Jaume Matas es un tipo estupendo, y Benedicto XVI un Papa vigilante a más no poder de la conducta de los sacerdotes de su Iglesia. Siendo esto así, ¿cómo es posible que se les ande censurando con semejante saña y virulencia? Muy sencillo: porque Matas es un preboste del PP, y Benedicto XVI otro, y en grado Sumo, de la Iglesia Católica, y ya se sabe que el zapaterismo chavista, castrista y filo islamista de una parte, y en anticlericalismo jacobino y masónico de otra, se han propuesto erradicar de la faz de la Tierra todo lo que suene a Civilización Occidental. Tal es el discurso de la derecha española. Si no repugnara tanto a la inteligencia, la de cualquier ciudadano acudiría, sofocada y sin necesidad de ser de izquierda, a las referencias básicas y universales del bien y del mal para poner las cosas en su sitio, que no es otro, en el caso de Matas, que el del banquillo ante un tribunal para responder de las imputaciones de pillaje, y en el del Papa de Roma, el de su responsabilidad institucional en relación a los numerosos, muy graves y silenciadísimos delitos sexuales perpetrados por sacerdotes contra niños. Pero repugna a la inteligencia, por muy mediana que ésta sea, ese descenso abisal de ponerse a trabajar para defender lo obvio, es decir, lo obvio para todo el mundo, de derechas, de izquierdas, de centro, católicos, mahometanos, protestantes, ateos, agnósticos o indiferentes. Lo obvio es que robar a la gente es un delito, tanto más obsceno si el que manga las gallinas es el encargado de cuidarlas, y que abusar sexualmente de los niños es otro delito, y, por cierto, más transcendente y nauseabundo. Esa teoría de la persecución política y religiosa que se ha inventado la derecha, no merece el menor comentario, pero sí suscita desolación que por puro sectarismo haya quien se muestre más benevolente con los verdugos que con las víctimas.
No es mio el escrito pero me ha gustado y aqui lo pongo
No es mio el escrito pero me ha gustado y aqui lo pongo