LA LITRONA.
Es la litrona un logro de la juventud saltándose a la torera los consejos de los padres y la prohibición de los gobernantes hacia el consumo de bebidas indiscriminado y sobre todo hacia el consumo de los más jóvenes, de los menores de edad.
Es al mismo tiempo el facilitar el acceso a bebidas alcohólicas, sin freno ni limitación, desde muy temprana edad, propiciando así la afición y la adicción de muchos jóvenes a un consumo habitual de alcohol que en el futuro puede tener consecuencias muy adversas para la salud, el trabajo y la vida, de los que por desgracia caigan atrapados en este vicio.
Hay además un aspecto muy preocupante y significativo y es que lo que antes era un problema casi exclusivo del varón hoy día ha pasado a ser general porque la mujeres, las chicas beben igual que los chicos y participan plenamente en estas reuniones colectivas, y en las grandes ciudades hasta multitudinarias, que cada fin de semana o víspera de fiesta, se celebra en todo el país, a la vista de todos, con la complacencia de padres y autoridades que tienen el deber moral y la obligación de no consentirlas.
Los únicos que lo pasan mal y que `protestan por la permisión de estos ruidoso y alborotado evento son los vecinos que tiene la desgracia de vivir en la zona elegida para estas celebraciones porque ya tienen asegurado el sin vivir de los días de litrona, el día las noches y las madrugadas porque esto empieza pero no se sabe cuando termina. Y cuando termina hay que ver como queda la calle o plaza en la que se celebra el acto, la basura, las botellas por el suelo, malos olores, y toda clase de inmundicias, hasta que vengan los empleados de la limpieza para retirarlas.
Hay que añadir a todo esto que en la pandemia que hemos padecido no se han respetado las prohibiciones y las normas de mascarilla, y de distancia que agravaban, aún más los riesgos de estas celebraciones festivas, en las que no solo se bebe, se fuma y no solo tabaco, y se hacen otras cosas que yo no digo que los jóvenes tengan derecho a hacer pero no en la calle, no en una plaza pública amparados en la oscuridad y en la ausencia de un control o requisito necesario para garantizar la protección de los que por su edad todavía deberían estar protegidos por sus familias, por sus gobernantes y por la sociedad. Hemos llegado a un extremo en el que todo se permite, en el que las leyes están ahí escritas para que todo el mundo se las salte, y jugamos con nuestra salud y con nuestra vida, de la forma que mejor nos venga a cada uno. Tremendo error que nos hace confundir la libertad con el libertinaje y eso es lo peor que en una sociedad civilizada se puede tolerar. Mal futuro estamos labrando.
Es la litrona un logro de la juventud saltándose a la torera los consejos de los padres y la prohibición de los gobernantes hacia el consumo de bebidas indiscriminado y sobre todo hacia el consumo de los más jóvenes, de los menores de edad.
Es al mismo tiempo el facilitar el acceso a bebidas alcohólicas, sin freno ni limitación, desde muy temprana edad, propiciando así la afición y la adicción de muchos jóvenes a un consumo habitual de alcohol que en el futuro puede tener consecuencias muy adversas para la salud, el trabajo y la vida, de los que por desgracia caigan atrapados en este vicio.
Hay además un aspecto muy preocupante y significativo y es que lo que antes era un problema casi exclusivo del varón hoy día ha pasado a ser general porque la mujeres, las chicas beben igual que los chicos y participan plenamente en estas reuniones colectivas, y en las grandes ciudades hasta multitudinarias, que cada fin de semana o víspera de fiesta, se celebra en todo el país, a la vista de todos, con la complacencia de padres y autoridades que tienen el deber moral y la obligación de no consentirlas.
Los únicos que lo pasan mal y que `protestan por la permisión de estos ruidoso y alborotado evento son los vecinos que tiene la desgracia de vivir en la zona elegida para estas celebraciones porque ya tienen asegurado el sin vivir de los días de litrona, el día las noches y las madrugadas porque esto empieza pero no se sabe cuando termina. Y cuando termina hay que ver como queda la calle o plaza en la que se celebra el acto, la basura, las botellas por el suelo, malos olores, y toda clase de inmundicias, hasta que vengan los empleados de la limpieza para retirarlas.
Hay que añadir a todo esto que en la pandemia que hemos padecido no se han respetado las prohibiciones y las normas de mascarilla, y de distancia que agravaban, aún más los riesgos de estas celebraciones festivas, en las que no solo se bebe, se fuma y no solo tabaco, y se hacen otras cosas que yo no digo que los jóvenes tengan derecho a hacer pero no en la calle, no en una plaza pública amparados en la oscuridad y en la ausencia de un control o requisito necesario para garantizar la protección de los que por su edad todavía deberían estar protegidos por sus familias, por sus gobernantes y por la sociedad. Hemos llegado a un extremo en el que todo se permite, en el que las leyes están ahí escritas para que todo el mundo se las salte, y jugamos con nuestra salud y con nuestra vida, de la forma que mejor nos venga a cada uno. Tremendo error que nos hace confundir la libertad con el libertinaje y eso es lo peor que en una sociedad civilizada se puede tolerar. Mal futuro estamos labrando.