HOGAR DULCE HOGAR
He estado en mi pueblo, ese precioso enclave de la Sierra Sur de Jaén, FUENSANTA, que hace ya 22 años que dejé para trasladarme a la Costa del Sol, con el fin de encontrar un clima y un entorno más propicio para la monótona y cotidiana rutina, diaria, de esa vida de jubilado a la que acababa de llagar en el año 2000.
Claro que yo no me he olvidado, en absoluto, en todo ese tiempo y mientras viva, de ese lugar donde yo estoy tan orgulloso de haber nacido. Con tal motivo todavía tengo allí mi casa, mi hogar, donde criamos a nuestros tres hijos y donde año tras año hemos venido utilizando para reunirnos todos y celebrar Navidad, Semana Santa, verano y sus fiestas mayores de Septiembre, en honor de nuestra patrona la Virgen de la Fuensanta.
Bueno pues hace unos días hemos estado allí, por última vez, el motivo la celebración familiar de la comunión de uno de mis nietos, que en mayo no pudimos hacer todos y ahora aprovechando la presencia de mi César y su familia en Fuensanta, y mi Simón he hijos, la hemos celebrado con la asistencia de mi hermana Carmela y mi sobrina Mari Carmen y marido, en el Bar Restaurante Paraíso que está muy cerca de casa. Qué por cierto he encontrado muy cambiado, para bien, y donde disfrutamos de una comida exquisita.
Y cada vez que voy por allí siento la nostalgia y la pena de ver aquel dulce hogar, donde casi 20 años estuvimos tan felices nuestros hijos y nosotros, que ahora el tiempo había hecho que quedara en segundo lugar de residencia porque ellos volaron de su nido, ellos buscaron su trabajo y su vida fuera del pueblo y, nosotros ya mayores al quedarnos solos, creímos mejor asentar nuestra etapa de jubilados junto al mar, que tanto nos había gustado siempre y que tanto habíamos soñado para nuestro descanso final.
Ha sido una fugaz visita, tres días, pero lo suficiente para beber agua de la fuente de la Negra, para dormir en nuestras camas tomar unas copas en el bar, pero lo malo ha sido la poca relación que hemos tenido con el pueblo, con nuestros paisanos, porque con los calores de agosto, y las vacaciones estivales, nuestro querido pueblo estaba deshabitado, las calles vacías y una sensación de pueblo abandonado. Aunque lo cierto es que su belleza está allí, su paisaje está inalterable, sus fuentes siguen manando ese agua tan necesaria para el cuerpo, para el campo y hasta para el alma de los fuensanteños y esa preciosa Virgen, madre nuestra, que sigue protegiendo y cuidando a todos sus vecinos. Fuensanta es maravillosa y los fuensanteños también lo somos, además la prueba de que todo marcha bien es que los que no estaban allí estaban disfrutando de sus vacaciones, un síntoma inequívoco de bonanza y bienestar. Un abrazo para todos.
He estado en mi pueblo, ese precioso enclave de la Sierra Sur de Jaén, FUENSANTA, que hace ya 22 años que dejé para trasladarme a la Costa del Sol, con el fin de encontrar un clima y un entorno más propicio para la monótona y cotidiana rutina, diaria, de esa vida de jubilado a la que acababa de llagar en el año 2000.
Claro que yo no me he olvidado, en absoluto, en todo ese tiempo y mientras viva, de ese lugar donde yo estoy tan orgulloso de haber nacido. Con tal motivo todavía tengo allí mi casa, mi hogar, donde criamos a nuestros tres hijos y donde año tras año hemos venido utilizando para reunirnos todos y celebrar Navidad, Semana Santa, verano y sus fiestas mayores de Septiembre, en honor de nuestra patrona la Virgen de la Fuensanta.
Bueno pues hace unos días hemos estado allí, por última vez, el motivo la celebración familiar de la comunión de uno de mis nietos, que en mayo no pudimos hacer todos y ahora aprovechando la presencia de mi César y su familia en Fuensanta, y mi Simón he hijos, la hemos celebrado con la asistencia de mi hermana Carmela y mi sobrina Mari Carmen y marido, en el Bar Restaurante Paraíso que está muy cerca de casa. Qué por cierto he encontrado muy cambiado, para bien, y donde disfrutamos de una comida exquisita.
Y cada vez que voy por allí siento la nostalgia y la pena de ver aquel dulce hogar, donde casi 20 años estuvimos tan felices nuestros hijos y nosotros, que ahora el tiempo había hecho que quedara en segundo lugar de residencia porque ellos volaron de su nido, ellos buscaron su trabajo y su vida fuera del pueblo y, nosotros ya mayores al quedarnos solos, creímos mejor asentar nuestra etapa de jubilados junto al mar, que tanto nos había gustado siempre y que tanto habíamos soñado para nuestro descanso final.
Ha sido una fugaz visita, tres días, pero lo suficiente para beber agua de la fuente de la Negra, para dormir en nuestras camas tomar unas copas en el bar, pero lo malo ha sido la poca relación que hemos tenido con el pueblo, con nuestros paisanos, porque con los calores de agosto, y las vacaciones estivales, nuestro querido pueblo estaba deshabitado, las calles vacías y una sensación de pueblo abandonado. Aunque lo cierto es que su belleza está allí, su paisaje está inalterable, sus fuentes siguen manando ese agua tan necesaria para el cuerpo, para el campo y hasta para el alma de los fuensanteños y esa preciosa Virgen, madre nuestra, que sigue protegiendo y cuidando a todos sus vecinos. Fuensanta es maravillosa y los fuensanteños también lo somos, además la prueba de que todo marcha bien es que los que no estaban allí estaban disfrutando de sus vacaciones, un síntoma inequívoco de bonanza y bienestar. Un abrazo para todos.