La Poesía

En mi soledad escribo
Foto enviada por Ramsés



Dilo, dilo otra vez, y aún otra más
que me quieres, aunque esta palabra duplicada,
en tus labios, el canto del jilguero recuerde.
Y no olvides que nunca la fresca primavera
llegó al monte o al llano, al valle o a los bosques,
en su entero verdor, sin la voz del jilguero.
Me saluda en las sombras, amada mía, incierta,
esa voz de un espíritu, y en mi duda angustiosa,
grito: ¡Vuelve a decir que me quieres! ¿Quién
teme demasiadas de estrellas, aunque los cielos se llenen, ... (ver texto completo)
Sufro sin enseñar mi descontento,
y amo, aunque deba aparentar odio.
No me atrevo a expresar mis sentimientos,
Parezco mudo, aunque por dentro hablo.
Soy y no soy, en llamas me congelo,
Pues he dejado de ser yo, no soy más mío.

Este dolor es como mi sombra,
me sigue al vuelo y vuela si lo sigo,
me acompaña y hace lo que hago,
y me aflige su pena, que comparto.
No hay manera de alejarlo de mi pecho
hasta que el fin de las cosas lo destierre.

Dame una pasión más tierna
pues blando soy, nieve derretida,
o sé cruel, amor, y así sé amable:
deja que flote o permite que me hunda.
Hazme vivir con un dulce deleite,
o déjame morir para que olvide que he amado. ... (ver texto completo)
Después del feroz verano todas sus llamas
se han consumido en cenizas, han expirado
en la intensidad de su propio calor,
allí arriba la suavidad, leve, del día de San valentín,
coronada con la calma de la paz, triste y brumosa.
El después del amor nos ha llevado, cansado
de la agonía y los tormentosos deseos,
hasta una larga mirada de amistad: ojo fugaz
que nos invita a seguirlo, y a cruzar
los frescos y verdes valles que vagan sin cuidado. ... (ver texto completo)
El primer tinte de la naturaleza es dorado,
Para mantener su verde más intenso.
Su hoja temprana va floreciendo
Y vive apenas un instante.
La hoja muere al caer, danzante,
Como se hundió el Edén muy a su pesar,
Así el alba día a día desciende,
Pues nada dorado permanece.
Oh, silencioso bosque, te atravieso
con el corazón tan lleno de miseria
por todas las voces que caen de los árboles,
y las hierbas que rasgan mis pies.

Deja que me siente en tu sombra más oscura,
mientras los grises búhos vuelan sobre ti;
allí he de rogar tu bendición:
no convertirme en una ilusión,
no desvanecerme en un lento letargo.

Escrutando a través de las penumbras,
como alguien vacío de vida y esperanzas,
Congelado como una escultura de piedra,
me siento en tu sombra, pero no solo
¿Podrá Dios traer de vuelta aquel día,
en el que como dos figuras sombrías
nos agitamos bajo las hojas tibias
En este silencioso bosque? ... (ver texto completo)
He venido a enterrar el Amor
debajo de un árbol,
en el bosque negro y alto,
donde nadie lo pueda ver.

No pondré flores en su cabeza,
ni una lápida a sus pies,
pues esos labios que tanto amaba
fueron amargos, nada.

No volveré al sepulcro,
pues el bosque es frío.
Reuniré toda la alegría
que mis manos puedan abarcar.

Estaré todo el día bajo el sol,
donde los salvajes vientos soplan,
pero lloraré por las noches,
cuando no haya nadie para escuchar. ... (ver texto completo)
Reina el silencio: fúlgidas en tanto,
luces de amor, purísimas estrellas,
de la noche feliz lámparas bellas,
bordáis con oro su enlutado manto.

El placer duerme y vela mi quebranto,
y rompen el silencio mis querellas,
volviendo el eco, unísono con ellas,
de aves nocturnas el siniestro canto.

Estrellas, cuya luz modesta y pura,
del mar duplica el azulado espejo,
si a compasión os mueve la amargura.

