El niño labrador
Por el rincón de la vida,
en un lugar olvidado,
Corazón y alma perdida,
descalzo tras el arado.
Largos surcos y sudor,
el barro, a los pies pegado.
Largos días de sementera,
tierra y semilla mezclados.
Alimentos del mañana,
de bueyes enamorados,
Paso a paso en la besana,
el día se hace más largo.
Con heridas de los pies,
vuelve acabado el
trabajo.
Con heridas en el alma,
de tantos surcos andados.
Fue
hombre antes que niño,
que la vida le ha obligado.
Lo mismo atiende la siembra
que apacenta los ganados.
En las eras con la trilla