Además el paje era el único que tenía la hoja de instrucciones, que bien pudo aprender el emperador, pero lo rechazó.
Así, el científico pudo tener un mejor conocimiento de la tela, sabiendo cual era funcionamiento, sus características, lo que se podría hacer con ella y lo que era especialmente perjudicial para la tela.
Era primordial tener unos trajes que te protegieran de los peligros, en vez de provocarlos, y estar expuestos a sufrir percances innecesarios.
Una vez que tuvo los estudios necesarios creyeron conveniente darle una rentabilidad y crearon su propia industria textil en la que emplearon a mucha gente.
Así, el científico pudo tener un mejor conocimiento de la tela, sabiendo cual era funcionamiento, sus características, lo que se podría hacer con ella y lo que era especialmente perjudicial para la tela.
Era primordial tener unos trajes que te protegieran de los peligros, en vez de provocarlos, y estar expuestos a sufrir percances innecesarios.
Una vez que tuvo los estudios necesarios creyeron conveniente darle una rentabilidad y crearon su propia industria textil en la que emplearon a mucha gente.
La tela del emperador tenía una característica especial que él mismo no quiso saber. Era transparente pero contenía unos preciosos reflejos que simulaban los rayos del sol sobre los mares. Lo que pasa es que quien se ciñera esos ropajes realmente iba desnudo. Pues este tejido estaba ideado para llevar otro vestido debajo pero de una tela que todavía no había sido descubierta.
Si era el rey quien se lo ponía, la gente jamás le diría el fallo de la tela. Iría desnudo y la hipocresía de sus allegados permitirían silenciar lo evidente.
Él científico estudió el percal a conciencia y dio con la solución acertada.
Tiñó las telas especiales del rey de unos preciosos colores. Químicamente tenían que ser también especiales, y tras muchos ensayos dio con los elementos apropiados para realzar la belleza de la tela de mil y un reflejos marinos.
Tanto el paje como el científico quedaron entusiasmados por el maravilloso descubrimiento que acababan de realizar.
Lo más fácil fue encontrar financiación para su invento, y muchas personas adineradas vieron el negocio redondo que redoblaría sus capitales.
Si era el rey quien se lo ponía, la gente jamás le diría el fallo de la tela. Iría desnudo y la hipocresía de sus allegados permitirían silenciar lo evidente.
Él científico estudió el percal a conciencia y dio con la solución acertada.
Tiñó las telas especiales del rey de unos preciosos colores. Químicamente tenían que ser también especiales, y tras muchos ensayos dio con los elementos apropiados para realzar la belleza de la tela de mil y un reflejos marinos.
Tanto el paje como el científico quedaron entusiasmados por el maravilloso descubrimiento que acababan de realizar.
Lo más fácil fue encontrar financiación para su invento, y muchas personas adineradas vieron el negocio redondo que redoblaría sus capitales.