Del intenso penar, por que me quejo,
¿Cómo para aclarar mi noche oscura
no tenéis ¡ay! ni un pálido reflejo? ... (ver texto completo)
¿Dónde está el poeta? Nueve Musas,
reveládmelo, que Pueda conocerlo.
Es aquel hombre que ante cualquiera
como un igual se siente, aunque fuere el monarca
o el más pobre de toda la tropa de mendigos;
o es tal vez una cosa de maravilla: un hombre
entre el simio y Platón;
es quien, a una con el pájaro,
reyezuelo o águila, el camino descubre
que a todos sus instintos conduce; el que ha oído ... (ver texto completo)
¿No te interesa mi amor? -me preguntó con amargura.

Le alcancé el espejo y dije:
¡Tenga a bien dirigirle esas preguntas a quien corresponda!
¡Tenga a bien formular sus pedidos a la central!
¡En todas las cuestiones de importancia emocional,
diríjase directamente a la suprema autoridad!

De modo que le pasé el espejo.

Y en la cabeza me lo hubiera partido,
pero entonces se fijó en su reflejo.
Fascinada, sus ojos lo observaron, perplejos,
mientras yo huía. ... (ver texto completo)
¡Oh, cuál te adoro! con la luz del día
tu nombre invoco apasionado y triste,
y cuando el cielo en sombras se reviste
aun te llama exaltada el alma mía.

Tú eres el tiempo que mis horas guía,
tú eres la idea que a mi mente asiste,
porque en ti se concentra cuanto existe,
mi pasión, mi esperanza, mi poesía.
... (ver texto completo)
Hiéreme. No me importa.
Duéleme en todo lo mío;
en mi sangre y mi alma,
en mi corazón y en mis pensamientos.
Dame un hondo dolor
si no puedes darme un perdurable gozo.
¡Está en mí como sea!
Mi vida va bordeando tus orillas
como un río profundo, como un río
sin nacimiento y sin muerte,
dilatado en tus márgenes, sujeto
al cauce que le des… ... (ver texto completo)
Existe una tonada por la que yo daría
todo los brincos, los panchos y todo Julio Iglesias,
una vieja tonada, languideciente y fúnebre
que me trae a mí solo sus secretos encantos.

Cada vez que la escucho mi alma se hace
doscientos años -es-sobre mi pueblo blanco
más joven; y creo ver cómo se extiende
una ladera verde que amarillea el ocaso,

luego un alcázar de ladrillo y piedra,
de vidrieras teñidas de colores rojizos
ceñido de amplios parques y a sus pies un arroyo
que entre las flores corre;

luego una dama, en su ventana altísima,
rubia. con ojos negros. de vestimenta antigua,
que en otra vida acaso ya hube visto
y de la cual me acuerdo. ... (ver texto completo)
El invierno no deja de tener sus encantos:
A veces los domingos, cuando un poco
de sol amarillea la tierra blanquecina,
vas a dar una vuelta con una prima… “y
no os hagáis esperar para la cena”,
dice la madre.

Y, cuando ya hemos visto
los atuendos floridos bajo los negros árboles
de los Jardines de Maria Cristina ... (ver texto completo)
Fue el día en que del sol palidecieron
los rayos, de su autor compadecido,
cuando, hallándome yo desprevenido,
vuestros ojos, señora, me prendieron.

En tal tiempo, los míos no entendieron
defenderse de Amor: que protegido
me juzgaba; y mi pena y mi gemido
principio en el común dolor tuvieron.

Amor me halló del todo desarmado
y abierto al corazón encontró el paso
de mis ojos, del llanto puerta y barco:

pero, a mi parecer, no quedó honrado
hiriéndome de flecha en aquel caso
y a vos, armada, no mostrando el arco. ... (ver texto completo)
Vencida por los años, en la dulce tibieza
del hogar y la luz albos copos hilando,
dirás embelesada mis versos recordando:
P.... cantó los días de su feliz belleza.

Ya no habrá quién recoja de tu voz la tristeza,
ni esclava soñolienta que el percibir el blando
rumor en que me nombras, dichosa despertando
con férvida loanza bendiga tu realeza.
... (ver texto completo)