1 de abril de 1939, día del triunfo de la barbarie y el golpismo
Las guerras huelen a sangre. No existen guerras justas, sólo guerras. Malas contiendas las que luchan contra un invasor desconocido, un enemigo sin rostro que habla una lengua extranjera, adora a otro dios. Al terminar la guerra se firma la paz, que a unos duele más que a otros. Paz que se supone que traerá un tiempo de tranquilidad y sosiego durante el cual, el vencedor hará gala de su generosidad o al menos debiera.
Existen otras guerras, mucho más crueles, esas que sabes que en la trinchera enemiga puede estar tu padre, tu hijo o tu hermano. Guerras que todas deberían terminar en paz, cerrando heridas, reconciliándote con tu vecino, padre, hijo o hermano.
La guerra civil, que llegó tras el golpe de Estado del 18 de julio del 36, no fue una guerra que terminase en paz, terminó en Victoria. Sí, Victoria con mayúsculas, durante la cual se abrieron nuevas heridas mucho más sangrantes, dolorosas y perdurables en el tiempo…
Dos hermanos frente a frente: Braulio, en el bando golpista, en el de los vencedores, fue condecorado. En el otro, Felipe, luchó defendiendo el gobierno legítimo de la República, derrotado y humillado regresó a Juncos después de saltar de un camión que lo conducía al penal Uclés con destino a una muerte segura.
Dos hermanos frente a frente: Braulio, en el bando golpista, en el de los vencedores, fue condecorado. En el otro, Felipe, luchó defendiendo el gobierno legítimo de la República, derrotado y humillado regresó a Juncos después de saltar de un camión que lo conducía al penal Uclés con destino a una muerte segura. Felipe pensaba que la guerra había terminado, que había llegado la paz. Se equivocó, sólo llegó la Victoria.
Las guerras huelen a sangre. No existen guerras justas, sólo guerras. Malas contiendas las que luchan contra un invasor desconocido, un enemigo sin rostro que habla una lengua extranjera, adora a otro dios. Al terminar la guerra se firma la paz, que a unos duele más que a otros. Paz que se supone que traerá un tiempo de tranquilidad y sosiego durante el cual, el vencedor hará gala de su generosidad o al menos debiera.
Existen otras guerras, mucho más crueles, esas que sabes que en la trinchera enemiga puede estar tu padre, tu hijo o tu hermano. Guerras que todas deberían terminar en paz, cerrando heridas, reconciliándote con tu vecino, padre, hijo o hermano.
La guerra civil, que llegó tras el golpe de Estado del 18 de julio del 36, no fue una guerra que terminase en paz, terminó en Victoria. Sí, Victoria con mayúsculas, durante la cual se abrieron nuevas heridas mucho más sangrantes, dolorosas y perdurables en el tiempo…
Dos hermanos frente a frente: Braulio, en el bando golpista, en el de los vencedores, fue condecorado. En el otro, Felipe, luchó defendiendo el gobierno legítimo de la República, derrotado y humillado regresó a Juncos después de saltar de un camión que lo conducía al penal Uclés con destino a una muerte segura.
Dos hermanos frente a frente: Braulio, en el bando golpista, en el de los vencedores, fue condecorado. En el otro, Felipe, luchó defendiendo el gobierno legítimo de la República, derrotado y humillado regresó a Juncos después de saltar de un camión que lo conducía al penal Uclés con destino a una muerte segura. Felipe pensaba que la guerra había terminado, que había llegado la paz. Se equivocó, sólo llegó la Victoria.
A este tal Felipe le dio tiempo a saltar y salvarse a otros de las checas les hacían saltar y darle cuatro tiros
como de costumbre a este historiador de pacotilla le falta contar la historia completa.
manuel
como de costumbre a este historiador de pacotilla le falta contar la historia completa.
manuel