“... y hubo un tiempo para llegar a España”
Cristina de la Plaza
Era como llegar al fondo de mí misma...
Entonces empezaron las mañanas -mañanas de caminos desandados-
a través de una tierra-poesía
¡y un único paréntesis en Francia!
(Collioure... un pueblecito a la orilla del mar Mediterráneo:
callejuelas angostas, empinadas, con un puerto de barcas pescadoras
y un cementerio de cipreses altos
que dan sombra a una lápida española.
¡Don Antonio Machado...! usted me entiende,
con mi serena paz allí, a su lado, con las sencillas flores que llevaba.
Recorrí el pueblecito. Vi la casa donde usted se murió,
lejos de España.
En Collioure lo “recuerdan” -sus padres les contaron-
con una larga capa y encorvado,
apoyado en su madre
que, hasta en su muerte gris, lo acompañara).
Después ¡tan solo España!
Encontrar al principio que
Madrid
era igual,
igualita a Buenos Aires.
Entreverle un sentido diferente en su Plaza Mayor, en el Retiro,
también en Plaza España -frente al Quijote, frente a Sancho Panza-
y a la orilla del río Manzanares.
¡Madrid en Nochevieja y en la Puerta del Sol!
Tomar las doce uvas;
la gente enloquecida por las calles, con botellas de sidra;
los gitanos que bailan y que cantan en grupos divertidos.
¡Madrid en Nochevieja, maravilla...!
La calle de Alcalá, iluminada. ¡Y la Gran Vía
rumorosa de gente que celebra el año que termina!
Mañanas sucediéndose una a otra...
Un autobús me aleja.
Atravieso pueblines
cuyo encanto se pierde en callejones.
(Rescato un nombre: Parla…
¡y en el medio del campo, un molino de viento…!) CONTINUA..
Cristina de la Plaza
Era como llegar al fondo de mí misma...
Entonces empezaron las mañanas -mañanas de caminos desandados-
a través de una tierra-poesía
¡y un único paréntesis en Francia!
(Collioure... un pueblecito a la orilla del mar Mediterráneo:
callejuelas angostas, empinadas, con un puerto de barcas pescadoras
y un cementerio de cipreses altos
que dan sombra a una lápida española.
¡Don Antonio Machado...! usted me entiende,
con mi serena paz allí, a su lado, con las sencillas flores que llevaba.
Recorrí el pueblecito. Vi la casa donde usted se murió,
lejos de España.
En Collioure lo “recuerdan” -sus padres les contaron-
con una larga capa y encorvado,
apoyado en su madre
que, hasta en su muerte gris, lo acompañara).
Después ¡tan solo España!
Encontrar al principio que
Madrid
era igual,
igualita a Buenos Aires.
Entreverle un sentido diferente en su Plaza Mayor, en el Retiro,
también en Plaza España -frente al Quijote, frente a Sancho Panza-
y a la orilla del río Manzanares.
¡Madrid en Nochevieja y en la Puerta del Sol!
Tomar las doce uvas;
la gente enloquecida por las calles, con botellas de sidra;
los gitanos que bailan y que cantan en grupos divertidos.
¡Madrid en Nochevieja, maravilla...!
La calle de Alcalá, iluminada. ¡Y la Gran Vía
rumorosa de gente que celebra el año que termina!
Mañanas sucediéndose una a otra...
Un autobús me aleja.
Atravieso pueblines
cuyo encanto se pierde en callejones.
(Rescato un nombre: Parla…
¡y en el medio del campo, un molino de viento…!) CONTINUA..