EL BAR...

EL BAR
Creo que estaréis de acuerdo conmigo en que el bar es algo que nos atrae y nos agrada. por lo menos a nosotros los españoles y más aún a los andaluces, porque es un lugar de reunión, comunicación, de intercambios de ideas y de aficiones, y es un escaparate donde los vecinos del barrio y los amigos se sienten como en su casa.
Además siempre hemos dicho que la cerveza y las bebidas en el bar saben mejor que en casa y no digamos esas tapas especialidad de la casa que saben a gloria.
A esto ayuda el que los bares en nuestro país son distintos al resto de Europa y a otros países del mundo, primero porque aquí son más baratos y después porque, como ya dije antes, un bar son muchas cosas, yo diría que hasta viene a sustituir en muchos casos aquel patio de vecinos de las típicas corralas madrileñas. Y es que los españoles no estamos a gusto si no contamos a los demás nuestros problemas, nuestras inquietudes, nuestros logros y nuestros gustos, como si no íbamos a disfrutar lo mismo si gana una copa nuestro equipo de fútbol o unas elecciones nuestro partido político. El bar es el congreso del pueblo, el periódico local, y el cronista oficial del barrio.
Lo que pasa es que le bar tiene sus riesgos, el bar no puede convertirse en nuestra forma de vida y de asueto entre otras cosas, por la salud que a veces se pierde totalmente por el abuso continuado del consumo de alcohol, por lo cual sería muy conveniente extremar las medidas de prohibición para que los menores no puedan acceder a la bebida hasta su mayoría de edad.
Por otro lado la economía de una familia se resiente y todos los problemas que se derivan del alcoholismo aparecen cuando el bar se convierte en el único lugar de visita y de permanencia diaria del cliente.
Pero el bar, como todo, con moderación y con control es algo deseable y plausible e incluso yo diría que hasta bueno para la salud. Yo he sido desde mi juventud un visitante del bar, casi a diario, era costumbre en nuestra profesión, de educadores, que al terminar las clases del medio día solíamos ir unos cuantos compañeros al bar, y tomar dos o tres copas, antes de comer y charlar un rato de los acontecimientos del día. Lo normal es que esto fuera cosa de una hora porque a las tres teníamos que estar de nuevo en clase. Hoy tengo 74 años y todavía, ya jubilado, suelo ir al bar a esa hora y seguir con mi costumbre. Eso sí después, por las tardes y por las noches, rara vez vuelvo al bar, en todo caso a un restaurante y nunca bebo nada que no sea una cerveza o una o dos copas de manzanilla o de vino fino. Nada de discotecas, pub u otro tipo de establecimientos en donde se expende alcohol. Y a mí no me ha hecho, hasta ahora en 50 años, ningún daño este hábito.
Soy muy amigo del dueño, muy amigo de los camareros, muy amigo de los clientes habituales. Cuando hay un acontecimiento especial allí lo discutimos y lo disfrutamos porque eso sí, como soy muy conservador en todo, yo siempre que puedo voy al mismo establecimiento pues no e gusta recorrer altares. Así que brindo con todos vosotros con una copa de felicidad.