Al borde del abismo, el roble erguido,
del huracán resiste al recio embate,
y su lozana copa no se abate
ni aun al golpe del rayo que lo ha herido.
Así, la condición que le ha cabido
sufre el justo, en su vida de combate:
exento de temor su pecho late,
y el dolor no le arranca ni un gemido.
El odio inmerecido no le espanta;
de sus contrarios el ultraje olvida;
el rencor en su pecho nunca impera.
Del deber acatando la ley santa
ve, imperturbable, el drama de la vida,
y el desenlace en otra Vida espera.