo ello preparado en unas cajas muy vistosas y muy atractivas que ayudan al consumo de tan tradicionales delicias.
Yo recuerdo que en mi infancia las cosas eran de otra manera por estas fechas mi madre hacía ella en casa todas estas exquisiteces y algunas más de forma artesanal y más importante hechas con mucho amor. Estos dulces una vez elaborados, recuerdo que para dar forma a la mayoría de ellos se empleaba la boca de un vaso que al cortar la masa les daba el aspecto circular característico. Luego de llevaban a la panadería, donde comprábamos el pan y allí las horneaban porque los hogares en su mayoría carecían de horno entonces.
Después hacía también, pero esto dentro de casa porque eran dulces fritos, las empanadillas de cabello de ángel, los pestiños y los roscos de huevo.
Y esta era nuestra despensa dulcera para toda la Navidad llegando hasta Reyes, a veces, para que los últimos sirvieran para completar los escasos regalos que traían los Reyes Magos.
Ahora toda esta variedad de dulces es la que hacen que entre todos perdamos el equilibrio energético y que en estas fechas la báscula se dispara y nos deja como ingrato recuerdo unos kilos demás. De ahí que seamos cautos y que empleemos la mesura a la hora de visitar la alacena donde se guardan los dulces.
Pero hay algo que ha mi no me gusta de todo este amplio abanico de posibilidades culinarias que ahora tenemos a nuestra disposición en el mercado y en multitud de supermercados y tiendas. Es precisamente que aquellos dulces caseros ya a penas se hacen, ni se trasladan de madres a hijas, y con todos mis respetos para los fabricantes de dulces navideños y los horneros y confiteros que se dedique a ello, los dulces que hacían en nuestras casas, tenían algo especial que estos no tienen, unas materias primas sin conservantes ni colorantes y unas manos que los elaboraban con mucho cariño y con mucho amor y eso, amigos míos, no se puede comprar en ninguna tienda.
Que no nos pasemos en el consumo de dulces, que hagamos lo posible por ayudar a que todos las personas puedan tener en su casa estos días comida y dulces que les den una Navidad más auténtica y más feliz y que si es posible no se pierda esa maravillosa costumbre de nuestros pueblos y de nuestras ciudades donde esas madres abnegadas siguen haciendo sus dulces y enseñándoselos hacer a sus hijas porque esos son los mejores, sin duda alguna.
Ahora que se acerca la Navidad este dulce tipicamente navideño irrumpe en los hogares españoles acompañado, claro está, con otras variantes de este tipo de pastelitos cono el rosco, hojaldre, polvorón y mazapán, todo ello preparado en unas cajas muy vistosas y muy atractivas que ayudan al consumo de tan tradicionales delicias.
Yo recuerdo que en mi infancia las cosas eran de otra manera por estas fechas mi madre hacía ella en casa todas estas exquisiteces y algunas más de forma artesanal y más importante hechas con mucho amor. Estos dulces una vez elaborados, recuerdo que para dar forma a la mayoría de ellos se empleaba la boca de un vaso que al cortar la masa les daba el aspecto circular característico. Luego de llevaban a la panadería, donde comprábamos el pan y allí las horneaban porque los hogares en su mayoría carecían de horno entonces.
Después hacía también, pero esto dentro de casa porque eran dulces fritos, las empanadillas de cabello de ángel, los pestiños y los roscos de huevo.
Y esta era nuestra despensa dulcera para toda la Navidad llegando hasta Reyes, a veces, para que los últimos sirvieran para completar los escasos regalos que traían los Reyes Magos.
Ahora toda esta variedad de dulces es la que hacen que entre todos perdamos el equilibrio energético y que en estas fechas la báscula se dispara y nos deja como ingrato recuerdo unos kilos demás. De ahí que seamos cautos y que empleemos la mesura a la hora de visitar la alacena donde se guardan los dulces.
Pero hay algo que ha mi no me gusta de todo este amplio abanico de posibilidades culinarias que ahora tenemos a nuestra disposición en el mercado y en multitud de supermercados y tiendas. Es precisamente que aquellos dulces caseros ya a penas se hacen, ni se trasladan de madres a hijas, y con todos mis respetos para los fabricantes de dulces navideños y los horneros y confiteros que se dedique a ello, los dulces que hacían en nuestras casas, tenían algo especial que estos no tienen, unas materias primas sin conservantes ni colorantes y unas manos que los elaboraban con mucho cariño y con mucho amor y eso, amigos míos, no se puede comprar en ninguna tienda.
Que no nos pasemos en el consumo de dulces, que hagamos lo posible por ayudar a que todos las personas puedan tener en su casa estos días comida y dulces que les den una Navidad más auténtica y más feliz y que si es posible no se pierda esa maravillosa costumbre de nuestros pueblos y de nuestras ciudades donde esas madres abnegadas siguen haciendo sus dulces y enseñándoselos hacer a sus hijas porque esos son los mejores, sin duda alguna.