UNA IMAGEN Y 232 PALABRAS
Bojas femeninas en el camino, voces de
mujer en el himno
Lices, Juana, Avelina... así hasta trece, fueron la llamada ‘patrulla del talco’, que cada amanecer de aquellos duros años de la posguerra hacían muchos kilómetros por el monte, hasta las
minas de Lillo, a veces vestidas con un simple saco, por entre la nieve. Muchas veces cayeron desmayadas de frío y dolor.
Y, sin embargo, se decía que las
mujeres no entraban a la
mina.
Aurora, que se llamaba Libertad pero no pudo utilizar su nombre durante varias décadas, fue durante más de una década la encargada de la línea de baldes por las bercianas minas de Bembibre. Se deshizo las rodillas empujándolos, cargando, descargando... También era su función apagar los fuegos del monte, con las compañeras de patrulla.
Concha de Celis
trabajó como cualquier
hombre en la recordada Mina del Oro, también recorrió con ellos los montes, también lloró las muertes de los
amigos cuando las campanas rompían el silencio de la noche anunciando otra desgracia, cuando la sirena de la mina sonaba a muerto.
Ya han logrado entrar al corazón de la mina, como cualquier otro
trabajador. Fue
Asturias, una vez más, la pionera.
Por eso, en la Marcha Negra también hay pies de mujer rotos, con bojas que explotan, betadine que escuece, vendas que tapan pero no acaban con el dolor. También hay suaves voces de mujer que cantan el
Santa Bárbara bendita...
Es una marcha negra y femenina.