UNOS NIÑOS DE 70 AÑOS
Voy a contaros hoy algo que veo todos los días cuando acudo a la piscina del gimnasio, para nadar, y que a mi me parece un espectáculo muy especial, muy recomendable y muy divertido.
Suelo acudir todos los días, ecepto domingos, a un gimnasio y mis ejercicios consisten en hacer 30 largos en una piscina olímpica de 25 metros. En ello invierto aproximadamente 45 minutos y el espectáculo lo interpretan 25 ó 30 personas mayores, mujeres y hombres, al lado mío, en otra piscina más pequeña donde practican el AQUAGIM (ejercicio gimnástico que consiste en hacer movimientos, de pie dentro del agua, acompañados de música).
Bueno pues estos niños, de 70 años, dirigidos por una monitora simpatiquísima y muy marchosa, revolucionan todo el local con su música y sus gritos desaforados y se lo pasan a lo grande como si en realidad se tratase de niños en el patio de recreo de su colegio cada día.
Lo mismo interpretan el Mi carro de Manolo Escobar, las Chicas Yeye, o el Arroz con bacalao de Lolita, pero lo hacen con una fuerza inusitada e impropia de personas de esa edad que allí cantan, bailan, gritan, dan voces, y tal como se las ve, y lo mucho que disfrutan ellos y también todos los que los vemos y estamos allí, y son todos muy felices, son niños, que allí se olvidan de sus achaques, sus problemas y sus limitaciones y al mismo tiempo benefician la salud y movilidad de sus cuerpos, ya cansados y debilitados como consecuencia de su vida human y laboral, que dejaron al alcanzar la jubilación.
Yo que ya tengo 83 años, y que me identifico con ellos, hoy mientras nadaba, allí a su lado, me puse a pensar como a lo largo de la vida los humanos evolucionamos de formas distintas según las distintas etapas. En los primeros años de la niñez estamos en casa arropados por nuestros padres y hermanos que son todo nuestro mundo.
Después salimos a la calle, nos llevan al colegio y allí empezamos a hacer amigos, a relacionarnos con los demás y conociendo el mundo que nos rodea, pero siempre sintiendo la necsidad de nuestros padres que nos lo dan todo. En la adolescencia ya empezamos a sentirnos personas, buscamos relacionarnos con amistades del otro sexo y ya nos vamos despegando de la total dependencia familiar. En la madurez es cuando nuestra personalidad se consolida, nos casamos, tenemos hijos, somos los que heredamos las responsabilidades y la autoridad de nuestra casa y nos sentimos importantes. En la vejez vamos perdiendo fuerza, importancia, nuestros hijos se van de casa, forman su hogar, se cconvierten ellos en padres y nosotros en abuelos, y aquí es donde empezamos a disfrutar de nuestros nietos, a ponernos de su parte, a jugar con ellos y en definitiva aquí es donde volvemos a sentirnos como niños, que nos gustaría que nos ayudaran, que nos protegieran, que no se olvidaran de nosotros.
Luego al final estos mayores del aquagim y yo, nos lo pasamos bomba en el gimnasio, y nos sentimos, muy a gusto, como niños en el recreo.
Voy a contaros hoy algo que veo todos los días cuando acudo a la piscina del gimnasio, para nadar, y que a mi me parece un espectáculo muy especial, muy recomendable y muy divertido.
Suelo acudir todos los días, ecepto domingos, a un gimnasio y mis ejercicios consisten en hacer 30 largos en una piscina olímpica de 25 metros. En ello invierto aproximadamente 45 minutos y el espectáculo lo interpretan 25 ó 30 personas mayores, mujeres y hombres, al lado mío, en otra piscina más pequeña donde practican el AQUAGIM (ejercicio gimnástico que consiste en hacer movimientos, de pie dentro del agua, acompañados de música).
Bueno pues estos niños, de 70 años, dirigidos por una monitora simpatiquísima y muy marchosa, revolucionan todo el local con su música y sus gritos desaforados y se lo pasan a lo grande como si en realidad se tratase de niños en el patio de recreo de su colegio cada día.
Lo mismo interpretan el Mi carro de Manolo Escobar, las Chicas Yeye, o el Arroz con bacalao de Lolita, pero lo hacen con una fuerza inusitada e impropia de personas de esa edad que allí cantan, bailan, gritan, dan voces, y tal como se las ve, y lo mucho que disfrutan ellos y también todos los que los vemos y estamos allí, y son todos muy felices, son niños, que allí se olvidan de sus achaques, sus problemas y sus limitaciones y al mismo tiempo benefician la salud y movilidad de sus cuerpos, ya cansados y debilitados como consecuencia de su vida human y laboral, que dejaron al alcanzar la jubilación.
Yo que ya tengo 83 años, y que me identifico con ellos, hoy mientras nadaba, allí a su lado, me puse a pensar como a lo largo de la vida los humanos evolucionamos de formas distintas según las distintas etapas. En los primeros años de la niñez estamos en casa arropados por nuestros padres y hermanos que son todo nuestro mundo.
Después salimos a la calle, nos llevan al colegio y allí empezamos a hacer amigos, a relacionarnos con los demás y conociendo el mundo que nos rodea, pero siempre sintiendo la necsidad de nuestros padres que nos lo dan todo. En la adolescencia ya empezamos a sentirnos personas, buscamos relacionarnos con amistades del otro sexo y ya nos vamos despegando de la total dependencia familiar. En la madurez es cuando nuestra personalidad se consolida, nos casamos, tenemos hijos, somos los que heredamos las responsabilidades y la autoridad de nuestra casa y nos sentimos importantes. En la vejez vamos perdiendo fuerza, importancia, nuestros hijos se van de casa, forman su hogar, se cconvierten ellos en padres y nosotros en abuelos, y aquí es donde empezamos a disfrutar de nuestros nietos, a ponernos de su parte, a jugar con ellos y en definitiva aquí es donde volvemos a sentirnos como niños, que nos gustaría que nos ayudaran, que nos protegieran, que no se olvidaran de nosotros.
Luego al final estos mayores del aquagim y yo, nos lo pasamos bomba en el gimnasio, y nos sentimos, muy a gusto, como niños en el recreo.