EL ALBAÑIL
He estado yo de siempre muy vinculado a esta profesión, primero porque mi padre era albañil y yo de niño le acompañaba muchas veces, al campo o a los cortijos sobre todo, a la obra que estaba realizando y después, toda la vida, por el negocio que hemos mantenido en Fuensanta durante 75 años que era un almacén de materiales de construcción y tengo bastantes conocimientos de esta profesión, que considero muy importante dentro de la sociedad porque a ella debemos nuestro descanso y una mejora en las condiciones de vida que nos proporciona la vivienda en la que cada uno de nosotros ha de alojarse y que estos obreros de la construcción, se encargan de realizar y después de ir reparando y acondicionando según las nuevas exigencias y necesidades que la evolución, el progreso y el desarrollo nos van imponiendo.
Esta profesión, al igual que todas, era mucho más penosa y más dura hace 50 ó 60 años, lo primero es que la maquinaria no existía en absoluto, no había hormigoneras, no había monta cargas, ni cortadoras, pulidoras o martillos mecánicos, todo se hacía a mano o con la ayuda de animales de carga.
Otra dificultad estaba en los materiales a emplear porque eran escasos y no existían a penas los ladrillos, se utilizaba adobe y paja para hacer unos bloques con los que poder construir la paredes, el cemento todavía no había hecho su aparición y todos los prefabricados de cemento no existían. Se utilizaban las vigas de madera, las cañas y las tejas para hacer las cubiertas y el yeso, mucho yeso, y piedras para realizar todo lo demás.
Esta era entonces una profesión en la que había que saber hacer de todo, no existían las especialidades, un albañil de entonces tenía que saber hacer una pared, un enlucido, un embaldosado o un alicatado, y eran solo las manos y un palustre o una plana todas las maquinarias a emplear.
Con las manos amasaban el yeso, que el oficial entregaba al maestro, luego él lo cogía en las suyas, también, y era el que ya lo iba pegando y usando para realizar su trabajo. Esto hacía que estos trabajadores cuando llegaban a tenían 50 años todos padecían de reuma y problemas musculares y de huesos como consecuencia de esa constante exposición con el agua, con el frío y con la no protección de sus manos y brazos mientras desarrollaban su trabajo.
Vaya desde aquí un saludo cariñoso y un recuerdo afectuoso para todos las albañiles de Fuensanta que durante sesenta años yo he conocido, y he servido siempre que ellos me lo han solicitado, y vaya también el reconocimiento de que con su esfuerzo y su trabajo han hecho posible que nuestras viviendas estuviesen acondicionadas y protegidas para un mayor bienestar de todos los fuensanteños. Es una gran profesión, todas lo son y todas tienen su mérito y su importancia pero esta para mi es especial.
He estado yo de siempre muy vinculado a esta profesión, primero porque mi padre era albañil y yo de niño le acompañaba muchas veces, al campo o a los cortijos sobre todo, a la obra que estaba realizando y después, toda la vida, por el negocio que hemos mantenido en Fuensanta durante 75 años que era un almacén de materiales de construcción y tengo bastantes conocimientos de esta profesión, que considero muy importante dentro de la sociedad porque a ella debemos nuestro descanso y una mejora en las condiciones de vida que nos proporciona la vivienda en la que cada uno de nosotros ha de alojarse y que estos obreros de la construcción, se encargan de realizar y después de ir reparando y acondicionando según las nuevas exigencias y necesidades que la evolución, el progreso y el desarrollo nos van imponiendo.
Esta profesión, al igual que todas, era mucho más penosa y más dura hace 50 ó 60 años, lo primero es que la maquinaria no existía en absoluto, no había hormigoneras, no había monta cargas, ni cortadoras, pulidoras o martillos mecánicos, todo se hacía a mano o con la ayuda de animales de carga.
Otra dificultad estaba en los materiales a emplear porque eran escasos y no existían a penas los ladrillos, se utilizaba adobe y paja para hacer unos bloques con los que poder construir la paredes, el cemento todavía no había hecho su aparición y todos los prefabricados de cemento no existían. Se utilizaban las vigas de madera, las cañas y las tejas para hacer las cubiertas y el yeso, mucho yeso, y piedras para realizar todo lo demás.
Esta era entonces una profesión en la que había que saber hacer de todo, no existían las especialidades, un albañil de entonces tenía que saber hacer una pared, un enlucido, un embaldosado o un alicatado, y eran solo las manos y un palustre o una plana todas las maquinarias a emplear.
Con las manos amasaban el yeso, que el oficial entregaba al maestro, luego él lo cogía en las suyas, también, y era el que ya lo iba pegando y usando para realizar su trabajo. Esto hacía que estos trabajadores cuando llegaban a tenían 50 años todos padecían de reuma y problemas musculares y de huesos como consecuencia de esa constante exposición con el agua, con el frío y con la no protección de sus manos y brazos mientras desarrollaban su trabajo.
Vaya desde aquí un saludo cariñoso y un recuerdo afectuoso para todos las albañiles de Fuensanta que durante sesenta años yo he conocido, y he servido siempre que ellos me lo han solicitado, y vaya también el reconocimiento de que con su esfuerzo y su trabajo han hecho posible que nuestras viviendas estuviesen acondicionadas y protegidas para un mayor bienestar de todos los fuensanteños. Es una gran profesión, todas lo son y todas tienen su mérito y su importancia pero esta para mi es especial.