MI VIAJE A VALENCIA
Hacía ya casi dos años que nosotros no veíamos a dos de mis hijos y a mis nietos, todos hemos pasado por eso, Covid, confinamiento, toque de queda, cierre de los espectáculos públicos, de los bares, de las tiendas, del ocio, de los viajes, en definitiva, casi dos años perdidos, en todos los sentidos, y con una amenaza constante en nuestra mente y en nuestro ser: morirán mis mayores, morirán mis familiares, morirán mis amigos, moriré yo, y eso hizo que no pudiéramos abrazarnos, reunirnos, visitarnos y la vida se nos estaba convirtiendo en drama y en una triste realidad sin futuro halagüeño.
Mi Simón había decidido pasar unos días con su hermano y con sus hijos y nosotros que nos enteramos cogimos un avión y allá que nos presentamos para hacer una piña y darnos todos los besos y abrazos que este tiempo injusto, nos había robado.
Nos ha faltado esta vez mi hija Victoria y su marido y esos dos primores que la forman su hogar, pero a estos si que los hemos visto dos o tres veces durante la pandemia y los vamos a ver de nuevo en Agosto, ya que piensan pasar unos días de vacaciones con nosotros en Estepona.
Ha sido un viaje maravilloso, 5 nietos llenos de salud, de vida, de ilusión y de esperanza y una alegría en el ambiente porque parece ser que estamos venciendo a este enemigo tan cruel tan inesperado y tan cansino que nos había metido a todos las cabras en el corral. De todas formas lo que si está claro es que debemos seguir guardando las normas que nos marquen las autoridades, seguir usando la mascarilla, y seguir plantando cara a la adversidad que este mal nos trajo.
Como es verano nos hemos bañado en esta playa valenciana que, comparándola con las de Málaga en cuanto la bondad de sus aguas, hay que reconocer que aquí son mucho más calentitas que por allí abajo. Claro que eso es porque aquí es Mediterráneo puro y allí es una combinación de Mediterráneo y Atlántico. Hemos comido la paella auténtica que mi César sabe hacer como nadie y sobre todo nos hemos hinchado de amor filiar, de besos puros, de cariño almacenado, y de una alegría inmensa de unos hijos, nietos y padres, que es lo más grande que hay en este mundo.
Han sido 4 días de ensueño, de convivencia pura, de recuperar realidades y de empezar a ir disfrutando de la normalidad tan deseada.
Pero eso sí, los chiringuitos de nuestra Andalucía, nuestros espetos, nuestras puntillitas y gambas, en un ambiente más folclórico, más festivo y más flamenco, eso no se pueden encontrar en la Costa del Sol de nuestra sin par Andalucía.
Hacía ya casi dos años que nosotros no veíamos a dos de mis hijos y a mis nietos, todos hemos pasado por eso, Covid, confinamiento, toque de queda, cierre de los espectáculos públicos, de los bares, de las tiendas, del ocio, de los viajes, en definitiva, casi dos años perdidos, en todos los sentidos, y con una amenaza constante en nuestra mente y en nuestro ser: morirán mis mayores, morirán mis familiares, morirán mis amigos, moriré yo, y eso hizo que no pudiéramos abrazarnos, reunirnos, visitarnos y la vida se nos estaba convirtiendo en drama y en una triste realidad sin futuro halagüeño.
Mi Simón había decidido pasar unos días con su hermano y con sus hijos y nosotros que nos enteramos cogimos un avión y allá que nos presentamos para hacer una piña y darnos todos los besos y abrazos que este tiempo injusto, nos había robado.
Nos ha faltado esta vez mi hija Victoria y su marido y esos dos primores que la forman su hogar, pero a estos si que los hemos visto dos o tres veces durante la pandemia y los vamos a ver de nuevo en Agosto, ya que piensan pasar unos días de vacaciones con nosotros en Estepona.
Ha sido un viaje maravilloso, 5 nietos llenos de salud, de vida, de ilusión y de esperanza y una alegría en el ambiente porque parece ser que estamos venciendo a este enemigo tan cruel tan inesperado y tan cansino que nos había metido a todos las cabras en el corral. De todas formas lo que si está claro es que debemos seguir guardando las normas que nos marquen las autoridades, seguir usando la mascarilla, y seguir plantando cara a la adversidad que este mal nos trajo.
Como es verano nos hemos bañado en esta playa valenciana que, comparándola con las de Málaga en cuanto la bondad de sus aguas, hay que reconocer que aquí son mucho más calentitas que por allí abajo. Claro que eso es porque aquí es Mediterráneo puro y allí es una combinación de Mediterráneo y Atlántico. Hemos comido la paella auténtica que mi César sabe hacer como nadie y sobre todo nos hemos hinchado de amor filiar, de besos puros, de cariño almacenado, y de una alegría inmensa de unos hijos, nietos y padres, que es lo más grande que hay en este mundo.
Han sido 4 días de ensueño, de convivencia pura, de recuperar realidades y de empezar a ir disfrutando de la normalidad tan deseada.
Pero eso sí, los chiringuitos de nuestra Andalucía, nuestros espetos, nuestras puntillitas y gambas, en un ambiente más folclórico, más festivo y más flamenco, eso no se pueden encontrar en la Costa del Sol de nuestra sin par Andalucía.