Predestinados y elegidos. De eternidad a eternidad.
Meditaciones de San Pablo, el hombre más providencial que Dios regaló a la Iglesia naciente..
Desde toda la eternidad había ordenado este Universo y a nosotros, nos soñó hijos en su Hijo.
dice Pablo sobre nuestra predestinación, nuestra elección y nuestra glorificación nada más abrimos la carta a los de Éfeso. Vemos que ésa es la realidad. Que ése fue el sueño divino alimentado por Dios desde toda la eternidad. Y que, por toda la eternidad que viene, ésa va a ser la dicha sin fin que nos espera.
Empieza Pablo su afirmación categórica con palabras emocionantes, y tantas veces repetidas:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales y celestiales en Cristo, por cuanto nos ha elegido en él antes de la creación del mundo, para ser santos e intachables por el amor, eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo”.
Esto es grandioso, sin más.
La ciencia moderna nos tiene asombrados cuando nos habla hoy del origen del mundo, con eso que los científicos llaman el “Big bang” o gran estallido que originó el Universo. Dicen que se produjo hace unos dieciséis mil millones de años. ¡Como quien no dice nada!... Entonces empezó a existir la materia y comenzó a correr el tiempo: ¡Dieciséis mil millones de años nada más!...
Pues, bien; supongamos que Pablo vive todavía en el mundo, metido en su desierto de Arabia o predicando en la planicie de Galacia, y le damos esta noticia, este descubrimiento de la ciencia. ¿Saben lo que haría y nos contestaría Pablo? No mostraría ninguna extrañeza ni ninguna emoción. Se limitaría a decir:
¿Dieciséis mil millones de años? Si eso no es nada… Porque antes, mucho antes, desde toda la eternidad, ya existía Jesucristo en la mente de Dios. Desde toda la eternidad había ordenado este Universo en orden a Jesucristo. Y no sólo a Jesucristo, sino a nosotros, que nos soñó hijos en su Hijo, a fin de que Jesucristo y nosotros viviéramos después siempre con el mismo Dios en su misma gloria y felicidad.
Para cuando apareció aquel “Gran estallido” del que hablan ustedes, hace tantos miles de millones de años, ya éramos veteranos nosotros en la mente de Dios, y teníamos además por delante una vida que no acabaría jamás, porque la vida posterior sería tan larga, tan eterna, como lo había sido la anterior.
¡Vaya discurso que nos echaría Pablo si le fuéramos con noticia semejante! No se lo hubiera soltado a los sabios griegos en el Areópago de Atenas con más elocuencia que a nosotros ahora.
Entonces vendrá la tercera y última etapa, cuando Jesucristo vuelva al final de los tiempos, glorioso y triunfador, para reunir a todos los elegidos desde un extremo al otro de la tierra, y ofrecer al Padre el Reino conquistado. Entonces, como expresa Pablo, vencidos todos los enemigos y puestos bajo sus pies, entregará el Reino a Dios Padre, de modo que Dios sea todo en todas las cosas (1Co 15,28)
Esta Carta de Pablo a los de Éfeso nos ofrece en un conjunto maravilloso todo el misterio de Jesucristo y de nosotros como familia de Dios.
Soñados por Dios, no durante miles de millones de años, sino desde toda la eternidad.
Formada esa familia de Dios durante el tiempo de la vida mortal de Jesús en el mundo y a lo largo de los siglos o milenios que Dios tiene determinados.
Y completada y consumada al final de los tiempos, para morar en la casa de Dios -en la Casa del Padre, como nos gusta decir hoy-, por siglos eternos…
¡Grandioso el plan de Dios!
Mas grandioso, desde luego, que ese Big Bang o Gran Estallido de los científicos, que nos pasma con sus miles de millones de años, tan cortitos comparados con nuestra eternidad en la mente y en la gloria de Dios…
Pedro G.
Meditaciones de San Pablo, el hombre más providencial que Dios regaló a la Iglesia naciente..
Desde toda la eternidad había ordenado este Universo y a nosotros, nos soñó hijos en su Hijo.
dice Pablo sobre nuestra predestinación, nuestra elección y nuestra glorificación nada más abrimos la carta a los de Éfeso. Vemos que ésa es la realidad. Que ése fue el sueño divino alimentado por Dios desde toda la eternidad. Y que, por toda la eternidad que viene, ésa va a ser la dicha sin fin que nos espera.
Empieza Pablo su afirmación categórica con palabras emocionantes, y tantas veces repetidas:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales y celestiales en Cristo, por cuanto nos ha elegido en él antes de la creación del mundo, para ser santos e intachables por el amor, eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo”.
Esto es grandioso, sin más.
La ciencia moderna nos tiene asombrados cuando nos habla hoy del origen del mundo, con eso que los científicos llaman el “Big bang” o gran estallido que originó el Universo. Dicen que se produjo hace unos dieciséis mil millones de años. ¡Como quien no dice nada!... Entonces empezó a existir la materia y comenzó a correr el tiempo: ¡Dieciséis mil millones de años nada más!...
Pues, bien; supongamos que Pablo vive todavía en el mundo, metido en su desierto de Arabia o predicando en la planicie de Galacia, y le damos esta noticia, este descubrimiento de la ciencia. ¿Saben lo que haría y nos contestaría Pablo? No mostraría ninguna extrañeza ni ninguna emoción. Se limitaría a decir:
¿Dieciséis mil millones de años? Si eso no es nada… Porque antes, mucho antes, desde toda la eternidad, ya existía Jesucristo en la mente de Dios. Desde toda la eternidad había ordenado este Universo en orden a Jesucristo. Y no sólo a Jesucristo, sino a nosotros, que nos soñó hijos en su Hijo, a fin de que Jesucristo y nosotros viviéramos después siempre con el mismo Dios en su misma gloria y felicidad.
Para cuando apareció aquel “Gran estallido” del que hablan ustedes, hace tantos miles de millones de años, ya éramos veteranos nosotros en la mente de Dios, y teníamos además por delante una vida que no acabaría jamás, porque la vida posterior sería tan larga, tan eterna, como lo había sido la anterior.
¡Vaya discurso que nos echaría Pablo si le fuéramos con noticia semejante! No se lo hubiera soltado a los sabios griegos en el Areópago de Atenas con más elocuencia que a nosotros ahora.
Entonces vendrá la tercera y última etapa, cuando Jesucristo vuelva al final de los tiempos, glorioso y triunfador, para reunir a todos los elegidos desde un extremo al otro de la tierra, y ofrecer al Padre el Reino conquistado. Entonces, como expresa Pablo, vencidos todos los enemigos y puestos bajo sus pies, entregará el Reino a Dios Padre, de modo que Dios sea todo en todas las cosas (1Co 15,28)
Esta Carta de Pablo a los de Éfeso nos ofrece en un conjunto maravilloso todo el misterio de Jesucristo y de nosotros como familia de Dios.
Soñados por Dios, no durante miles de millones de años, sino desde toda la eternidad.
Formada esa familia de Dios durante el tiempo de la vida mortal de Jesús en el mundo y a lo largo de los siglos o milenios que Dios tiene determinados.
Y completada y consumada al final de los tiempos, para morar en la casa de Dios -en la Casa del Padre, como nos gusta decir hoy-, por siglos eternos…
¡Grandioso el plan de Dios!
Mas grandioso, desde luego, que ese Big Bang o Gran Estallido de los científicos, que nos pasma con sus miles de millones de años, tan cortitos comparados con nuestra eternidad en la mente y en la gloria de Dios…
Pedro G.