PAQUITO LAZARICO...

PAQUITO LAZARICO
¿Sabías tú que este empresario Francisco Contreras, “Paquito Lazarico” tenía en Fuensanta, a finales de 1.900, un teatro de variedades?
El edificio existe aún, aunque ya no se emplea para ningún fin comercial. Fue teatro, cine, salón de bodas, pub, lógicamente me estoy refiriendo a la casa de Marcial Sánchez, ya fallecido.
Era aquel teatro un poco en la lineo de los corrales de comedias de aquella época cono el famoso de Almagro en la provincia de Ciudad Real. Tenía un patio de butacas, entonces sillas, unos palcos, dos galerías laterales y un anfiteatro arriba o gallinero con un aforo, calculo yo, de unas 500 personas.
Yo conocí bien este local porque en los años 1950 mi padre fue el encargado de gestionarlo ya que su primo Pepe Rodriguez, de Martos, era el empresario y había confiado en él para llevarlo.
El personal eran albañiles que trabajaban con mi padre y que luego por la noche se convertían en porteros, acomodadores o camareros del bar.
Allí lo normal era el cine. Solía ser los fines de semana o fiestas, pero a temporadas venían también compañías de teatro y espectáculos de cante y baile. Hay que pensar que en aquella época las diversiones del pueblo había que fabricarlas in situ porque no existía ni la televisión ni la facilidad de comunicarse con otros pueblos porque los coches de Fuensanta se podían contar con los dedos de la mano.
Yo a mi corta edad guardo un gratísimo recuerdo del teatro y concretamente de los Sainetes, que son piezas teatrales muy cortas y muy graciosas, que trataban el ambiente andaluz y con las que la risa estaba totalmente asegurada
Y el plato fuerte, este más escaso, eran las funciones de cante y baile que traían hasta nuestro pueblo a grandes figuras de entonces como Pepe Marchena, la niña de la Puebla o Pepe Pinto.
Era corriente cuando venían cantaores que mi padre, una vez terminada la función, los llevaba a nuestra casa invitados a tomar unos vinos con aceitunas, queso de cabra, o jamón, que a ellos les encantaba porque eran tiempos difíciles en los que comediantes tampoco andaban muy sobrados. También porque así mi madre y mi abuelo podían conocer a las figuras del cante de aquella época.
A mi aquel teatro siempre me olía a gaseosa de bola, a fiesta, a diversión y a ilusión por un futuro más digno, por un futuro mejor para todos.