Como era de esperar, la abuelita de Jacinto, Doña Práxedes les había dicho que tendrían que esperar a Celinda, y mientras se fue a por un chocolate calentito con churros para los niños. Justo llegó Práxedes con su chocolatera cuando Celinda salía de darle la sal a su madre (que buena falta le hacía porque además de venenosa era sosa como ella sola).
Y ya libre, se sentó a tomarse el chocolate recién hecho. Tomó su vaso y bebió, le dijo a la abuelita de Jacinto:
- ¡Está estupendo, que rico!.
Y todos se echaron a reír por la forma tan entusiasta que tuvo la niña de hablar. A lo que ella contestó:
¿Qué pasa, es que a vosotros no os gusta?, ¡pues bien que lo habéis terminado!
Así, una vez acabado el chocolate con churros, los muchachos eran todo oídos.
Práxedes comenzó:
-Había una vez...
Y ya libre, se sentó a tomarse el chocolate recién hecho. Tomó su vaso y bebió, le dijo a la abuelita de Jacinto:
- ¡Está estupendo, que rico!.
Y todos se echaron a reír por la forma tan entusiasta que tuvo la niña de hablar. A lo que ella contestó:
¿Qué pasa, es que a vosotros no os gusta?, ¡pues bien que lo habéis terminado!
Así, una vez acabado el chocolate con churros, los muchachos eran todo oídos.
Práxedes comenzó:
-Había una vez...