LA HUMILDAD.
En este mundo de prisas, de máquinas, de ordenadores, de satélites y de estrés, donde el que no corre vuela y el que no puede seguir el paso se queda en la cuneta, abandonado, olvidado y hasta criticado por su escaso potencial intelectual, económico y hasta psíquico, que lo que prima es el pelotazo, el trinque y enriquecimiento rápido y sin el menor escrúpulo, no estaría nada mal que hablemos de humildad.
...
La humildad es una virtud que consiste en no arrogarse nunca, personalmente, ningún mérito, ningún trofeo, ningún orgullo, ni ninguna actuación, que ponga de manifiesto que uno se siente superior a nadie y que disfruta con exteriorizar su bienestar.
Al mismo tiempo el ser humilde significa estar siempre abierto a nuestros semejantes para hablar con ellos, para ayudarles, para tratar de emplear las relaciones sociales como un medio para hacer que la convivencia sea cada vez más humana, más igualitaria y más feliz.
Decía Cervantes en una de sus obras: “La humildad es la madre de todas las virtudes y sin ella las otras virtudes no tendrían ningún sentido”.
Visto todo esto hay que reconocer que ser humilde no es nada fácil. Que los españoles, en general, somos muy poco humildes y que tendríamos que mirar esto, muy detenidamente, para que nuestros hijos y nuestros nietos recuperasen una buena porción de humildad, en sus hábitos, en sus enseñanzas y en el ejemplo que debería venir de todos nosotros a los que tanta falta nos hace esa humildad.
Mi hijo saca todo sobresalientes, mi hija es la más guapa de la clase, el coche de mi padre es mejor que el del tuyo, este verano hemos ido a Ibiza de vacaciones, La boda de mi hijo nos ha costado millones. ¿Quién de nosotros no ha tenido nunca un comportamiento así?
Hemos pensado cuando decíamos esto en el daño que hacíamos a ese o esa que nos oye y que tiene un hijo que suspende todo, que su hija es muy buena pero no muy agraciada físicamente, o el que no puede tener coche porque se encuentra en el paro y a punto de ser desahuciado de su vivienda.
Yo creo que esto es una asignatura pendiente para muchos de nosotros, y sería un buen regalo para nuestros menores y por qué no, para nuestros mayores, el darnos todos a diario, en la calle, en el trabajo, en la familia, en la escuela, en todas partes, una buena dosis de humildad.
En este mundo de prisas, de máquinas, de ordenadores, de satélites y de estrés, donde el que no corre vuela y el que no puede seguir el paso se queda en la cuneta, abandonado, olvidado y hasta criticado por su escaso potencial intelectual, económico y hasta psíquico, que lo que prima es el pelotazo, el trinque y enriquecimiento rápido y sin el menor escrúpulo, no estaría nada mal que hablemos de humildad.
...
La humildad es una virtud que consiste en no arrogarse nunca, personalmente, ningún mérito, ningún trofeo, ningún orgullo, ni ninguna actuación, que ponga de manifiesto que uno se siente superior a nadie y que disfruta con exteriorizar su bienestar.
Al mismo tiempo el ser humilde significa estar siempre abierto a nuestros semejantes para hablar con ellos, para ayudarles, para tratar de emplear las relaciones sociales como un medio para hacer que la convivencia sea cada vez más humana, más igualitaria y más feliz.
Decía Cervantes en una de sus obras: “La humildad es la madre de todas las virtudes y sin ella las otras virtudes no tendrían ningún sentido”.
Visto todo esto hay que reconocer que ser humilde no es nada fácil. Que los españoles, en general, somos muy poco humildes y que tendríamos que mirar esto, muy detenidamente, para que nuestros hijos y nuestros nietos recuperasen una buena porción de humildad, en sus hábitos, en sus enseñanzas y en el ejemplo que debería venir de todos nosotros a los que tanta falta nos hace esa humildad.
Mi hijo saca todo sobresalientes, mi hija es la más guapa de la clase, el coche de mi padre es mejor que el del tuyo, este verano hemos ido a Ibiza de vacaciones, La boda de mi hijo nos ha costado millones. ¿Quién de nosotros no ha tenido nunca un comportamiento así?
Hemos pensado cuando decíamos esto en el daño que hacíamos a ese o esa que nos oye y que tiene un hijo que suspende todo, que su hija es muy buena pero no muy agraciada físicamente, o el que no puede tener coche porque se encuentra en el paro y a punto de ser desahuciado de su vivienda.
Yo creo que esto es una asignatura pendiente para muchos de nosotros, y sería un buen regalo para nuestros menores y por qué no, para nuestros mayores, el darnos todos a diario, en la calle, en el trabajo, en la familia, en la escuela, en todas partes, una buena dosis de humildad.