MIS AMIGOS DE SOMAÉN
Hace unos días vinieron a vernos unos amigos de Soria, son unos amigos muy especiales, unos amigos que llevo en el alma desde hace más de 57 años y eso que estamos a 650 kms de distancia. Y es que cuando manda el corazón, nada ni nadie, puede romper los vínculos de cualquier índole.
Todo sucedió cuando un joven fuensanteño en 1.965 fue destinado como Maestro Nacional, tras haber aprobado las oposiciones a Magisterio, fue destinado en su propiedad definitiva a Somaén un pueplo de Soria que estaba entonces, en la carretera general Madrid-Zaragoza y la familia Martinez-Esteban, que tenían allí un restaurante, decidieron acogerma en su casa ofreciéndome comida y cama, cuando ellos no tenían huéspedes. Permanecí allí dos cursos donde pude disfrutar de una gran amistad y todo el cariño que me hacía ser uno más de la familia y encontrarme como en mi propia casa. A eso hay que unir que aquel pueblo humilde, trabajador, noble y honesto, virtudes inherentes a las gentes de Castilla, también me acogió desde el primer día como algo suyo, me arroparon, me aceptaron y aplaudieron mi labor, aformando todos una unión que fue lo que selló nuestros lazos de amistad para siempre.
Mari Sol, la hija mayor del matrimonio, que entonces era una niña preciosa de unos 9 ó 10 años, fue la primera que dió el paso y junto con su esposo Pedro aragones, auténtico, nos hicieron la primera visita a Estepona hace ahora cinco años. Después nosotros en 2019, unos meses antes de que apareciera la dichosa pandemia, le devolvimos la visita y hace unos día tuvimos la inmensa alegría de recibirlos de nuevo en casa, ahora acompañados de su hija y su novio, un cordobés muy majo, que pronto contraerán matrimonio a los que Laly y yo auguramos y deseamos un feliz y maravilloso futuro.
Fue corta la visita pero intensa, nos abrazamos, comimos juntos, recordmos aquellos tiempos, dimos un abrazo para Jesús el padre de Mari Sol, que aún vive, y para el resto de la familia y yo les dije que me esperaran por allí, porque si Dios quiere, antes de abandonar este mundo, el Maestro de Somaén, como todos me conocían entonces por aquellos lares, se dará otra vuelta por aquel pueblo que cuando yo salí de allí, a las 5 de la mañana estaban todos, mujeres, hombres y niños allí en la calle para despedirme. Y eso no se puede olvidar nunca. Gracias familia, gracias Somaén
Hace unos días vinieron a vernos unos amigos de Soria, son unos amigos muy especiales, unos amigos que llevo en el alma desde hace más de 57 años y eso que estamos a 650 kms de distancia. Y es que cuando manda el corazón, nada ni nadie, puede romper los vínculos de cualquier índole.
Todo sucedió cuando un joven fuensanteño en 1.965 fue destinado como Maestro Nacional, tras haber aprobado las oposiciones a Magisterio, fue destinado en su propiedad definitiva a Somaén un pueplo de Soria que estaba entonces, en la carretera general Madrid-Zaragoza y la familia Martinez-Esteban, que tenían allí un restaurante, decidieron acogerma en su casa ofreciéndome comida y cama, cuando ellos no tenían huéspedes. Permanecí allí dos cursos donde pude disfrutar de una gran amistad y todo el cariño que me hacía ser uno más de la familia y encontrarme como en mi propia casa. A eso hay que unir que aquel pueblo humilde, trabajador, noble y honesto, virtudes inherentes a las gentes de Castilla, también me acogió desde el primer día como algo suyo, me arroparon, me aceptaron y aplaudieron mi labor, aformando todos una unión que fue lo que selló nuestros lazos de amistad para siempre.
Mari Sol, la hija mayor del matrimonio, que entonces era una niña preciosa de unos 9 ó 10 años, fue la primera que dió el paso y junto con su esposo Pedro aragones, auténtico, nos hicieron la primera visita a Estepona hace ahora cinco años. Después nosotros en 2019, unos meses antes de que apareciera la dichosa pandemia, le devolvimos la visita y hace unos día tuvimos la inmensa alegría de recibirlos de nuevo en casa, ahora acompañados de su hija y su novio, un cordobés muy majo, que pronto contraerán matrimonio a los que Laly y yo auguramos y deseamos un feliz y maravilloso futuro.
Fue corta la visita pero intensa, nos abrazamos, comimos juntos, recordmos aquellos tiempos, dimos un abrazo para Jesús el padre de Mari Sol, que aún vive, y para el resto de la familia y yo les dije que me esperaran por allí, porque si Dios quiere, antes de abandonar este mundo, el Maestro de Somaén, como todos me conocían entonces por aquellos lares, se dará otra vuelta por aquel pueblo que cuando yo salí de allí, a las 5 de la mañana estaban todos, mujeres, hombres y niños allí en la calle para despedirme. Y eso no se puede olvidar nunca. Gracias familia, gracias Somaén