El milagro sería
los campos no baldíos:
De abrojos, malas hierbas
eternamente limpios.
Y los valores por los que luchó,
eternamente vivos.
El labriego recuerda la besana,
el color de los trigos;
y le cuenta a sus nietos y bisnietos
como también fue niño.
Su historia en las arrugas de su rostro
recuerdan el olvido,
sus ojos de mirada tan cansada,
cuentan que fue querido
por una linda moza de su aldea
de temple tan bravío
que le ayudó amorosa
a encontrar su destino.