LOS MAGOS
Los Reyes Magos, esos tres personajes que la tradición nos cuenta que fueron a Belén guiados por una estrella para ofrecer sus regalos al Niño Dios, oro, incienso y mirra, nunca aparecen en los evangelios, nunca se dice su nombre ni tampoco el número que tal vez le viene asignado después porque fuero tres los regalos que portaron-
Hay países que los integran en el pesebre junta a José y María, hay otros que les consideran como mandatarios de Africa, Asia y Europa para congraciarse con aquella nueva idea de paz y reconciliación y por último el Papa Benedicto XVI que considera que los reyes Magos provenían del pueblo tartesio concretamente de España y de las provincias de Huelva, Cádiz y Sevilla.
Para nuestros hijos, los niños españoles, los Magos son esos seres maravillosos que les traen cada año eso que ellos necesitan, eso que ellos les piden como recompensa a su trabajo bien hecho, a ser obedientes en casa, en definitiva, al cumplimiento de su deber. Ellos a veces tenían que traer carbón pero son tan benevolentes que nunca lo traen a nadie siempre traen algún regalo con el que poder justificar que han sido buenos y por eso se les premia.
Debería ser obligatorio, que no haya ni un solo niño que no reciba su regalo porque la verdad es que todos se los merecen y lo necesitan. Además nosotros los andaluces que somos paisanos, según Benedicto XVI de ellos, con mucho más motivo debemos ayudarles a cumplir el sueño de los más pequeños.
Yo recuerdo cuales eran mis Reyes, unos mantecados, unas naranjas al lado de los zapatos y apenas algún caballo de cartón, una muñeca también de cartón o un camión hecho de madera, todo él, incluso hasta las ruedas.
Pero sobretodo recuerdo la ilusión, ese sueño casi inútil que nos separaba de ese despertar maravilloso en el que cualquier cosa que hubiese al lado de nuestra ventana era un mundo de felicidad, de dicha y de alegría. Y esa ilusión es lo que vale no la cantidad ni la calidad del regalo en si. Esa inocencia y esa ilusión que nunca deberíamos perder los seres humanos.
Lo que sucede es que para los mayores también tendría que haber unos Magos, a lo largo de cada año, que repartieran trabajo, que repartieran viviendas, que repartieran justicia, que repartieran honradez, que impidieran el abuso, el engaño, y los delitos que son tan frecuentes en nuestro país, que acabarán, de una vez con esta crisis que nos devolvieran la alegría de mirar a un futuro lleno de ilusión y de esperanza, porque también los mayores necesitamos, más que nunca, ver al lado de nuestra ventana el día de Reyes el regalo de nuestro esfuerzo, de nuestro trabajo y de nuestro sacrificio porque también los mayores merecemos ser felices.
Los Reyes Magos, esos tres personajes que la tradición nos cuenta que fueron a Belén guiados por una estrella para ofrecer sus regalos al Niño Dios, oro, incienso y mirra, nunca aparecen en los evangelios, nunca se dice su nombre ni tampoco el número que tal vez le viene asignado después porque fuero tres los regalos que portaron-
Hay países que los integran en el pesebre junta a José y María, hay otros que les consideran como mandatarios de Africa, Asia y Europa para congraciarse con aquella nueva idea de paz y reconciliación y por último el Papa Benedicto XVI que considera que los reyes Magos provenían del pueblo tartesio concretamente de España y de las provincias de Huelva, Cádiz y Sevilla.
Para nuestros hijos, los niños españoles, los Magos son esos seres maravillosos que les traen cada año eso que ellos necesitan, eso que ellos les piden como recompensa a su trabajo bien hecho, a ser obedientes en casa, en definitiva, al cumplimiento de su deber. Ellos a veces tenían que traer carbón pero son tan benevolentes que nunca lo traen a nadie siempre traen algún regalo con el que poder justificar que han sido buenos y por eso se les premia.
Debería ser obligatorio, que no haya ni un solo niño que no reciba su regalo porque la verdad es que todos se los merecen y lo necesitan. Además nosotros los andaluces que somos paisanos, según Benedicto XVI de ellos, con mucho más motivo debemos ayudarles a cumplir el sueño de los más pequeños.
Yo recuerdo cuales eran mis Reyes, unos mantecados, unas naranjas al lado de los zapatos y apenas algún caballo de cartón, una muñeca también de cartón o un camión hecho de madera, todo él, incluso hasta las ruedas.
Pero sobretodo recuerdo la ilusión, ese sueño casi inútil que nos separaba de ese despertar maravilloso en el que cualquier cosa que hubiese al lado de nuestra ventana era un mundo de felicidad, de dicha y de alegría. Y esa ilusión es lo que vale no la cantidad ni la calidad del regalo en si. Esa inocencia y esa ilusión que nunca deberíamos perder los seres humanos.
Lo que sucede es que para los mayores también tendría que haber unos Magos, a lo largo de cada año, que repartieran trabajo, que repartieran viviendas, que repartieran justicia, que repartieran honradez, que impidieran el abuso, el engaño, y los delitos que son tan frecuentes en nuestro país, que acabarán, de una vez con esta crisis que nos devolvieran la alegría de mirar a un futuro lleno de ilusión y de esperanza, porque también los mayores necesitamos, más que nunca, ver al lado de nuestra ventana el día de Reyes el regalo de nuestro esfuerzo, de nuestro trabajo y de nuestro sacrificio porque también los mayores merecemos ser felices.