Por si Doña Elo ignora que el abuelo del Sr. Rodriguez Zapatero essstuvo a las ordenes de Franco y se cargo a infinidad de mineros en Asturias.
Doña Elo quitese ya el pañuelo de los ojos y vea la realidad.
"Yo siempre había tenido curiosidad por conocer los detalles de la muerte de mi tío, y así las cosas, me encuentro hace unos días en Libertad Digital con la hoja de servicios del capitán Rodríguez Lozano, abuelo de D. José Luis Rodríguez Zapatero, cuya trágica muerte tanto parece haber afectado a sus nieto hasta el punto de equipararla con la de un atentado terrorista, lo cual creo que es una exageración manifiesta porque las diferencias son abismales, dado que ocurrió en una guerra en la que cada bando fusilaría, casi sin excepción, a los oficiales fieles al bando contrario.
Pues bien, en dicho historial se relata como el capitán Rodríguez Lozano, cumpliendo las ordenes del General Franco, salió el 12 de octubre como segundo jefe de una pequeña columna que apenas tenía un batallón; es decir, menos de 400 hombres; esta columna iba al mando del coronel Lafuente y el segundo jefe era el abuelo del Sr. Zapatero. Entraron en Asturias por el sur, al objeto de restablecer el orden, ya que casi toda la provincia había sido ocupada por los sublevados. Esta columna entablaría duros combates con los mineros entre el 14 y el 16 de octubre; combates, donde la columna de Lafuente y el capitán Rodríguez Lozano que a pesar de su abrumadora inferioridad, ya que realmente podía haber entre 3000 y 4000 mineros armados, y los mineros no son cualquier cosa, realmente desarrollaron –hay que decirlo, en honor a la verdad- una habilidad y un valor sorprendentes, y consiguieron aislar al grueso de las fuerzas sublevadas en Trubia y ellos se dirigieron directamente a Mieres, que era la patria chica de mis padres y la cuna del levantamiento. La verdad es que, tengo que volver a repetirlo, este comportamiento de la columna que comandaba como segundo jefe el abuelo de Zapatero tuvo algo de milagroso por lo inverosímil de la victoria.
Mi tío Carlos y sus compañeros morirían en vano intentando impedir que la columna del capitán Rodríguez Lozano llegase a Mieres. Hecho que si yo lo pretendiese utilizar-que no va a ser así- con la irresponsabilidad y la miseria moral habituales, entre los defensores de la recuperación de la memoria histórica, podría llevarme a afirma que a mi tío Carlos y a sus compañeros socialistas los mataron las fuerzas a las ordenes del abuelo del Sr. Zapatero. Algo que aunque físicamente sea cierto constituiría una deformación grosera de la realidad, porque el capitán Rodríguez Lozano y sus hombres estaban allí cumpliendo con su deber para restablecer el orden y proteger las vidas y haciendas de muchos asturianos, desplegando, además, una capacidad militar y un coraje personal fuera de lo común.
Aquí, los culpables de la muerte de mi tío Carlos, y de cientos de sus compañeros –en total morirían unos 1400 hombres en esos combates- no fueron el capitán Lozano y sus hombres, sino los lideres socialistas Largo Caballero e Indalecio Prieto, aunque este último con reticencias, que además se irían de rositas, mientras mi tío y sus compañeros perdían sus vidas, fanatizados por estos auténticos miserables que les gritaban –junto con Luis Companys en Cataluña- la necesidad de –cito literalmente- “verter la sangre que deba verterse”; siempre, naturalmente, que no fuere la suya. Y que meses después, ya desde el poder, intentaría arrastrar de nuevo a media España, lo que condujo inevitablemente a la Guerra Civil.
Por ello, y dada la oportunidad que Vd. Quisiera aprovechar esta increíble coincidencia, para respetuosamente pedirle al presidente Rodríguez Zapatero, lo que sin la menor sombra de duda le pedirían su abuelo y mi tio Carlos, que imite a D. Felipe González, que deje que los muertos entierren a los muertos y que se dedique a sumar y a no enfrentar y dividir a os españoles, pues la memoria del período más sangriento de toda nuestra historia que ahora va a conmemorarse tan sectariamente la tenemos todos los españoles.
