EL HERRERO
Era en aquellos años de 1950 la herrería un oficio indispensable para elaborar la maquinaria y los utensilios necesarios para el desenvolvimiento de los diferentes trabajos y oficios, porque entonces no existían los motores, todo se movía mediante poleas y a golpe de martillo y de fragua.
Era por tanto en aquella época un negocio rentable la herrería y el oficio de herrero.
Que yo recuerde en Fuensanta habían tres negocios de este tipo. El de Cherpes que pertenecía a la familia Hinojosa que estaba ubicado en la carretera de Valdepeñas, junto al entonces matadero donde hoy está la casa del fallecido Juan Pérez, el de la caja de Ahorros de Córdoba.
Esta familia estaba formada por cuatros varones y dos hembras los varones eran Paco, Pepe, David y Manolo, una hija soltera que se llamaba Hortensia y la otra, cuyo nombre no recuerdo, casada con Manolo Sánchez.
Esta herrería era como más importante, como más avanzada. En ella se hacían toda clase de utensilios para las casas, para la construcción y para el campo; badiles, candiles, tenazas, braseros, ventanas, rejas, puertas, arados, picos, palas, azadas, y algún que otro toque en la incipiente mecánica de los coches y de los neumáticos,
Con el tiempo esta familia se fue trasladando al exterior buscando nuevas salidas para para el futuro de sus miembros y casi todos ellos se establecieron en Madrid donde el único que todavía vive, es el menor Manolo que tenía un piso en el edificio nuevo del paseo de la fuente donde estaba al antiguo Patio Andaluz y que venía a menudo por el pueblo. David, ya fallecido, también tenía una casa en el Paseo de Colón y le gustaba mucho venir a Fuensanta y frecuentar el casino para jugar sus partidas con los amigos.
Había otro herrero llamado Peñilla, que después su hijo continúo el oficio, este negocio era más pequeño y de menos entidad y recuerdo que su especialidad era reparar con estaño los cacharros de cocina de las mujeres, los cubos de zinc, los cántaros del aceite, las ánforas y también en cerrar y estañar las latas que las madres enviaban a sus hijos con productos de la matanza cuando estaban en la mili, estudiando o trabajando, fuera del pueblo. Esto lo se cierto porque mi madre me las enviaba a Jaén cuando estudiaba y a las Milicias. A este respecto tengo un amigo en Valencia, donde voy con frecuencia a casa de mi César, y este valenciano, que era compañero mío de tienda en la mili, cuando nos juntamos me dice: Que buenos eran los chorizos y el lomo de tu pueblo.
El tercero era Parrón, quizás el más famoso, tal vez que fuera por su simpatía, por su inocencia y por su desinterés en el aspecto económico y por su peculiar forma de ser y de comportarse con todo el mundo. Me refiero a Parrón hijo, que fue el que yo traté y conocí, el padre fue el que montó el negocio, tenía al menos tres hijas y el varón Antonio. Creo que vive aún una de esas hijas los demás ya han fallecido todos.
Este establecimiento estaba situado en la calle Real en una especie de solar que se metía para adentro dejando bastante espacio libre en la calle y un poco levantado del suelo. Una persona muy importante dentro del negocio era Victoriano Ansino empleado de Antonio que siempre estuvo trabajando con él. Yo recuerdo de esta fragua que allí íbamos a que Victoriano nos pusiera las púas a los trompos (peonzas) para poder competir airosamente en los juegos con los amigos. Además Victoriano siempre ha sido amigo y cliente mío y se fue a vivir como vecino el lado de nuestro Almacén,
De Antonio Parrón podía contar muchas anécdotas pero para mi la más graciosa fue la que me contaron de su forma de llevar las cuentas del negocio y de la oficina tan particular que el tenía.
Cuando hacían algún trabajo Antonio cogía un lápiz y un papel de estraza y apuntaba: Al tontico reparar el azadón 3 reales,. A Migas gordas arreglar el arado 3 pesetas. A Pelusa in palustre 1 peseta,
Al novio de Mama una ventana 5 pesetas. Estas eran sus facturas y su contabilidad.
Decían que el padre de Antonio era bastante celoso y un día que revisando las cuentas se encontró con la factura del novio de Mama, salió corriendo detrás de su hijo, con el martillo en la mano; no te da vergüenza de recordarme a mi lo del novio de tu madre. En fin, así era Parrón no me negaréis que tiene mucha gracia.
