VENECIA (Italia)
Es Venecia una ciudad encantada y encantadora, es un ejemplo de tradición, de historia, de cultura, de monumentos y de glorias pasadas, pero sobre todo es una ciudad emergida desde las aguas lo que le da un toce único, un aspecto sorprendente y soñador y te hace sentir en un lugar idílico, romántico y maravilloso. Ir a Venecia sin pareja es un insulto a Cupido y una negación a la más elemental lógica del enamoramiento, las dulzura de sus caricias y ese maravilloso culmen del más puro y lícito amor.
Nosotros hemos estado ya en Venecia dos veces, no olvidaré jamás la entrada a Venecia la primera vez, porque la hicimos de noche, y la iluminación nocturna a ambos lados del canal, que circunda la ciudad, es algo totalmente maravilloso y de una belleza indescriptible. Nada más que desembarcas en la plaza de San Marcos, cuya peculiar torre se vislumbra desde la lejanía, tu asombro es inevitable porque la belleza de esa plaza, su enormes dimensiones, flanqueada por palacios y presididos todos ellos por la majestuosa catedral, con fachada de mármol y con una perfección arquitectónica y ornamental de gran valor artístico.
No se pueden olvidar en este lugar las famosas palomas de la plaza que posan confiadas en tus brazos para recibir esa ayuda alimenticia que tú les proporcionas, son un brindis a la libertad que allí es una libertad mundial porque personas de todo el mundo les ofrecen sus manos, cada día.
Dar un paseo a pie por aquellos puentes, por aquellos pasadizos, por aquella calles, tan sugerentes y hasta tan misteriosas, te transporta a otras épocas ya pasadas en las que podrías tropezar por cualquier esquina con una princesa florentina o con algún miembro de la poderosa e influyente familia Medichis.
Es tan extraordinaria esta ciudad que la segunda vez que la visitas te gusta mucho más, descubres nuevos rincones, nuevos enfoques, nuevos secretos.
Hay una cosa que yo no quise hacer la primara vez, que es un paseo en góndola y no porque yo temiera a la pericia de los gondoleros que hacen su trabajo con una seguridad y con una perfección admirables, la razón fue otra, yo me resistí a montar porque las góndolas eran los vehículos funerarios que llevaban los féretros con los muertos de la ciudad hasta el cementerio. De ahí que el negro de su decoración, el rojo de sus sillones o cojines, tiene un aspecto tétrico como correspondía a la función que desempeñaban. Y a mi me dio aquello un yu yu que me impidió realizar aquel casi obligado viaje.
Y fue en mi segunda visita, cundo dando gusto a mi Sra. que si quería realizarlo la primera vez, accedí y pasé por alto aquel absurdo temor supersticioso y me embarqué en la góndola disfrutando de la destreza de aquellos profesionales que van avisando con voces a los otros gondoleros cuando cruzan un puente o un pasadizo estrecho para evitar el choque.
Venecia merece la pena, yo volvería otra vez y eso que a mi edad ya el amor tiene otras connotaciones muy distintas, pero todavía me siento enamorado de mi mujer, de la vida y de Venecia.
Es Venecia una ciudad encantada y encantadora, es un ejemplo de tradición, de historia, de cultura, de monumentos y de glorias pasadas, pero sobre todo es una ciudad emergida desde las aguas lo que le da un toce único, un aspecto sorprendente y soñador y te hace sentir en un lugar idílico, romántico y maravilloso. Ir a Venecia sin pareja es un insulto a Cupido y una negación a la más elemental lógica del enamoramiento, las dulzura de sus caricias y ese maravilloso culmen del más puro y lícito amor.
Nosotros hemos estado ya en Venecia dos veces, no olvidaré jamás la entrada a Venecia la primera vez, porque la hicimos de noche, y la iluminación nocturna a ambos lados del canal, que circunda la ciudad, es algo totalmente maravilloso y de una belleza indescriptible. Nada más que desembarcas en la plaza de San Marcos, cuya peculiar torre se vislumbra desde la lejanía, tu asombro es inevitable porque la belleza de esa plaza, su enormes dimensiones, flanqueada por palacios y presididos todos ellos por la majestuosa catedral, con fachada de mármol y con una perfección arquitectónica y ornamental de gran valor artístico.
No se pueden olvidar en este lugar las famosas palomas de la plaza que posan confiadas en tus brazos para recibir esa ayuda alimenticia que tú les proporcionas, son un brindis a la libertad que allí es una libertad mundial porque personas de todo el mundo les ofrecen sus manos, cada día.
Dar un paseo a pie por aquellos puentes, por aquellos pasadizos, por aquella calles, tan sugerentes y hasta tan misteriosas, te transporta a otras épocas ya pasadas en las que podrías tropezar por cualquier esquina con una princesa florentina o con algún miembro de la poderosa e influyente familia Medichis.
Es tan extraordinaria esta ciudad que la segunda vez que la visitas te gusta mucho más, descubres nuevos rincones, nuevos enfoques, nuevos secretos.
Hay una cosa que yo no quise hacer la primara vez, que es un paseo en góndola y no porque yo temiera a la pericia de los gondoleros que hacen su trabajo con una seguridad y con una perfección admirables, la razón fue otra, yo me resistí a montar porque las góndolas eran los vehículos funerarios que llevaban los féretros con los muertos de la ciudad hasta el cementerio. De ahí que el negro de su decoración, el rojo de sus sillones o cojines, tiene un aspecto tétrico como correspondía a la función que desempeñaban. Y a mi me dio aquello un yu yu que me impidió realizar aquel casi obligado viaje.
Y fue en mi segunda visita, cundo dando gusto a mi Sra. que si quería realizarlo la primera vez, accedí y pasé por alto aquel absurdo temor supersticioso y me embarqué en la góndola disfrutando de la destreza de aquellos profesionales que van avisando con voces a los otros gondoleros cuando cruzan un puente o un pasadizo estrecho para evitar el choque.
Venecia merece la pena, yo volvería otra vez y eso que a mi edad ya el amor tiene otras connotaciones muy distintas, pero todavía me siento enamorado de mi mujer, de la vida y de Venecia.