El Periódico
“Vivimos en la sociedad de la inmediatez, estamos inmersos en un contexto digital y no analógico. Las conversaciones asíncronas (las que no coinciden en el tiempo) son más cómodas. Pero en ellas se obvian muchos detalles, como el tono de voz y la comunicación no verbal. Implican una pérdida de habilidades comunicativas”, explica Enric Soler, psicólogo relacional y colaborador de los estudios de Psicología de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
La conversación “a trompicones” que tienen los más jóvenes por notas de voz o mensajes de chat no tienen la misma calidad. “Lo que se dice se puede distorsionar. No se interpela al otro, no se le repregunta. No se puede argumentar o debatir lo que el otro te está diciendo. Cuanto menos practicas las habilidades comunicativas más las pierdes”, reflexiona el psicólogo relacional.
Puede que los jóvenes sientan pánico escénico a hablar por teléfono, algo que consideran una pérdida de tiempo. Pero cuando quedan sí que hablan. “Eso es diferente. Hablar en directo es una situación previsible y ya cuentan con que eso va a suceder, al contrario de lo que sucede al teléfono”, explica Ferran Lalueza, profesor e investigador de los estudios de Ciencias de de la Información y de la Comunicación de la UOC. El experto pone el acento en la diferencia que existe entre una conversación telefónica a otra mantenida por notas de voz. Estas últimas tienen, para los más jóvenes, tres ventajas: “La puedes borrar, la puedes ensayar y puedes tomarte tu tiempo antes de emitirla”.
La generación Z ha aprendido a hacer clic antes que a hablar, pero Lalueza destaca que no están en absoluto incapacitados para mantener una conversación telefónica. Simplemente, añade, tienen una manera de comunicarse distinta. Es “un hábito arraigado” y “más pragmático” que les hace sentirse más cómodos. “Para los más jóvenes no es descortés algo que para los adultos sí que lo es: rechazar una llamada y escribir un mensaje para preguntar al interlocutor qué quiere”, asegura.
El profesor universitario recuerda que las habilidades comunicativas -y sociales- son como dominar un idioma extranjero: por más bien que lo hayas aprendido y lo hables si no lo practicas lo vas perdiendo. Lalueza, por ejemplo, tiene prohibido a sus alumnos y alumnas de la asignatura Social Media realizar entrevistas con 'influencers' por correo electrónico. “Eso no es una entrevista periodística, es un cuestionario. No se puede repreguntar o debatir. Las entrevistas hay que hacerlas en vivo, ya sea por teléfono o de manera 'online'”, sentencia.
Una vez hecho el diagnóstico, los dos profesores universitarios explican que la situación se puede reconducir. Enric Soler se muestra convencido de que, dentro de un tiempo, los jóvenes reflexionarán y optarán por un canal u otro de comunicación en función de la situación en la que estén. Mientras, Lalueza añade que las nuevas generaciones tienen que interiorizar una cosa: el objetivo de comunicarse no es la perfección sino la experiencia. “Vivir la comunicación y transmitir sensaciones es algo mucho más auténtico. Merece la pena equivocarse o arriesgar porque la comunicación en vivo es mejor”, concluye haciendo una comparación con Instagram. En la red social, muchos jóvenes quieren parecerse a los 'influencers' y maquillan sus fotos con filtros. El resultado es un modelo de belleza nada auténtico.
“Vivimos en la sociedad de la inmediatez, estamos inmersos en un contexto digital y no analógico. Las conversaciones asíncronas (las que no coinciden en el tiempo) son más cómodas. Pero en ellas se obvian muchos detalles, como el tono de voz y la comunicación no verbal. Implican una pérdida de habilidades comunicativas”, explica Enric Soler, psicólogo relacional y colaborador de los estudios de Psicología de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
La conversación “a trompicones” que tienen los más jóvenes por notas de voz o mensajes de chat no tienen la misma calidad. “Lo que se dice se puede distorsionar. No se interpela al otro, no se le repregunta. No se puede argumentar o debatir lo que el otro te está diciendo. Cuanto menos practicas las habilidades comunicativas más las pierdes”, reflexiona el psicólogo relacional.
Puede que los jóvenes sientan pánico escénico a hablar por teléfono, algo que consideran una pérdida de tiempo. Pero cuando quedan sí que hablan. “Eso es diferente. Hablar en directo es una situación previsible y ya cuentan con que eso va a suceder, al contrario de lo que sucede al teléfono”, explica Ferran Lalueza, profesor e investigador de los estudios de Ciencias de de la Información y de la Comunicación de la UOC. El experto pone el acento en la diferencia que existe entre una conversación telefónica a otra mantenida por notas de voz. Estas últimas tienen, para los más jóvenes, tres ventajas: “La puedes borrar, la puedes ensayar y puedes tomarte tu tiempo antes de emitirla”.
La generación Z ha aprendido a hacer clic antes que a hablar, pero Lalueza destaca que no están en absoluto incapacitados para mantener una conversación telefónica. Simplemente, añade, tienen una manera de comunicarse distinta. Es “un hábito arraigado” y “más pragmático” que les hace sentirse más cómodos. “Para los más jóvenes no es descortés algo que para los adultos sí que lo es: rechazar una llamada y escribir un mensaje para preguntar al interlocutor qué quiere”, asegura.
El profesor universitario recuerda que las habilidades comunicativas -y sociales- son como dominar un idioma extranjero: por más bien que lo hayas aprendido y lo hables si no lo practicas lo vas perdiendo. Lalueza, por ejemplo, tiene prohibido a sus alumnos y alumnas de la asignatura Social Media realizar entrevistas con 'influencers' por correo electrónico. “Eso no es una entrevista periodística, es un cuestionario. No se puede repreguntar o debatir. Las entrevistas hay que hacerlas en vivo, ya sea por teléfono o de manera 'online'”, sentencia.
Una vez hecho el diagnóstico, los dos profesores universitarios explican que la situación se puede reconducir. Enric Soler se muestra convencido de que, dentro de un tiempo, los jóvenes reflexionarán y optarán por un canal u otro de comunicación en función de la situación en la que estén. Mientras, Lalueza añade que las nuevas generaciones tienen que interiorizar una cosa: el objetivo de comunicarse no es la perfección sino la experiencia. “Vivir la comunicación y transmitir sensaciones es algo mucho más auténtico. Merece la pena equivocarse o arriesgar porque la comunicación en vivo es mejor”, concluye haciendo una comparación con Instagram. En la red social, muchos jóvenes quieren parecerse a los 'influencers' y maquillan sus fotos con filtros. El resultado es un modelo de belleza nada auténtico.
Lo que te faltaba, rollo y más rollos, carentes de lógica.