Esterilizados para no tener hijos: el movimiento que busca acabar con la especie.
Antinatalistas: el movimiento que busca acabar con la especie humana.
17 ENE. 2018 03:01.
IRENE HDEZ. VELASCO.
Cada vez más personas se oponen a la procreación por motivos éticos y ecológicos
Incluso tienen su propio gurú, un filósofo sudafricano que aboga por la extinción de la especie
Dos parejas 'antinatalistas' españolas, ya esterilizadas, cuentan por qué jamás serán padres.
Gemma Orozco tiene 25 años, se gana la vida como técnica informática, vive en Lérida con Marc, su pareja, y desde que era niña siempre ha tenido una cosa clara, muy clara: que no quería traer hijos al mundo. «Considero que tener un hijo es un acto egoísta que responde sólo a los intereses de los progenitores», dice antes de exponer uno de los principales argumentos del antinatalismo, el movimiento que se opone a la reproducción y nacimiento de nuevos seres humanos. «Vivir es sufrir, y quien no existe no sufre. Soy antinatalista desde que tengo uso de razón». Así que, hace tres meses Gemma se hizo una ligadura de trompas en una clínica privada. «Y estoy encantada», subraya. Ya hace un par de años, cuando tan sólo tenía 23, estaba tan convencida de que no quería tener descendencia que acudió a la Seguridad Social y pidió que le esterilizaran. «Me dijeron que no, que para poder hacerlo tenía que tener al menos 35 años y dos hijos». Y lo mismo escuchó Marc, su pareja, también antinatalista, cuando fue a la sanidad pública reclamando que le practicaran una vasectomía. Pero como el seguro privado de salud de Gemma sí que cubre la esterilización, en octubre se plantó en la consulta de una ginecóloga y le expuso todos sus motivos para desear ligarse las trompas. «No sólo le conté mis reparos éticos y morales ante la idea de traer al mundo a una persona sabiendo de antemano que iba a sufrir», cuenta. «También le expliqué mis argumentos ecológicos: el nuestro es un mundo superpoblado en el que sobra gente, en el que la industria ganadera es una de las principales responsables del cambio climático y de la deforestación, no es razonable traer a un nuevo ser humano. Por no hablar de los motivos políticos: vivimos bajo un capitalismo terrible y despiadado y tener un hijo significa darle un nuevo esclavo al sistema, darle más carne de cañón. Y, para concluir, le indiqué mis razones personales, le expliqué que tener un hijo es algo que no entra en mi proyecto de vida. Me entendió y accedió a hacerme la ligadura de trompas. Estoy encantada». De momento, los antinatalistas son pocos y suelen ser vistos como bichos raros en una sociedad que tiende a sublimar la maternidad. Sin embargo, no dejan de crecer. Un estudio realizado en julio de 2016 por el demógrafo Pau Miret desveló que en España uno de cada cuatro hogares está formado por parejas sin hijos. Obviamente, eso no significa que todas esas parejas sean antinatalistas. Ni siquiera una parte significativa, pero quizá sí cientos o, más bien, miles. «Yo creo que somos muchos, yo conozco a un montón, lo que ocurre es que no se habla del tema», afirma Audrey García, otra antinatalista, también esterilizada. De hecho, ella tenía una página web, ya cerrada, en la que hacía campaña por sus creencias. «Que yo sepa al menos 14 personas decidieron esterilizarse tras consultar mi página», asegura. Anabel Roselló, portavoz del Instituto de Medicina Sexual de Madrid, confirma que por su clínica privada de Madrid ya han visto pasar a unos cuantos antinatalistas. «Hemos tenido casos de pacientes jóvenes que han decidido esterilizarse porque consideran que ya hay demasiados niños en el mundo y que, en caso de querer tener descendencia, es mejor adoptar que traer nuevos seres humanos», asegura. Los antinatalistas cuentan incluso con su propio ideólogo y gurú: David Benatar, director del departamento de Filosofía en la Universidad de Ciudad del Cabo en Sudáfrica y autor, entre otros, del libro Better Never to Have Been (Mejor no haber existido nunca). La obra se abre con la siguiente dedicatoria: «A mis padres, a pesar de haberme dado la vida».«Hay muchas y buenas razones para ser antinatalista», asegura Benatar a Papel. «Una de ellas es que la existencia humana conlleva mucho dolor y sufrimiento y por eso mismo es un error traer nuevos seres humanos al mundo». -En la vida también hay cosas buenas, ¿no? -Sí, es verdad, pero no valen la pena ante el dolor de las muchas cosas malas. Piense en cómo muere la gente, piense en el cáncer, en las enfermedades infecciosas, en las dolencias... Hay mucho sufrimiento en la vida, mucho. Benatar desearía que el antinatalismo triunfara hasta el punto de que la humanidad se extinguiera. Y sus acólitos españoles le respaldan. «Hablar de extinción de la especie humana puede parecer muy fuerte, pero somos algo nefasto», opina Audrey García, responsable de comunicación de una fundación de arte urbano de Barcelona. «Extinguimos animales, destrozamos el medio ambiente, no paramos de pelearnos. Y también es innegable que por el hecho de nacer uno va a tener que hacer frente al sufrimiento, como mínimo al sufrimiento y el miedo que conlleva la muerte». -Acaso se arrepiente de haber nacido? -No, pero creo que no nacer, no percibir nada, no sentir el sufrimiento que conlleva vivir, no está mal.
