Hola, amigos. Me llega un nuevo correo sobre el señor AZNAR y no desaprovecho la ocasión para decir en voz alta lo que todos sabemos: que el señor AZNAR es un caso más de la sinvergüencería de los políticos que nos dirigen. Son las excrecencias de las clases poderosas, dueñas de los mercados, y que marcan lo que los países tienen que hacer en economía. Todo con tal de que sus ganancias no mermen y puedan seguir explotando el trabajo de la gente. Esto suena a trasnochado pero solo en las palabras. La realidad no ha cambiado. Estamos en las mismas estructuras, mucho más elaboradas desde luego, que en la época de la primera industrialización, cuando Marx y Engels publicaron el Manifiesto del Partido Comunista. Con el cuento del que el comunismo fracasó, nos explotan a todos con mayor alevosía e impunidad. Los políticos son meros calanchines, recaderos o correveidiles de los grupos económicos que dirigen la economìa del mundo. Lo de los indignados es solo un grito. Hace falta quien les obligue a cambiar. Para empezar, podríamos darle muchas gracias a su majestad el rey Don Juan Carlos I de Borbón, por los servicios prestados, y prescindir de la monarquía porque es un gasto innecesario y, ay Urdangarín, abusivo. Un país con cinco millones de parados no se puede dar el lujo de una monarquía que no produce nada, sino tema para la revista HOLA.
De modo, pues, que como el señor AZNAR, los hay montones: pronuncian bellos discursos y cometen abominables acciones, con la impavidez y frescura de aquel a quien todo le resbala porque dispone de una cuanta bancaria con muchos ceros. Cordial saludo. Francisco Tostón de la Calle
De modo, pues, que como el señor AZNAR, los hay montones: pronuncian bellos discursos y cometen abominables acciones, con la impavidez y frescura de aquel a quien todo le resbala porque dispone de una cuanta bancaria con muchos ceros. Cordial saludo. Francisco Tostón de la Calle