Miedo me dió siempre cualquier comunista español o...

Miedo me dió siempre cualquier comunista español o europeo que mantuvieron silencio culpable ante el muro de la vergüenza de la URSS. O ante las matanzas y torturas de millones de seres humanos en Siberia, a manos del mayor sanguinario de la historia de la Humanidad, Stalin, que incluso superó al otro gran asesino Hitler.

Algunos comunistas españoles, como Joan Benet, se jactaban y decían que la URSS aún tenía que ser mucho más cruel en sus purgas. Recomiendo leer Archipiélago Gulag de Alexander Solzhenistyn, Nobel de Literatura, que sufrió y fue testigo de las peores atrocidades inimaginables.

Habría que preguntarle a este admirado Señor Anguita, cuales fueron sus acciones contra esta barbarie que cometían sus correligionarios rusos.

Copio a continuación un resumen de todo aquello:

Solzhenitsyn nos habla de las riadas de hombres que son llevadas como en un torrente de agua por el alcantarillado del Gulag. Cada torrente tiene su momento y su lugar: primero se detuvo en masa a los burgueses, después a los intelectuales, todos ellos inservibles para el socialismo; después a los militares de la época zarista, más tarde a los kadetés (constitucionalistas); un poco más delante al grupo de ingenieros empecedores; a los judíos; en otro momento a los eseristas (comunistas no marxistas); a los prisioneros alemanes; a los prisioneros rusos repatriados; a los vueltos del extranjero y contaminados de capitalismo; también luego a los campesinos colectivizados; así también los no colectivizados, por empecedores; los maquinistas ferroviarios; etc. Las riadas fueron imparables todo el tiempo. (Un dato: se considera que ¼ de la población de Leningrado fue depurada entre 1.934 y 1.935, ¡en sólo 2 años!).

Sobre la instrucción sumarial Solzhenitsyn nos dice: “ nadie podía imaginar que en 20 años (después de la revolución)…se oprimiría el cráneo con un aro de hierro, se sumergiría a un hombre en un baño de ácidos, que se le metería por el conducto anal una baqueta de fusil recalentada con un infernillo (´el herrado secreto´), que se le aplastaría lentamente con la bota los genitales, o que como una variante más suave, se le atormentaría con una semana de insomnio y sed y se le apalizaría hasta dejarlo en carne viva,…” Al lado de este tipo de torturas las ordalías medievaleseran juegos florales. Por otra parte, los ardides psicológicos para arrancar confesiones de culpabilidad o delaciones de terceros eran de un ingenio sutilísimo, que por sí solos merecen la lectura del libro.