LAS BIZCOTELAS DE ENCARNA
Hablaba yo el otro día de que en Fuensanta hay ejemplos de mujeres activas y empresarias y hoy les voy a hablar de otra aunque esta tenía un negocio algo más dulce, yo diría que muy dulce, una confitería o pastelería.
Se llamaba Encarna Santiago, Encarna la Gorda, vivía con su hermana Mercedes, ambas solteras, y tenían una confitería en la calle real, frente a la Plaza de Abastos. Junto a ellas había otra confitería que llamaban de Luquillas que eran de la misma familia que Encarna pero que su calidad era mucho más inferior aunque también recuerdo de aquella que hacían muy bien los piononos. Había dos confiterías, pues en nuestro pueblo, allá por los años 1950, lo que demuestra que siempre fue Fuensanta un pueblo emprendedor y laborioso.
Encarna fue una mujer especial en muchos sentidos, ella fue la primera mujer que en Fuensanta tenía escopeta y participaba en cacerías, la primera que se sacó el carnet de conducir y tuvo un coche propio era un Renault Daufine
Encarna era una mujer abierta, simpática, bromista, dicharachera y fue muy amiga de mi padre con el que solía tomar alguna copa y con el que cazaba en muchas ocasiones.
Pero lo especial de Encarna, aquello en que más destacó, y por lo que se le recuerda más allí era por los dulces exquisitos que se hacían en su casa, por el turrón de almendra, en unas barras muy gruesas y muy largas que luego cortaban, perfectamente en cubos u rodajas y que era de una calidad envidiable que mejoraba en mucho el tradicional turrón de Jijona. Pero sobre todo lo que era el dulce estrella de esta confitería eran las bizcotelas que eran famosas por toda la comarca y que venían a comprar a la confitería muchas personas de los pueblos colindantes.
El inventor de la receta fue el padre de Encarna pero como ninguna de las hijas tuvo descendencia, y el único hijo que si le dio nietos D. Fidel Santiago, un gran Maestro, mi primer maestro, se marchó a Barcelona la continuidad de este negocio no fue posible y con Encarna también se marchó la receta porque la verdad es que aunque ellas tuvieron un empleado al que enseñaron el oficio que se llama Manuel Martín y que puso confitería en Martos, nunca fueron iguales sus bizcotelas que la de su jefa. Los sobrinos de Encarna, Fidelín, Maritere, Manolín y Marisa, Fidel y Manolín ya fallecidos, todos muy amigos míos y con los que todavía mantengo una buena relación, se dedicaron a estudiar una carrera y cambiaron las bizcotelas por los libros. Desde aquí un abrazo muy fuerte para todos ellos.
Hablaba yo el otro día de que en Fuensanta hay ejemplos de mujeres activas y empresarias y hoy les voy a hablar de otra aunque esta tenía un negocio algo más dulce, yo diría que muy dulce, una confitería o pastelería.
Se llamaba Encarna Santiago, Encarna la Gorda, vivía con su hermana Mercedes, ambas solteras, y tenían una confitería en la calle real, frente a la Plaza de Abastos. Junto a ellas había otra confitería que llamaban de Luquillas que eran de la misma familia que Encarna pero que su calidad era mucho más inferior aunque también recuerdo de aquella que hacían muy bien los piononos. Había dos confiterías, pues en nuestro pueblo, allá por los años 1950, lo que demuestra que siempre fue Fuensanta un pueblo emprendedor y laborioso.
Encarna fue una mujer especial en muchos sentidos, ella fue la primera mujer que en Fuensanta tenía escopeta y participaba en cacerías, la primera que se sacó el carnet de conducir y tuvo un coche propio era un Renault Daufine
Encarna era una mujer abierta, simpática, bromista, dicharachera y fue muy amiga de mi padre con el que solía tomar alguna copa y con el que cazaba en muchas ocasiones.
Pero lo especial de Encarna, aquello en que más destacó, y por lo que se le recuerda más allí era por los dulces exquisitos que se hacían en su casa, por el turrón de almendra, en unas barras muy gruesas y muy largas que luego cortaban, perfectamente en cubos u rodajas y que era de una calidad envidiable que mejoraba en mucho el tradicional turrón de Jijona. Pero sobre todo lo que era el dulce estrella de esta confitería eran las bizcotelas que eran famosas por toda la comarca y que venían a comprar a la confitería muchas personas de los pueblos colindantes.
El inventor de la receta fue el padre de Encarna pero como ninguna de las hijas tuvo descendencia, y el único hijo que si le dio nietos D. Fidel Santiago, un gran Maestro, mi primer maestro, se marchó a Barcelona la continuidad de este negocio no fue posible y con Encarna también se marchó la receta porque la verdad es que aunque ellas tuvieron un empleado al que enseñaron el oficio que se llama Manuel Martín y que puso confitería en Martos, nunca fueron iguales sus bizcotelas que la de su jefa. Los sobrinos de Encarna, Fidelín, Maritere, Manolín y Marisa, Fidel y Manolín ya fallecidos, todos muy amigos míos y con los que todavía mantengo una buena relación, se dedicaron a estudiar una carrera y cambiaron las bizcotelas por los libros. Desde aquí un abrazo muy fuerte para todos ellos.