Un quijote de nuestro tiempo
Estaba Sancho sentado en su lujoso sillón, más aburrido que una margarita en un desierto, le daba vueltas a un boli, hacía cuatro rayas, lo guardaba en su funda, lo volvía a sacar, miraba a través de unas cristaleras enormes desde donde se veía todo Madrid. En esto que sonó el interfono de su escritorio y una voz femenina le anunció…D. Sancho, hay un Sr. que dice querer hablar con usted, su presencia no me ha gustado mucho, es un hombre demacrado, pálido y delgaducho, vestido con unos harapos y la mirada, parece tener desencajada; Dice llamarse Sr. Quijote.
Está bien, hágale pasar y nos enteraremos qué diablos quiere, precisamente ahora, con el trabajo que tengo.
Pasó D. quijote al despacho, después de llamar un par de veces, con cara de asustado y sin atreverse a mirar al frente, le dijo: Buenas tardes D. Panza, ¿puedo pasar? me gustaría enseñarle algo, dijo, a la vez que alzaba en su mano unas cuartillas de papel.
Bueno, bueno, exclamó Sancho, pero al grano, y abrevie, que no tengo toda la tarde.
¿Perdone que le moleste, pero…ha oído hablar de los cuatrocientos aniversarios de D. quijote?
Pues claro que sí, ¿acaso me tiene por un ignorante y desinformado como usted?, y hablando de usted…quién es usted?
Yo soy D. Quijote, para servirle.
Ah, ya veo por donde va, usted quiere pretender que yo me crea que tiene 400 años.
Nooo, verá, es que hay un libro…
¿Un libro?
Sí, un libro, una novela, que escribió un tal Cervantes, el libro es el que tiene cuatrocientos años, yo no, ni usted tampoco, tanto usted como yo no somos reales, somos ficción, imaginación y personaje de ese Cervantes, ¿acaso no lo conoce?
Pues no, no tengo el gusto, pero dígame, ¿que tengo yo que ver con eso?, de qué va ese libro? y porque me llama personaje?, personaje lo será usted.
Perdóneme D. Panza, pero está equivocado, personajes somos los dos, somos los protagonistas, y es por eso de mi visita, porque debemos comportarnos tal y como dice el libro, porqué como le digo, ni usted ni yo somos reales.
Y eso…como se hace?, ¿yo no he leído el libro, quien soy yo? y quien es usted?
Entonces D. Quijote, alzándose y estirándose le dijo: yo soy D. quijote, el más valiente caballero que ha parido ninguna historia, y usted es Sancho, mi fiel y leal escudero, el libro, yo tampoco lo he leído, pero más o manos me sé la historia, así que si le parece bien, nos metemos en el libro y que el público decida, le parece bien?
Bueno, bueno, pues usted dirá lo que necesita, y en donde transcurre la obra.
Transcurre en lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme. Todo caballero ha de tener su lanza, eso ha de ser el empezar, y para eso me ha de servir ese boli que tiene en sus manos. (y arrebatándole el boli, lo encajó debajo el brazo y se puso en guardia)
Ves, Sancho?, esos gigantes molinos que allá abajo mueven sus aspas?, pues con esta lanza, les haré mil pedazos.
¿Gigantes?, pero si esas personas son el público.
Amigo Sancho, el libro dice que son gigantes, y gigantes han de ser, porque así los veo yo y así lo escribió Cervantes.
Sin decir más palabras, D. Quijote montó sobre una silla con ruedas y dando pedaladas salió por la puerta con el boli apuntando al frente; No fullais cobardes, que por mucho que os movaís, a cada cual yo daré su merecido, siendo esta batalla digna de encabezar la mejor historia.
Sancho no daba crédito a lo que veía, por unos momentos quedó alelado y pensando si habría algo de verdad en todo eso, porque, vagamente, empezaba a recordar, que en otros tiempos algo había leído de ese tan famoso libro, y recordaba que el Hidalgo, no pudo vencer a los molinos, quedando maltrecho en los campos de La Mancha.
