El Espectro de la Fuente de la Peña
Un arriero que regresaba de los Villares una noche, al pasar por la Fuente de las Peñas le parecio oir los sollozos de un niño. En la Fuente de las Peña muy cerca de la entrada sur de la capita, habia, aún queda el edificio, un lavadero, donde las mujeres subian a lavar la ropa.
El arriero pensó que se trataba del hijo de alguna de aquellas lavandera que se habia perdido.
Entre la oscuridad busco el origen de los sollozos y si, era un niño de dos o tres años. Le tomó en brazos y procuró tranquilizarlo. Cuando ceso de llorar, se lo colocó atras en la mula y continuo su camino hacia la capital. Ya entrando en el barrio de San Felipe, un poco antes de la glorieta, el arriero empezó a notar que las mulas iban tornando su paso en fatigoso. Parecia como si un peso muy las lastrara. El hombre se extraño y cuando hecho la cabeza hacia atrás, para ver qué pasaba en las recua, se encontro con que el niño se habia convertido en un ser enorme y mostruoso, una criatura de rostro terrible y enormes dientes. Y con cierta sorna, le pregunto:
- ¿tienes dientes como yo?
El arriero a pesar de ser un hombre hecho y derecho, descabalgó de un salto y, sin ocuparse de las mulas se desperdigaron por calles y caminos, salió corriendo al tiempo que se santiguaba.
Saludos
Un arriero que regresaba de los Villares una noche, al pasar por la Fuente de las Peñas le parecio oir los sollozos de un niño. En la Fuente de las Peña muy cerca de la entrada sur de la capita, habia, aún queda el edificio, un lavadero, donde las mujeres subian a lavar la ropa.
El arriero pensó que se trataba del hijo de alguna de aquellas lavandera que se habia perdido.
Entre la oscuridad busco el origen de los sollozos y si, era un niño de dos o tres años. Le tomó en brazos y procuró tranquilizarlo. Cuando ceso de llorar, se lo colocó atras en la mula y continuo su camino hacia la capital. Ya entrando en el barrio de San Felipe, un poco antes de la glorieta, el arriero empezó a notar que las mulas iban tornando su paso en fatigoso. Parecia como si un peso muy las lastrara. El hombre se extraño y cuando hecho la cabeza hacia atrás, para ver qué pasaba en las recua, se encontro con que el niño se habia convertido en un ser enorme y mostruoso, una criatura de rostro terrible y enormes dientes. Y con cierta sorna, le pregunto:
- ¿tienes dientes como yo?
El arriero a pesar de ser un hombre hecho y derecho, descabalgó de un salto y, sin ocuparse de las mulas se desperdigaron por calles y caminos, salió corriendo al tiempo que se santiguaba.
Saludos