Doña Elo quitese ya el pañuelo de los ojos y vea la realidad.
"Yo siempre había tenido curiosidad por conocer los detalles de la muerte de mi tío, y así las cosas, me encuentro hace unos días en Libertad Digital con la hoja de servicios del capitán Rodríguez Lozano, abuelo de D. José Luis Rodríguez Zapatero, cuya trágica muerte tanto parece haber afectado a sus nieto hasta el punto de equipararla con la de un atentado terrorista, lo cual creo que es una exageración manifiesta porque las diferencias son abismales, dado que ocurrió en una guerra en la que cada bando fusilaría, casi sin excepción, a los oficiales fieles al bando contrario.
Pues bien, en dicho historial se relata como el capitán Rodríguez Lozano, cumpliendo las ordenes del General Franco, salió el 12 de octubre como segundo jefe de una pequeña columna que apenas tenía un batallón; es decir, menos de 400 hombres; esta columna iba al mando del coronel Lafuente y el segundo jefe era el abuelo del Sr. Zapatero. Entraron en Asturias por el sur, al objeto de restablecer el orden, ya que casi toda la provincia había sido ocupada por los sublevados. Esta columna entablaría duros combates con los mineros entre el 14 y el 16 de octubre; combates, donde la columna de Lafuente y el capitán Rodríguez Lozano que a pesar de su abrumadora inferioridad, ya que realmente podía haber entre 3000 y 4000 mineros armados, y los mineros no son cualquier cosa, realmente desarrollaron –hay que decirlo, en honor a la verdad- una habilidad y un valor sorprendentes, y consiguieron aislar al grueso de las fuerzas sublevadas en Trubia y ellos se dirigieron directamente a Mieres, que era la patria chica de mis padres y la cuna del levantamiento. La verdad es que, tengo que volver a repetirlo, este comportamiento de la columna que comandaba como segundo jefe el abuelo de Zapatero tuvo algo de milagroso por lo inverosímil de la victoria.
Mi tío Carlos y sus compañeros morirían en vano intentando impedir que la columna del capitán Rodríguez Lozano llegase a Mieres. Hecho que si yo lo pretendiese utilizar-que no va a ser así- con la irresponsabilidad y la miseria moral habituales, entre los defensores de la recuperación de la memoria histórica, podría llevarme a afirma que a mi tío Carlos y a sus compañeros socialistas los mataron las fuerzas a las ordenes del abuelo del Sr. Zapatero. Algo que aunque físicamente sea cierto constituiría una deformación grosera de la realidad, porque el capitán Rodríguez Lozano y sus hombres estaban allí cumpliendo con su deber para restablecer el orden y proteger las vidas y haciendas de muchos asturianos, desplegando, además, una capacidad militar y un coraje personal fuera de lo común.
Aquí, los culpables de la muerte de mi tío Carlos, y de cientos de sus compañeros –en total morirían unos 1400 hombres en esos combates- no fueron el capitán Lozano y sus hombres, sino los lideres socialistas Largo Caballero e Indalecio Prieto, aunque este último con reticencias, que además se irían de rositas, mientras mi tío y sus compañeros perdían sus vidas, fanatizados por estos auténticos miserables que les gritaban –junto con Luis Companys en Cataluña- la necesidad de –cito literalmente- “verter la sangre que deba verterse”; siempre, naturalmente, que no fuere la suya. Y que meses después, ya desde el poder, intentaría arrastrar de nuevo a media España, lo que condujo inevitablemente a la Guerra Civil.
Por ello, y dada la oportunidad que Vd. Quisiera aprovechar esta increíble coincidencia, para respetuosamente pedirle al presidente Rodríguez Zapatero, lo que sin la menor sombra de duda le pedirían su abuelo y mi tio Carlos, que imite a D. Felipe González, que deje que los muertos entierren a los muertos y que se dedique a sumar y a no enfrentar y dividir a os españoles, pues la memoria del período más sangriento de toda nuestra historia que ahora va a conmemorarse tan sectariamente la tenemos todos los españoles.