Me cuenta mi
amigo.-
Gerardo Luciano Martín González
No por mucho tempranar amanece más madruga. -Oiga ¿cómo se come eso?-. Pues muy sencillo, sabiendo lo que quiere decir estando bien dicho, y si no lo sabe, pues es de otra generación. Pero esta es la forma de presentar hoy día las cosas, que estando todos los ingredientes, cada uno los coloca donde quiere; puede resultar gracioso, pero maldita la gracia que tiene. ¿Por qué no hacemos las cosas correctamente? Sencillamente porque los valores, estando, están trastocados; que pudiendo hacerlas bien, las hacemos mal. ¿Por qué razón o sinrazón es así? No lo sé, pues si lo supiera tendría alguna receta que mostrar; a lo mas que llego es a intuir que no esta bien.
Quien nace pobre y feo, se casa y no es querido, se muere y va al infierno, ¡vaya juerga que ha corrido! Reconozco que este dicho me tiene descolocado desde mi concepción de creyente. Que alguien nazca pobre y que además sea feo es una desgracia, pero superable con otros valores, como bondad, inteligencia, simpatía; que se case y que la
mujer le salga torera, es otra desgracia; que se muera, no sabemos cuando, no es una desgracia, es un hecho contra el cual no podemos hacer nada; pero ¡ir al infierno! eso ya es demasiado, y posiblemente sea lo único que tendría arreglo en vida, mas difícil a unos que otros la forma de evitar ese desenlace, pero posible; claro que esto es solo para creyentes, porque para el que no crea en nada, que mas da, ha sido una vida desgraciada en la que no ha podido tener ninguna juerga vital, y punto; pero el autor del dicho creía, supongo que a su manera, pues la vida no es una juerga ni el mas allá, tampoco. Es un plus que tiene el que cree, pues morirse y todo se acabó, es intelectual y moralmente inaceptable, y seria tristísima y absurda esta vida.
Cría cuervos, y tendrás muchos. Sí, ya sé que no es así el
refrán, por eso es un chascarrillo, pero también maldita la gracia que tiene porque es una verdad como un templo. Alguien se ha dedicado a criar cuervos, pájaros de mal agüero, astutos que no inteligentes, amantes del oro y de las cosas brillantes, oportunistas, carroñeros, duros de pelar, plumas bellas pero negrísimas, y están en todas partes, porque hay muchísimos y difícil de extinguir; como a los criadores les son rentables, hasta los cuidan para que no desaparezcan, como los de la Torre de Londres, a los que llegan a cortar las alas para que no escapen, pues eso sería un mal presagio para Inglaterra; algo parecido a lo de los monos de Gibraltar. Estamos rodeados de cuervos, parecidos a aquellos, pero estos con zarpas, porque alguien se ha preocupado de criarlos, pero también de cortarles las alas, no se les ocurra volar/pensar por su cuenta. Los únicos cuervos que se salvan de ser tan malos son los que nos describe la Biblia alimentando al profeta Elías, aunque la Biblia no nos dice qué israelita se quedaba ese día sin
comer. ¿Recuerdan lo que decía el cuervo de Allan Poe, «nunca más», o el «nunca mais» de chapapotes recuerdos? Tristes memorias que nos deberían hacer pensar en los porqués de esos «nunca más».
Hay un pájaro parecido al cuervo, más pequeño y más próximo a nosotros y abundante en nuestras tierras, que es el grajo; hasta a un pueblecito de la Sierra de
Ávila le llamaron Grajos durante siglos, pero los vecinos, cansados de este nombre, que no les gustaba nada, le cambiaron por el de
San Juan del Olmo, bello y agreste lugar, con la cercana ermita de la Virgen de las Fuentes, declarada BIC, y llena la zona de yacimientos vettones, tardorromanos y visigodos, conocidos y por conocer. Tal vez ahí se gestara el dicho, por simple observación: cuando el grajo vuela bajo, hace un frío del carajo. Hoy día hace frío en todas las alturas, en el cuerpo y en el alma, producido por aquellos cuervos amorales, y por nuestra poca capacidad de respuesta