El valiente tiene miedo del contrario; el cobarde, de su propio temor.
Quevedo.
La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come.
Quevedo.
El amigo ha de ser como la sangre, que acude luego a la herida sin esperar a que le llamen.
Los que de corazón se quieren sólo con el corazón se hablan.
Si alguna mujer hermosa viniere a pedirte justicia, quita los ojos de sus lágrimas y tus oídos de sus gemidos, y considera despacio la sustancia de lo que pide, si no quieres que se anegue tu razón en su llanto y tu bondad en sus suspiros.
»Nunca te guíes por la ley del encaje, que suele tener mucha cabida con los ignorantes que presumen de agudos.