CONTINUACIÓN...

CONTINUACIÓN

Prosigo mi camino. Delante, el siglo XX

con tantos, tantos nombres...

Algunos que vinieron del siglo XIX.

o me quedé con seis.

Se hicieron a la vida en las postrimerías de otro siglo

e inauguraron su palabra nueva en caminos de exilio...

O de guerra.

Seis nombres... Cada uno poniéndole a la historia cotidiana

el color de una España a su manera.

Adusto conceptismo de Quevedo se encarna en Unamuno.

Castillamente enjuto, vivió su reciedumbre vizcaína.

De pajaritas de papel fue nido su vida en

Salamanca.

Y la “niebla…” de la historia española quiso apagar sus ecos.

El Tiempo pudo

transmitir su ruego.

Pidió

“Di tú que he sido...”

Mi paso por su tierra adoptiva

me condujo hasta el cuarto de trabajo,

allí donde soñó soñar el sueño

de su vida

leer, leer, leer, vivir la vida

que otros soñaron...

Leer, leer, leer... ¿seré lectura mañana también yo…?”

En apacible e invernal velada,

al pie de los sillares salmantinos,

pude decir también mis criaturas

yo.

Al Norte está

Zamora,

la ciudad con vientos cálidos de

Romancero.

Arcaizante, amable... La baña el Duero.

Vio nacer a un poeta tierno y fuerte

que se quedó a morir en el destierro.

León Felipe -el del “canto roto”-

su verso grave lo repatria muerto.

“Hay dos Españas: la del soldado y la del poeta.

La de la espada fratricida y la de la canción vagabunda.

Hay dos Españas y una sola canción. Y esta es la canción del poeta vagabundo:

Tuya es la hacienda, la casa, el caballo y la pistola.

Mía es la voz antigua de la tierra.

Tú te quedas con todo y me dejas desnudo y errante por el mundo.

Mas yo te dejo mudo... ¡mudo!

y ¿cómo vas a recoger el trigo y a alimentar el fuego

si yo me llevo la canción...?”