Putiferio universitario en la
antigüedad.
Felipe II, que visitó
Salamanca con motivo de su boda con Manuela de
Portugal,
queda asombrado de cómo esta sobria y señorial capital de la Meseta funde en su seno el templo del saber, la luminaria del cristianismo europeo, el dogma y la palabra, y al mismo tiempo el ocio y la diversión sin límites ni miramientos. Y es que Salamanca en aquellos años encierra en su seno a más de ocho mil estudiantes (sirva como dato esclarecedor que
Madrid tenía once mil habitantes en el primer tercio de siglo XVI), entre los cuales hay becados, sopistas, señoritos de postín; y mueven a su alrededor un complejo mundo humano plagado de criados, mozos de cuadra, taberneros, curas corruptos, catedráticos rectos y catedráticos visionarios y ocultistas, prostitutas para todos los bolsillos y dones, rameras con más bachillerías que los propios estudiantes, lavanderas, amas de llaves, buhoneros y feriantes.
De tal modo que Salamanca es la primera de las
universidades destos reynos, la más rancia y antigua, y al mismo tiempo es el mayor burdel de Europa, la Sodoma y Gomorra Occidental. Una de las tres lumbreras del mundo, y uno de los tres putiferios del orbe conocido.
En Salamanca, a la par que
Escuelas Mayores y Menores, patios de
lectura, y bibliotecas, coexisten tabernas insanas y lujuriosas, casas de amancebamiento de toda índole, y toda suerte de atentados contra el sexto y todos los demás mandamientos inventados y por inventar. Pícaros, incluseros, Lazarillos avispados, ciegos resabiados, alcahuetas y Celestinas poblaban los arrabales de Salamanca, que se convierte en fuente de este tipo de géneros literarios.
El edicto de Felipe II
Felipe II dentro de su rectitud cuasi monacal queda perplejo con tamaño espectáculo y lo primero que hace es promulgar un edicto en el cual ordena que durante los días de Cuaresma y Pasión la prohibición de
comer carne se haga extensible en todos los sentidos, y para evitar conductas que conlleven pecado carnal, obliga a que las prostitutas sean expulsadas de la ciudad, y conducidas extramuros (al llamado Arrabal del Puente, en la orilla izquierda del Tormes) durante el citado periodo cuaresmal, poniendo además como condición que ninguna sea osada de acercarse a menos de una legua de los límites de la ciudad o sufrirá un castigo.
Dicho y hecho, a partir de este edicto, las prostitutas de Salamanca abandonaban la ciudad antes de comenzar la Cuaresma y el tiempo de abstinencia, y desaparecían de ella de manera temporal, recogiéndose en algún lugar al otro lado de río Tormes.
El desquite estudiantil
El río Tormes pasando por Salamanca, sede de los acontecimientos entre estudiantes y rameras.
Pasada la
Semana Santa y con ella el periodo establecido, las rameras regresaban a Salamanca el lunes siguiente al Lunes de Pascua, para lo cual los estudiantes organizaban una grandísima
fiesta, las calles de Salamanca se trocaban en torrentes de vino tinto, y salían a recibirlas a la ribera del Tormes con gran júbilo, estrépito y alboroto. Ellos mismos se encargaban de cruzarlas en barca de una orilla a otra del río, y en medio de una gran algarabía llegaba el descontrol, el éxtasis etílico, el desenfreno y la carnalidad, acometiendo allí mismo lo que sus instintos reprimidos durante un mes y medio les pedían en ese momento. La gran orgía estudiantil a orillas del río, culminaba siempre con un gran remojón colectivo, con los asistentes al evento - rameras y estudiantes- completamente ebrios.
El padre Putas
De conducir a las meretrices y pupilas tanto a su exilio temporal, como a su aclamado regreso, se encargaba un pintoresco personaje. Un sacerdote picarón llamado Padre Lucas, y que por degeneración del término, era conocido por los estudiantes por el nombre de Padre Putas, el cual se encargaba de concertar el momento del advenimiento carnal de estudiantes y doctoras de la cátedra del placer.