«El Pernales»: así aplastó un «comando» de la
Guardia Civil al criminal que aterró a
España.
El teniente Juan Haro López y sus
hombres acabaron con la vida de Francisco Ríos González el 31 de agosto de 1907 tras una intensa cacería.
Manuel P. Villatoro.
@ABC Historia.
Le llamaban «el Pernales» porque su carácter era más duro que los pedernales. Francisco Ríos González ha pasado a la historia por ser uno de los últimos bandoleros que asolaron España con violaciones, asesinatos y robos allá por el siglo XIX. Aunque, todo hay que decirlo, su imagen fue suavizada a la postre por un romanticismo ávido de mostrar a los bandidos como almas libres que luchaban por la justicia y cuyo origen se encontraba en la
Guerra de la Independencia.
Más allá de la falsedad de este mito, lo que sí es cierto es que su reino del terror terminó el 31 de agosto de 1907, día en que un grupo liderado por el Guardia Civil Juan Haro López acabó con su vida y la de su compinche. Su caza fue narrada de forma pormenorizada en el diario ABC de la época, dónde se publicó el informe de la muerte elaborado por el mismísimo oficial. El resultado fue un júbilo general que se publicó en todos los diarios.
Bandolero y violador
La historia de Francisco Ríos González comenzó el 23 de julio de 1879 en el pueblo sevillano de Estepa, donde también habían nacido otros tantos bandoleros ilustres como «El Vivillo» (que pasó de asaltante de caminos a picador de
toros). Nuestro protagonista, que a la postre se ganaría el apodo de «el Pernales», pasó su infancia entre robos y delitos para tener algo que llevarse a la boca. Así, hasta que tuvo un encontronazo con la Guardia Civil por sus hurtos y se ganó un garrotazo en la cabeza que le descalabró. Fue entonces cuando se decidió a tirarse al monte, como ha quedado en la jerga popular.
A partir de entonces, y tal y como explica Lorenzo Silva en su obra « Sereno en el peligro. La aventura histórica de la Guardia Civil» (Edaf, 2017), «el Pernales» se convirtió en el prototipo de bandolero romántico. Uno de los últimos de su era. Más pronto que tarde, el camino de este bandido de 1,49 metros de altura y mirada gélida le llevó a secuestrar al hijo del importante dueño de una hacienda local. «Apresado por la Guardia Civil, las mañas de su abogado le valieron la absolución judicial», explica el popular autor en su obra.
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