Aquella noche
! Que suerte tenéis!, dormís como lirones, y además sois vosotros los que decidís cuando y cuanto, yo me acabo de tomar la segunda pastilla, todo puede ser que me entre el sueño para cuando toque el reloj,! maldito sueño!.
En estos momentos, me acordaba de una noche estando de vacaciones en el pueblo, era tal el calor que hacía, que intenté dormir en el corral, allí tendí una hamaca, entre el olivo y el peral, en un principio pensé... esto es la gloria.
¿No habían pasado cinco minutos, y tres o cuatro hormigas negras y chiquininas me habían caído del peral, mosquitos?, todos los mosquitos de la zona se habían dado cita aquella moche en mi corral, menos mal que mirando al cielo, compensaba un poquito los picotazos de esos bichos, que en esas noches de calor, son capaces de hasta picarles hasta al tren.
Hubo un momento de tregua, y cansado que estaba, parecía que el sueño, le iba ganando la batalla a los mosquitos, y yo cerré los ojos y esperé...
cri cri cri cri, cri cri, empezó a cantar un grillo, ese martirizante cante, venía del extremo de abajo, donde la pared del corral se junta con la del vecino, me acerqué a él muy despacio, intentando saber detrás de que piedra se escondía, pero no había manera, cuando estaba a unos dos metros de él, sus radares detectan mi presencia y entonces los muy putos se callan, no me quedaba más que un remedio, mudar la hamaca hacia el lado de la pared.
Me sentí victorioso, y ya sentía que el sueño me dominaba y en ello estaba cuando en el otro extremo, otro maldito grillo, empezaba a cantarme de nuevo la canción... cri cri cri cri cri, cri cri, ri cri, el cabreo de aquella noche, quizás os lo cuente en otra ocasión.
! Que suerte tenéis!, dormís como lirones, y además sois vosotros los que decidís cuando y cuanto, yo me acabo de tomar la segunda pastilla, todo puede ser que me entre el sueño para cuando toque el reloj,! maldito sueño!.
En estos momentos, me acordaba de una noche estando de vacaciones en el pueblo, era tal el calor que hacía, que intenté dormir en el corral, allí tendí una hamaca, entre el olivo y el peral, en un principio pensé... esto es la gloria.
¿No habían pasado cinco minutos, y tres o cuatro hormigas negras y chiquininas me habían caído del peral, mosquitos?, todos los mosquitos de la zona se habían dado cita aquella moche en mi corral, menos mal que mirando al cielo, compensaba un poquito los picotazos de esos bichos, que en esas noches de calor, son capaces de hasta picarles hasta al tren.
Hubo un momento de tregua, y cansado que estaba, parecía que el sueño, le iba ganando la batalla a los mosquitos, y yo cerré los ojos y esperé...
cri cri cri cri, cri cri, empezó a cantar un grillo, ese martirizante cante, venía del extremo de abajo, donde la pared del corral se junta con la del vecino, me acerqué a él muy despacio, intentando saber detrás de que piedra se escondía, pero no había manera, cuando estaba a unos dos metros de él, sus radares detectan mi presencia y entonces los muy putos se callan, no me quedaba más que un remedio, mudar la hamaca hacia el lado de la pared.
Me sentí victorioso, y ya sentía que el sueño me dominaba y en ello estaba cuando en el otro extremo, otro maldito grillo, empezaba a cantarme de nuevo la canción... cri cri cri cri cri, cri cri, ri cri, el cabreo de aquella noche, quizás os lo cuente en otra ocasión.