Salió de su despacho gritando... mi señor, mi señor, que he leído en ese libro, que esta batalla ya la tiene ganada, y que el mundo necesita de su brazo para enderezar otros entuertos mas urgentes que este. Al oír estas palabras, D. Quijote paró su intento, puso en firme su boli y apeose de la silla, sintiéndose orgulloso y el más solicitado de cuantos caballeros había sobre la tierra.
Sancho, logró calmar a D, Quijote, y consiguió llevarlo hasta un restaurante donde le sirvieron un filete de merluza, la cual, tal y como estaba servida, se le representaba a la famosa tira de bacalao, y enseguida llamó al "mesonero",! Segoviano! por su bien se lo digo, espero que esta vez, no parezca una mojama, ni le sobre tanta sal.
A todo esto, D. quijote, ya terminaba con su filete de merluza, y Sancho se aguantaba la cabeza en un rincón, como si esta le doliera, quizás de aguantar tan larga charla?, pues vaya usted a saber, por en ese rato, le habló de cómo ellos han sido los elegidos para salvar al mundo, que ha caído en una gran desgracia, y solo la valentía de un caballero como él podría sanarla, a no ser que también lo hiciera algunos de los muchos encantadores que hay por estos pueblos; así, le contó cuanto sufrimiento y penar llevaba encima, por no poder contactar con su sin igual Dulcinea, Princesa de toda la Mancha y aún de sus alrededores.
Sancho, de vez en cuando asentía, y pronunciaba algunas palabras de alivio.
Sepa vuestra merced, que no es bueno sufrir tanto, porque a pesar de que el sufrimiento y la pena se hicieron para los hombres, si se sufre demasiado, los hombres, se vuelven bestias.
Estaba Sancho sentado en su lujoso sillón, más aburrido que una margarita en un desierto, le daba vueltas a un boli, hacía cuatro rayas, lo guardaba en su funda, lo volvía a sacar, miraba a través de unas cristaleras enormes desde donde se veía todo Madrid. En esto que sonó el interfono de su escritorio y una voz femenina le anunció…D. Sancho, hay un Sr. que dice querer hablar con usted, su presencia no me ha gustado mucho, es un hombre demacrado, pálido y delgaducho, vestido con unos harapos y la mirada, parece tener desencajada; Dice llamarse Sr. Quijote.
Está bien, hágale pasar y nos enteraremos qué diablos quiere, precisamente ahora, con el trabajo que tengo.
Pasó D. quijote al despacho, después de llamar un par de veces, con cara de asustado y sin atreverse a mirar al frente, le dijo: Buenas tardes D. Panza, ¿puedo pasar? me gustaría enseñarle algo, dijo, a la vez que alzaba en su mano unas cuartillas de papel.
Bueno, bueno, exclamó Sancho, pero al grano, y abrevie, que no tengo toda la tarde.
¿Perdone que le moleste, pero…ha oído hablar de los cuatrocientos aniversarios de D. quijote?
Pues claro que sí, ¿acaso me tiene por un ignorante y desinformado como usted?, y hablando de usted…quién es usted?
Yo soy D. Quijote, para servirle.
Ah, ya veo por donde va, usted quiere pretender que yo me crea que tiene 400 años.
Nooo, verá, es que hay un libro…
¿Un libro?
Sí, un libro, una novela, que escribió un tal Cervantes, el libro es el que tiene cuatrocientos años, yo no, ni usted tampoco, tanto usted como yo no somos reales, somos ficción, imaginación y personaje de ese Cervantes, ¿acaso no lo conoce?
Pues no, no tengo el gusto, pero dígame, ¿que tengo yo que ver con eso?, de qué va ese libro? y porque me llama personaje?, personaje lo será usted.
Perdóneme D. Panza, pero está equivocado, personajes somos los dos, somos los protagonistas, y es por eso de mi visita, porque debemos comportarnos tal y como dice el libro, porqué como le digo, ni usted ni yo somos reales.
