OPINIÓN.
EDUARDO INDA.
Falseamiento de la historia. La España de Hasél es también la que reescribe nuestro pasado a través de una Ley de Memoria Histórica/Democrática que ignora un hecho elemental: la Guerra Civil fue una contienda de malos contra malos, la peor que se pueda librar porque enfrentó a hermanos y amigos en una espiral de sangre que se cobró medio millón de almas. Por otra parte ilegalizar la Fundación Franco o perseguir penalmente la apología de la dictadura es un agravio comparativo cuando Otegi campa a sus anchas, cuando el brazo político de lo que fue ETA (Bildu) es legal y cuando no se ha puesto fuera de la ley a las formaciones protagonistas del 1-O.
Cuando una nación, un proyecto colectivo o incluso algo tan pequeño como es un núcleo familiar pierde sus valores y deroga de facto o de iure las normas más elementales, llega el imperio del mal. El totalitarismo. El pensamiento único. La anarquía. La ley del más fuerte y la del Talión, que sustituyen al Código Civil, el Penal, el Mercantil y la Constitución. Cuando el bien es el mal y el mal, el bien, ganan los malos. Siempre. Absolutamente siempre. En el momento en el que agredir, injuriar, calumniar, acosar, amenazar, poner en la diana, robar e incluso matar sale gratis o muy baratito, la democracia desaparece. La España de Hasél no es para tomársela a broma.
EDUARDO INDA.
Falseamiento de la historia. La España de Hasél es también la que reescribe nuestro pasado a través de una Ley de Memoria Histórica/Democrática que ignora un hecho elemental: la Guerra Civil fue una contienda de malos contra malos, la peor que se pueda librar porque enfrentó a hermanos y amigos en una espiral de sangre que se cobró medio millón de almas. Por otra parte ilegalizar la Fundación Franco o perseguir penalmente la apología de la dictadura es un agravio comparativo cuando Otegi campa a sus anchas, cuando el brazo político de lo que fue ETA (Bildu) es legal y cuando no se ha puesto fuera de la ley a las formaciones protagonistas del 1-O.
Cuando una nación, un proyecto colectivo o incluso algo tan pequeño como es un núcleo familiar pierde sus valores y deroga de facto o de iure las normas más elementales, llega el imperio del mal. El totalitarismo. El pensamiento único. La anarquía. La ley del más fuerte y la del Talión, que sustituyen al Código Civil, el Penal, el Mercantil y la Constitución. Cuando el bien es el mal y el mal, el bien, ganan los malos. Siempre. Absolutamente siempre. En el momento en el que agredir, injuriar, calumniar, acosar, amenazar, poner en la diana, robar e incluso matar sale gratis o muy baratito, la democracia desaparece. La España de Hasél no es para tomársela a broma.