CONTINÚA...................... .................
Antinatalistas: el movimiento que busca acabar con la especie humana.
17 ENE. 2018 03:01.
IRENE HDEZ. VELASCO.
Cada vez más personas se oponen a la procreación por motivos éticos y ecológicos
Incluso tienen su propio gurú, un filósofo sudafricano que aboga por la extinción de la especie
Dos parejas 'antinatalistas' españolas, ya esterilizadas, cuentan por qué jamás serán padres.
Gemma Orozco tiene 25 años, se gana la vida como técnica informática, vive en Lérida con Marc, su pareja, y desde que era niña siempre ha tenido una cosa clara, muy clara: que no quería traer hijos al mundo. «Considero que tener un hijo es un acto egoísta que responde sólo a los intereses de los progenitores», dice antes de exponer uno de los principales argumentos del antinatalismo, el movimiento que se opone a la reproducción y nacimiento de nuevos seres humanos. «Vivir es sufrir, y quien no existe no sufre. Soy antinatalista desde que tengo uso de razón». Así que, hace tres meses Gemma se hizo una ligadura de trompas en una clínica privada. «Y estoy encantada», subraya. Ya hace un par de años, cuando tan sólo tenía 23, estaba tan convencida de que no quería tener descendencia que acudió a la Seguridad Social y pidió que le esterilizaran. «Me dijeron que no, que para poder hacerlo tenía que tener al menos 35 años y dos hijos». Y lo mismo escuchó Marc, su pareja, también antinatalista, cuando fue a la sanidad pública reclamando que le practicaran una vasectomía. Pero como el seguro privado de salud de Gemma sí que cubre la esterilización, en octubre se plantó en la consulta de una ginecóloga y le expuso todos sus motivos para desear ligarse las trompas. «No sólo le conté mis reparos éticos y morales ante la idea de traer al mundo a una persona sabiendo de antemano que iba a sufrir», cuenta. «También le expliqué mis argumentos ecológicos: el nuestro es un mundo superpoblado en el que sobra gente, en el que la industria ganadera es una de las principales responsables del cambio climático y de la deforestación, no es razonable traer a un nuevo ser humano. Por no hablar de los motivos políticos: vivimos bajo un capitalismo terrible y despiadado y tener un hijo significa darle un nuevo esclavo al sistema, darle más carne de cañón. Y, para concluir, le indiqué mis razones personales, le expliqué que tener un hijo es algo que no entra en mi proyecto de vida. Me entendió y accedió a hacerme la ligadura de trompas. Estoy encantada». De momento, los antinatalistas son pocos y suelen ser vistos como bichos raros en una sociedad que tiende a sublimar la maternidad. Sin embargo, no dejan de crecer. Un estudio realizado en julio de 2016 por el demógrafo Pau Miret desveló que en España uno de cada cuatro hogares está formado por parejas sin hijos. Obviamente, eso no significa que todas esas parejas sean antinatalistas. Ni siquiera una parte significativa, pero quizá sí cientos o, más bien, miles. «Yo creo que somos muchos, yo conozco a un montón, lo que ocurre es que no se habla del tema», afirma Audrey García, otra antinatalista, también esterilizada. De hecho, ella tenía una página web, ya cerrada, en la que hacía campaña por sus creencias. «Que yo sepa al menos 14 personas decidieron esterilizarse tras consultar mi página», asegura. Anabel Roselló, portavoz del Instituto de Medicina Sexual de Madrid, confirma que por su clínica privada de Madrid ya han visto pasar a unos cuantos antinatalistas. «Hemos tenido casos de pacientes jóvenes que han decidido esterilizarse porque consideran que ya hay demasiados niños en el mundo y que, en caso de querer tener descendencia, es mejor adoptar que traer nuevos seres humanos», asegura. Los antinatalistas cuentan incluso con su propio ideólogo y gurú: David Benatar, director del departamento de Filosofía en la Universidad de Ciudad del Cabo en Sudáfrica y autor, entre otros, del libro Better Never to Have Been (Mejor no haber existido nunca). La obra se abre con la siguiente dedicatoria: «A mis padres, a pesar de haberme dado la vida».«Hay muchas y buenas razones para ser antinatalista», asegura Benatar a Papel. «Una de ellas es que la existencia humana conlleva mucho dolor y sufrimiento y por eso mismo es un error traer nuevos seres humanos al mundo». -En la vida también hay cosas buenas, ¿no? -Sí, es verdad, pero no valen la pena ante el dolor de las muchas cosas malas. Piense en cómo muere la gente, piense en el cáncer, en las enfermedades infecciosas, en las dolencias... Hay mucho sufrimiento en la vida, mucho. Benatar desearía que el antinatalismo triunfara hasta el punto de que la humanidad se extinguiera. Y sus acólitos españoles le respaldan. «Hablar de extinción de la especie humana puede parecer muy fuerte, pero somos algo nefasto», opina Audrey García, responsable de comunicación de una fundación de arte urbano de Barcelona. «Extinguimos animales, destrozamos el medio ambiente, no paramos de pelearnos. Y también es innegable que por el hecho de nacer uno va a tener que hacer frente al sufrimiento, como mínimo al sufrimiento y el miedo que conlleva la muerte». -Acaso se arrepiente de haber nacido? -No, pero creo que no nacer, no percibir nada, no sentir el sufrimiento que conlleva vivir, no está mal.
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