Si la democracia es cara pruebe con la tiranía
8 Junio, 2010
por José Andrés Torres Mora
Es bastante conocida la frase que dice que si la educación nos parece cara, probemos con la ignorancia. Desde hace cierto tiempo se ha intensificado la crítica a la política democrática en nuestro país sobre la base de que es cara. Como en el caso de la educación, uno podría preguntarse cómo de cara es la democracia en comparación con la dictadura. Lo peor de los que atacan así a la política democrática no es el latido autoritario de su pensamiento, lo peor es que nos falten al respeto insultando a nuestra inteligencia. No sé cuántas personas caerían rendidas ante la oferta de un tirano barato, pero las que cayeran serían un buen ejemplo de lo que el Premio Nobel de Economía Amartya Sen llama “idiotas racionales”.
Hace unos días un periódico de Madrid destacaba en su portada que con las subvenciones a los sindicatos se podía evitar la congelación de un millón de pensiones. Al ver el argumento me preguntaba a mí mismo, ¿cuál sería la cuantía de las pensiones si no hubiera sindicatos?, ¿qué derechos tendrían los trabajadores si la conquista de los mismos hubiera estado en manos de los editorialistas de ese periódico en lugar de en manos de sus organizaciones sindicales? El periódico podía haber elegido, en coherencia con la demagogia de su propuesta, recortar el gasto en defensa, o a la Iglesia. Pero, como en Hamlet, hay un método en su locura.
Hace ya mucho tiempo que los menos amigos de las libertades democráticas descubrieron que para tener éxito necesitan el apoyo de la ciudadanía. Desde entonces el populismo se ha convertido en su mejor instrumento. Con la misma lógica del mencionado periódico se podría argüir que cerrando el Parlamento se evitaría la congelación de otras cuatrocientas mil pensiones. Los populistas se quejan de las trabas de la institucionalidad democrática para el bienestar y la libertad de los ciudadanos como la paloma kantiana se quejaba de la resistencia del aire a su vuelo, es decir, sin reparar que es precisamente el aire el que la sostiene.
Cuando Mariano Rajoy le plantee mañana al Presidente Rodríguez Zapatero que, para afrontar la crisis, fusione los ministerios de trabajo y sanidad, no estará planteando despedir a los funcionarios de uno de los ministerios, ni eliminar las políticas de empleo o de salud, sencillamente se estará refiriendo al magro ahorro que supone transformar un sueldo de ministro en uno de secretario de Estado, y poco más. A las nueve y cuarto de la mañana, cuando acabe su intervención parlamentaria, Rajoy seguirá sin haber hecho ninguna contribución significativa a la resolución de la crisis económica, pero no cabe duda de que habrá añadido un leño más a la hoguera populista.
José Andrés Torres Mora
8 Junio, 2010
por José Andrés Torres Mora
Es bastante conocida la frase que dice que si la educación nos parece cara, probemos con la ignorancia. Desde hace cierto tiempo se ha intensificado la crítica a la política democrática en nuestro país sobre la base de que es cara. Como en el caso de la educación, uno podría preguntarse cómo de cara es la democracia en comparación con la dictadura. Lo peor de los que atacan así a la política democrática no es el latido autoritario de su pensamiento, lo peor es que nos falten al respeto insultando a nuestra inteligencia. No sé cuántas personas caerían rendidas ante la oferta de un tirano barato, pero las que cayeran serían un buen ejemplo de lo que el Premio Nobel de Economía Amartya Sen llama “idiotas racionales”.
Hace unos días un periódico de Madrid destacaba en su portada que con las subvenciones a los sindicatos se podía evitar la congelación de un millón de pensiones. Al ver el argumento me preguntaba a mí mismo, ¿cuál sería la cuantía de las pensiones si no hubiera sindicatos?, ¿qué derechos tendrían los trabajadores si la conquista de los mismos hubiera estado en manos de los editorialistas de ese periódico en lugar de en manos de sus organizaciones sindicales? El periódico podía haber elegido, en coherencia con la demagogia de su propuesta, recortar el gasto en defensa, o a la Iglesia. Pero, como en Hamlet, hay un método en su locura.
Hace ya mucho tiempo que los menos amigos de las libertades democráticas descubrieron que para tener éxito necesitan el apoyo de la ciudadanía. Desde entonces el populismo se ha convertido en su mejor instrumento. Con la misma lógica del mencionado periódico se podría argüir que cerrando el Parlamento se evitaría la congelación de otras cuatrocientas mil pensiones. Los populistas se quejan de las trabas de la institucionalidad democrática para el bienestar y la libertad de los ciudadanos como la paloma kantiana se quejaba de la resistencia del aire a su vuelo, es decir, sin reparar que es precisamente el aire el que la sostiene.
Cuando Mariano Rajoy le plantee mañana al Presidente Rodríguez Zapatero que, para afrontar la crisis, fusione los ministerios de trabajo y sanidad, no estará planteando despedir a los funcionarios de uno de los ministerios, ni eliminar las políticas de empleo o de salud, sencillamente se estará refiriendo al magro ahorro que supone transformar un sueldo de ministro en uno de secretario de Estado, y poco más. A las nueve y cuarto de la mañana, cuando acabe su intervención parlamentaria, Rajoy seguirá sin haber hecho ninguna contribución significativa a la resolución de la crisis económica, pero no cabe duda de que habrá añadido un leño más a la hoguera populista.
José Andrés Torres Mora