EL ACCIDENTE
Era el año 1968, yo había venido ya de Somaén (Soria) a Villardompardo donde había pedido traslado para volver a nuestra tierra y desarrollar mi vida profesional cerca de mi novia que vivía en Jaén. Cómo ya habíamos pensado en casarnos decidí ir a Córdoba a comprarle el regalo de pedida para que posteriormente fuésemos a Jaén, mis padres y yo, ha hacer el acto de pedida a fijar ya la fecha de la boda y todos los preparativos que ese acto conlleva.
Elegimos córdoba porque además de ser una ciudad muy joyera, donde hay muchos artesanos que elaboran en sus propios talleres toda clase de joyas, mi suegro tenía allí un hermano que era profesor de música de la Universidad laboral y conocía a una familia que las fabricaba y las vendía en su casa y nos hacían un buen precio.
Para tal fin invité a mi gran amigo Rafael Ansino Peña, (Rafalito), para que me acompañara y de paso tomábamos unas copas de ese gran vivo cordobés de la zona de Montilla- Moriles que se elabora por esas tierras cordobesas.
Salimos temprano, llegamos a Córdoba con mi Saeat 600, fuimos a casa del tío de Laly y una prima de ella nos llevó hasta la casa-tienda de aquellos amigos suyos y compramos el regalo que resultó ser una pulsera de oro muy original, hecha con varios cordones entrelazados a modo de cuerda o soga, que gustaría mucho después a mi prometida y a toda la familia. La prima de Laly se marchó a su casa y Rafa y yo tuvimos que esperar como un par de horas para que le grabaran el nombre y la dedicatoria que yo le quise poner.
Nos salimos a dar uaa vuelta. por la parte de las juderías donde hay infinidad de bares de copas, restaurantes y esas tapas tan típicas cordobesas y allí empezamos la juerga.. Volvimos a recoger el regalo y ya decidimos iniciar el regreso a Fuensanta. El problema fue que la juerga continuó y paramos en el Carpio, paramos en Bujalance, paramos en Porcuna, y nos pasamos de rosca.
Como consecuencia de aquel error de juventud cuando pasamos el cruce de Villardompardo, que era el pueblo donde yo ya estaba ejerciendo como maestro, en una recta muy larga que había a la salida de unas curvas, yo me despisté charlando con Rafa, me metí en la cuneta, el coche quedó con las ruedas para arriba y yo fui e. que escapó peor porque el para sol que llevan todos los coches en el techo era de plástico duro, con el golpe se partió y me hizo una brecha en la frente bastante grande, a Rafa gracias a Dios no le pasó nada. Salimos como pudimos por el hueco del cristal, y un coche que paró a atendernos nos llevó a Torredonjimeno donde un practicante me curó me dio once puntos de sutura y llegamos al pueblo con el regalo en el bolsillo, con el coche hecho polvo y con el cuerpo herido y magullado.
Ese ha sido, hasta ahora, mi único accidente en 50 años de conductor pero ahora comprendo que la juventud, la permisividad, entonces no se penalizaba ni se controlaba el alcohol, la velocidad, el poder fumar conduciendo y una serie de limitaciones que de haber existido entonces tal vez el susto y el golpe nos lo hubiéramos evitado. Está claro que la culpa fue mía, tal vez nuestra, pero cuando uno tiene veinte años y toda la gana del mundo de vivir, una fuerza y un vigor que ya lo quisiera yo para mi ahora, todo lo ves de color de rosa, Y desde luego que ese accidente, el miedo que se pasa, el riesgo que uno ve que tiene su vida y la de los que te acompañan, fue lo que me sirvió para tener más cuidado en lo sucesivo y conducir con más responsabilidad. Desde aquí un fuerte abrazo para mi amigo Rafa.
Era el año 1968, yo había venido ya de Somaén (Soria) a Villardompardo donde había pedido traslado para volver a nuestra tierra y desarrollar mi vida profesional cerca de mi novia que vivía en Jaén. Cómo ya habíamos pensado en casarnos decidí ir a Córdoba a comprarle el regalo de pedida para que posteriormente fuésemos a Jaén, mis padres y yo, ha hacer el acto de pedida a fijar ya la fecha de la boda y todos los preparativos que ese acto conlleva.
Elegimos córdoba porque además de ser una ciudad muy joyera, donde hay muchos artesanos que elaboran en sus propios talleres toda clase de joyas, mi suegro tenía allí un hermano que era profesor de música de la Universidad laboral y conocía a una familia que las fabricaba y las vendía en su casa y nos hacían un buen precio.
Para tal fin invité a mi gran amigo Rafael Ansino Peña, (Rafalito), para que me acompañara y de paso tomábamos unas copas de ese gran vivo cordobés de la zona de Montilla- Moriles que se elabora por esas tierras cordobesas.
Salimos temprano, llegamos a Córdoba con mi Saeat 600, fuimos a casa del tío de Laly y una prima de ella nos llevó hasta la casa-tienda de aquellos amigos suyos y compramos el regalo que resultó ser una pulsera de oro muy original, hecha con varios cordones entrelazados a modo de cuerda o soga, que gustaría mucho después a mi prometida y a toda la familia. La prima de Laly se marchó a su casa y Rafa y yo tuvimos que esperar como un par de horas para que le grabaran el nombre y la dedicatoria que yo le quise poner.
Nos salimos a dar uaa vuelta. por la parte de las juderías donde hay infinidad de bares de copas, restaurantes y esas tapas tan típicas cordobesas y allí empezamos la juerga.. Volvimos a recoger el regalo y ya decidimos iniciar el regreso a Fuensanta. El problema fue que la juerga continuó y paramos en el Carpio, paramos en Bujalance, paramos en Porcuna, y nos pasamos de rosca.
Como consecuencia de aquel error de juventud cuando pasamos el cruce de Villardompardo, que era el pueblo donde yo ya estaba ejerciendo como maestro, en una recta muy larga que había a la salida de unas curvas, yo me despisté charlando con Rafa, me metí en la cuneta, el coche quedó con las ruedas para arriba y yo fui e. que escapó peor porque el para sol que llevan todos los coches en el techo era de plástico duro, con el golpe se partió y me hizo una brecha en la frente bastante grande, a Rafa gracias a Dios no le pasó nada. Salimos como pudimos por el hueco del cristal, y un coche que paró a atendernos nos llevó a Torredonjimeno donde un practicante me curó me dio once puntos de sutura y llegamos al pueblo con el regalo en el bolsillo, con el coche hecho polvo y con el cuerpo herido y magullado.
Ese ha sido, hasta ahora, mi único accidente en 50 años de conductor pero ahora comprendo que la juventud, la permisividad, entonces no se penalizaba ni se controlaba el alcohol, la velocidad, el poder fumar conduciendo y una serie de limitaciones que de haber existido entonces tal vez el susto y el golpe nos lo hubiéramos evitado. Está claro que la culpa fue mía, tal vez nuestra, pero cuando uno tiene veinte años y toda la gana del mundo de vivir, una fuerza y un vigor que ya lo quisiera yo para mi ahora, todo lo ves de color de rosa, Y desde luego que ese accidente, el miedo que se pasa, el riesgo que uno ve que tiene su vida y la de los que te acompañan, fue lo que me sirvió para tener más cuidado en lo sucesivo y conducir con más responsabilidad. Desde aquí un fuerte abrazo para mi amigo Rafa.
D. Manuel, bonita historia y gracias a Dios con final feliz.
Un saludo cordial.
Un saludo cordial.
Muchas gracias por tu comentario. Mi saludo afectuoso.