Y eso…como se hace?, ¿yo no he leído el libro, quien soy yo? y quien es usted?
Entonces D. Quijote, alzándose y estirándose le dijo: yo soy D. quijote, el más valiente caballero que ha parido ninguna historia, y usted es Sancho, mi fiel y leal escudero, el libro, yo tampoco lo he leído, pero más o manos me sé la historia, así que si le parece bien, nos metemos en el libro y que el público decida, le parece bien?
Bueno, bueno, pues usted dirá lo que necesita, y en donde transcurre la obra.
Transcurre en lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme. Todo caballero ha de tener su lanza, eso ha de ser el empezar, y para eso me ha de servir ese boli que tiene en sus manos. (y arrebatándole el boli, lo encajó debajo el brazo y se puso en guardia)
Ves, Sancho?, esos gigantes molinos que allá abajo mueven sus aspas?, pues con esta lanza, les haré mil pedazos.
¿Gigantes?, pero si esas personas son el público.
Amigo Sancho, el libro dice que son gigantes, y gigantes han de ser, porque así los veo yo y así lo escribió Cervantes.
Sin decir más palabras, D. Quijote montó sobre una silla con ruedas y dando pedaladas salió por la puerta con el boli apuntando al frente; No fullais cobardes, que por mucho que os movaís, a cada cual yo daré su merecido, siendo esta batalla digna de encabezar la mejor historia.
Sancho no daba crédito a lo que veía, por unos momentos quedó alelado y pensando si habría algo de verdad en todo eso, porque, vagamente, empezaba a recordar, que en otros tiempos algo había leído de ese tan famoso libro, y recordaba que el Hidalgo, no pudo vencer a los molinos, quedando maltrecho en los campos de La Mancha.
Salió de su despacho gritando... mi señor, mi señor, que he leído en ese libro, que esta batalla ya la tiene ganada, y que el mundo necesita de su brazo para enderezar otros entuertos mas urgentes que este. Al oír estas palabras, D. Quijote paró su intento, puso en firme su boli y apeose de la silla, sintiéndose orgulloso y el más solicitado de cuantos caballeros había sobre la tierra.
Sancho, logró calmar a D, Quijote, y consiguió llevarlo hasta un restaurante donde le sirvieron un filete de merluza, la cual, tal y como estaba servida, se le representaba a la famosa tira de bacalao, y enseguida llamó al "mesonero",! Segoviano! por su bien se lo digo, espero que esta vez, no parezca una mojama, ni le sobre tanta sal.
A todo esto, D. quijote, ya terminaba con su filete de merluza, y Sancho se aguantaba la cabeza en un rincón, como si esta le doliera, quizás de aguantar tan larga charla?, pues vaya usted a saber, por en ese rato, le habló de cómo ellos han sido los elegidos para salvar al mundo, que ha caído en una gran desgracia, y solo la valentía de un caballero como él podría sanarla, a no ser que también lo hiciera algunos de los muchos encantadores que hay por estos pueblos; así, le contó cuanto sufrimiento y penar llevaba encima, por no poder contactar con su sin igual Dulcinea, Princesa de toda la Mancha y aún de sus alrededores.
Sancho, de vez en cuando asentía, y pronunciaba algunas palabras de alivio.
Sepa vuestra merced, que no es bueno sufrir tanto, porque a pesar de que el sufrimiento y la pena se hicieron para los hombres, si se sufre demasiado, los hombres, se vuelven bestias.
Buen relato Juam217.
La reflexión final de Sancho, sigue siendo de hoy:"Sepa vuestra merced, que no es bueno sufrir tanto, porque a pesar de que el sufrimiento y la pena se hicieron para los hombres, si se sufre demasiado, los hombres, se vuelven bestias".
La reflexión final de Sancho, sigue siendo de hoy:"Sepa vuestra merced, que no es bueno sufrir tanto, porque a pesar de que el sufrimiento y la pena se hicieron para los hombres, si se sufre demasiado, los hombres, se vuelven bestias".