Era en aquellos años de 1950 la herrería un oficio indispensable para elaborar la maquinaria y los utensilios necesarios para el desenvolvimiento de los diferentes trabajos y oficios, porque entonces no existían los motores, todo se movía mediante poleas y a golpe de martillo y de fragua.
Era por tanto en aquella época un negocio rentable la herrería y el oficio de herrero.
Que yo recuerde en Fuensanta habían tres negocios de este tipo. El de Cherpes que pertenecía a la familia Hinojosa que estaba ubicado en la carretera de Valdepeñas, junto al entonces matadero donde hoy está la casa del fallecido Juan Pérez, el de la caja de Ahorros de Córdoba.
Esta familia estaba formada por cuatros varones y dos hembras los varones eran Paco, Pepe, David y Manolo, una hija soltera que se llamaba Hortensia y la otra, cuyo nombre no recuerdo, casada con Manolo Sánchez.
Esta herrería era como más importante, como más avanzada. En ella se hacían toda clase de utensilios para las casas, para la construcción y para el campo; badiles, candiles, tenazas, braseros, ventanas, rejas, puertas, arados, picos, palas, azadas, y algún que otro toque en la incipiente mecánica de los coches y de los neumáticos,
Con el tiempo esta familia se fue trasladando al exterior buscando nuevas salidas para para el futuro de sus miembros y casi todos ellos se establecieron en Madrid donde el único que todavía vive, es el menor Manolo que tenía un piso en el edificio nuevo del paseo de la fuente donde estaba al antiguo Patio Andaluz y que venía a menudo por el pueblo. David, ya fallecido, también tenía una casa en el Paseo de Colón y le gustaba mucho venir a Fuensanta y frecuentar el casino para jugar sus partidas con los amigos.
Había otro herrero llamado Peñilla, que después su hijo continúo el oficio, este negocio era más pequeño y de menos entidad y recuerdo que su especialidad era reparar con estaño los cacharros de cocina de las mujeres, los cubos de zinc, los cántaros del aceite, las ánforas y también en cerrar y estañar las latas que las madres enviaban a sus hijos con productos de la matanza cuando estaban en la mili, estudiando o trabajando, fuera del pueblo. Esto lo se cierto porque mi madre me las enviaba a Jaén cuando estudiaba y a las Milicias. A este respecto tengo un amigo en Valencia, donde voy con frecuencia a casa de mi César, y este valenciano, que era compañero mío de tienda en la mili, cuando nos juntamos me dice: Que buenos eran los chorizos y el lomo de tu pueblo.
El tercero era Parrón, quizás el más famoso, tal vez que fuera por su simpatía, por su inocencia y por su desinterés en el aspecto económico y por su peculiar forma de ser y de comportarse con todo el mundo. Me refiero a Parrón hijo, que fue el que yo traté y conocí, el padre fue el que montó el negocio, tenía al menos tres hijas y el varón Antonio. Creo que vive aún una de esas hijas los demás ya han fallecido todos.
Este establecimiento estaba situado en la calle Real en una especie de solar que se metía para adentro dejando bastante espacio libre en la calle y un poco levantado del suelo. Una persona muy importante dentro del negocio era Victoriano Ansino empleado de Antonio que siempre estuvo trabajando con él. Yo recuerdo de esta fragua que allí íbamos a que Victoriano nos pusiera las púas a los trompos (peonzas) para poder competir airosamente en los juegos con los amigos. Además Victoriano siempre ha sido amigo y cliente mío y se fue a vivir como vecino el lado de nuestro Almacén,
De Antonio Parrón podía contar muchas anécdotas pero para mi la más graciosa fue la que me contaron de su forma de llevar las cuentas del negocio y de la oficina tan particular que el tenía.
Cuando hacían algún trabajo Antonio cogía un lápiz y un papel de estraza y apuntaba: Al tontico reparar el azadón 3 reales,. A Migas gordas arreglar el arado 3 pesetas. A Pelusa in palustre 1 peseta,
Al novio de Mama una ventana 5 pesetas. Estas eran sus facturas y su contabilidad.
Decían que el padre de Antonio era bastante celoso y un día que revisando las cuentas se encontró con la factura del novio de Mama, salió corriendo detrás de su hijo, con el martillo en la mano; no te da vergüenza de recordarme a mi lo del novio de tu madre. En fin, así era Parrón no me negaréis que tiene mucha gracia.