AQUEL OTOÑO ...

AQUEL OTOÑO
Bueno pues en mi infancia y en los primeros años de mi juventud el Otoño, aquel Otoño, tan lejano y tan exiguo en todos los sentidos era así:
Lo primero que recuerdo es la feria de mi pueblo que al estar tan cerca aun del verano unos años se nos presentaba con mucho calor, el veranillo de San Miguel, o el calor del membrillo, como también se le conoce por estas tierras. Aunque también es verdad que la inestabilidad, que suele acompañar habitual mente al cambio de estación otros años, nos ha fastidiado las fiestas con lluvias y con mal tiempo pero la verdad es que a nosotros nos daba siempre igual, la fiesta es la fiesta, y esa no nos la amargaba nadie, sobre todo cuando uno tenía veinte años.
Después la feria de San Lucas, porque era el último acontecimiento festivo de la comarca y había toros, circo, revistas, bailes, fútbol, cantantes, todo lo que en un pueblo pequeño como el nuestro era imposible poder disfrutar y además ya entrábamos en una época, preámbulo del invierno, y ya las diversiones eran escasas.
Recuerdo también como típico de el mes de octubre el olor a castañas asadas que entonces se vendían en la calle y que utilizando un hornillo el vendedor te las ofrecía calentitas envueltas en un papel de estraza que venían a mitigar el frío ambiental por dentro y por fuera.
Venía también la festividad de los Santos y era un acontecimiento muy señalado porque acudíamos al cementerio a visitar a nuestros difuntos y acudíamos a la misa de los difuntos, al día siguiente, y esto suponía en juntarnos con las chicas y tener ocasión de chalar con ellas e interesarnos por su aspecto, por su afecto y por un tímido contacto con ellas.
Y ya en la última fase, antes del inicio de la recolección de la aceituna, recuerdo las clásicas matanzas, que se realizaban por todo el pueblo, con su típico olor y sabor, ocupando a la mayoría de las familias en un trabajo muy necesario porque lo que suponía era llenar las alacenas de las casa de unos alimentos no perecederos que les permitirían después, durante todo el año, ir consumiéndolos con un ahorro grande para la familia y como recurso de llenar los vacíos que en el invierno suponía obtener alimentos del campo.
Y ese era nuestro entorno en aquella época, a penas si había coches, ni motos, ni discotecas, ni restaurantes, había muchas necesidades pero también muchas ganas de vivir, de progresar, de evolucionar y de buscar nuevos y mejores horizontes. Y los jóvenes teníamos fuerza para intentar ser los artífices de eses nuevo y mejor futuro. Eran unos tiempos de penuria pero de ilusión. ¿Lo conseguimos?........